jueves, 9 de junio de 2016

12- A la caza del escarabajo



12- A la caza del escarabajo
29 de mayo
El día de hoy fue largo y atareado. Conseguí dormir toda la noche del tirón, había puesto el despertador a las 6:20 de la mañana. Me duché y a las 7:00 estábamos en el comedor del hotel para desayunar. Teníamos que coger un tren a las 8:30 en la estación, de modo que no daba tiempo a regresar a la habitación después de desayunar, cogeríamos directamente el taxi. Aquel fue nuestro gran error. Sabiendo que mi estómago estaba delicado, desayuné un café con leche y un bol grande de leche con cereales, acompañado eso por tomates cherry y algunas aceitunas. En la puerta del hotel nos esperaba nuestro taxi, me chocó ver que lo conducía una mujer. En España no son frecuentes las taxistas y me imaginaba que aquí tampoco. Conducía mejor que el resto de taxistas que he visto hasta ahora.
Llegamos a la estación de tren, donde debíamos encontrarnos con el Prof. Wan, pasadas las 8:00, una buena hora. El Dr. Bi-Cheng comentó que debía ir al baño porque su estómago no estaba demasiado bien (por lo visto no soy el único al que afecta el picante). Lo acompañé a uno de los baños de la estación, donde había una cola de gente para ir a los retretes. Se ve que las ganas le apremiaban, pues quiso probar suerte en otro baño, por si había menos cola. Fue entonces cuando noté una burbuja de gas que tomaba forma en mi intestino. Solo que resultó no ser gas, sino plasma caliente ionizado. Acompañé al Dr. Bi-Cheng al siguiente baño tanto en cuerpo como en alma, rezando porque no hubiera cola. La había, para nuestro tormento, pero la gente se daba prisa por terminar. Había quien entraba al baño sólo a fumar, pues en toda la estación está prohibido pero en los baños no hay cámaras. Un hombre que estaba limpiando el baño señalaba la papelera y el cartel de prohibido fumar, había quien le hacía caso y quien se escondía al lado de la papelera y seguía fumando.
Llegó mi turno en la cola. ¿Os habéis escandalizado alguna vez porque en un bar la taza del váter está sucia? Hubiera dado mi reino por una taza de váter en aquel sitio, pero lo que tenía ante mí era un simple agujero en el suelo, inmundo, y por supuesto sin ningún rollo de papel a la vista. Menuda forma de empezar el día. No fue tan malo, al fin y al cabo. En esas situaciones, te encoges de hombros y haces lo que has ido a hacer, porque no te queda más remedio. Me agaché, cargué el peso de mi cuerpo contra la puerta cerrando el puño (no había pestillo) y liberé mis demonios. Al terminar eché mano de unos cleenex que tenía en el macuto y accioné la cisterna dándole con el pie a un botón medio arrancado que había en el suelo. Un chorro de agua limpió el estropicio y por poco evité que me salpicara. Durante el resto del día la caja de Pandora permaneció cerrada, aunque los demonios se removían inquietos en su interior.
Cogimos los tres juntos un tren que nos llevó hasta Yichang (población 4 millones), la segunda ciudad más grande de la provincia de Hubei, después de Wuhan. La distancia es de unos 300Km y tardamos 2 horas y media en recorrerlos, realizando varias paradas. Curiosamente, el tren se detuvo en otra estación en Wuhan, la de Hankou, antes de salir de la ciudad. El resto de paradas que realizamos fueron en zonas rurales, aunque las estaciones estaban bien cuidadas y tenían 4 raíles, dos para trenes que se detenían y dos para aquellos que no. La velocidad no llegó a superar los 200Km/h. El paisaje del recorrido estaba dominado por los campos de cultivo, especialmente las terrazas con arroz. Atravesamos numerosos ríos y alguna zona de colinas, con muchos túneles consecutivos. Me fijé en ciertas estructuras, parecidas a templos en miniatura colocados sobre columnas pequeñas, que aparecían aquí y allá entre los campos de cultivo. Le pregunté al Dr. Bi-Cheng por ellas y me explicó que eran tumbas, ya que en las zonas rurales es común enterrar a los difuntos en las tierras de la familia. Había también algunas lápidas de cemento con placas verticales de mármol negro y en algunos sitios se juntaban varias decenas de aquellas tumbas en zonas con árboles.
Llegamos a la estación de tren de Yichang pasadas las 11:00, nos dirigimos a la estación de autobús (que está cruzando una carretera) para consultar los horarios. El sitio al que nos dirigíamos estaba bastante lejos, pero no había ningún autobús que pudiera llevarnos, ya que no realizaban paradas entre ciudades. El Dr. Bi-Cheng me comentó entonces que nos encontrábamos cerca de la Presa de las Tres Gargantas. Dijo que si teníamos tiempo libre podíamos acercarnos a verla. No fue el caso, me temo. Fuimos a comer a un KFC en la estación de tren. Era la primera vez que yo entraba en uno, la comida estaba bastante buena y no era cara. 17 yuanes por una hamburguesa de pollo rebozado y gambas rebozadas, con mostaza dulce. Infinitamente mejor que la cena del día anterior. Para beber habíamos llevado unas latas de refresco del minibar del hotel. No tengo claro si aquí es normal meter en los restaurantes comida y bebida de fuera o es cosa de los profesores de universidad, que pasan de normas.
Cogimos un taxi fuera de la estación de tren, que también estaba conducido por una mujer, aunque esta no lo hacía demasiado bien. Casi nos lleva contra un autobús que venía de frente cuando salíamos de la estación. Salimos de la ciudad y atravesamos zonas rurales. El lugar al que nos dirigíamos había sido usado el año pasado para una prueba de control biológico con Agasicles. Lo habían liberado en dos localizaciones con Alligator, en el trabajo se incluían fotografías tomadas con tres meses de diferencia y se veía claramente que el número de plantas había disminuido. Habían liberado miles de insectos, lo único que necesitábamos era que no hubieran terminado completamente con las plantas o bien que no hubieran muerto en el invierno. El problema con este control biológico concreto es que la planta tiene mayor tolerancia al frío que el escarabajo (ambos son nativos de Sudamérica), por lo que la planta puede sobrevivir a los inviernos fríos pero el escarabajo no. Al usar el escarabajo en EEUU para combatir a Alligator, el éxito fue superior al 95% en aquellas zonas del sur del país con inviernos calurosos, pero hacia el centro del país los resultados fueron peores.
El viaje en taxi nos costó 150 yuanes, fue un pelín caro. Nos detuvimos en una tienda de pueblo a pedir indicaciones y aprovisionarnos. El Dr. Bi-Cheng mostraba en su Tablet dos fotografías de los sitios donde habían liberado al escarabajo, con la esperanza de que alguien reconociera los sitios. En la tienda compré un sombrero de paja (que era realmente de plástico) y también nos hicimos con una enorme garrafa blanca de 30l. Al no saber el precio, pagué con un billete de 50 yuanes y me devolvieron 43. Me fijé en las cajetillas de tabaco que había en el mostrador. En el supermercado donde hago la compra en Beijing hay un estanco que las vende a más de 100 yuanes cada una, aquí las había desde 16. O no me enteré bien de los precios en uno de los dos sitios o bien los precios son exorbitados en la capital. El Prof. Wan también compró un sombrero de paja. Debíamos dar una imagen bastante cómica.
Nos dirigimos al primero de los lugares donde habían liberado el escarabajo, un terreno al lado de un maizal. Tuvimos que descolgarnos de un muro para poder entrar. Allí las hojas de Alligator estaban dañadas, pero no había ni rastro de ningún depredador. Tras media hora, lo único que encontré fue una larva de color verde, perteneciente a la especie nativa de escarabajo. No encontramos ni un individuo de Agasicles. Sugerí que tal vez la especie fuera de hábitos nocturnos y durante el día se escondía de sus depredadores entre las raíces de la planta, pero el Dr. Bi-Cheng apuntó a que tampoco habíamos encontrado huevos de la especie bajo las hojas, por lo tanto estaba ausente.
Echamos a andar entre campos de cultivo, siguiendo las indicaciones de unos granjeros acerca de dónde creían haber visto la planta. Al pasar al lado de otro maizal, el Prof. Wan reconoció una casa en una colina (idéntica a las demás en un kilómetro a la redonda, cuadrada y con paredes de cemento sin pintar) por haberla visto en las fotos. Efectivamente, habíamos encontrado el segundo punto donde habían liberado el insecto. En esta ocasión tampoco encontramos nada. Mientras esperaba en el borde del camino vigilando las mochilas, vi que de un árbol cercano colgaba un saco, cuya parte inferior estaba cubierta por una capa de moscas negras. Decidí poner distancia entre aquella cosa y yo y me metí en el maizal, para revisar las plantas, intentando no pensar en el posible contenido del saco.
Vale que soy amante de la naturaleza y me gustan todo tipo de bichejos, desde sapos hasta arañas, pero aquel día me vi sobrepasado. La fauna allí tenía aspecto de ser bastante más peligrosa que la europea. Al pasar cerca de un arbusto que casi rocé con mi brazo vi que algo se movía, en el interior del arbusto había una gran telaraña blanca y su enorme dueña había salido a recibirme, con las patas delanteras levantadas. En otro momento vi pasar por el suelo una pequeña avispa negra, que transportaba una araña que parecía muerta. La avispa había paralizado a la pobre araña y estaba buscando una galería donde meterla, para a continuación poner sus huevos dentro de ella y sellar el nido. Las larvas, al eclosionar, devoran a la araña por dentro dejando para el final sus órganos vitales, para que la carne permanezca fresca el mayor tiempo posible. Una vez realizan la metamorfosis, salen de la galería. También vi una diminuta araña de patas verdes y abdomen blanco. Tenía en el abdomen dos líneas negras que formaban una preciosa cruz invertida. Intenté sacarle una foto, pero en ninguna salían bien enfocadas las líneas.
Al terminar nuestra infructuosa búsqueda, el Dr. Bi-Cheng realizó varias llamadas. Contactó con el centro de investigación que había liberado los insectos el año anterior y consiguió que aceptaran enviarnos larvas y adultos por correo a la BFU. Con lo sencillo que hubiera sido hacer eso en un principio, habíamos recorrido 1.350Km en dos trenes para no encontrar nada. Bueno, relativamente (pero eso viene en el próximo capítulo). Desde luego, a mi todo lo que sea hacer turismo y dormir en un hotel mejor que el mío me parece bien. Una y otra vez el Dr. Bi-Cheng me decía que no estuviera triste por no haber encontrado nada. Yo me reía y le respondía que no estaba triste en absoluto. Me dijo que yo siempre parecía triste, lo cual me dejó algo desconcertado. Será alguna expresión facial que tengo, no sé.
Nos detuvimos delante de una casa mientras mis compañeros hablaban en chino cosas que me resultaban indescifrables. Un hombre que pasaba por allí se me quedó mirando, preguntó algo y se unió a la conversación. Yo no estaba seguro de si querían probar suerte en otro sitio o estábamos esperando a algún taxi. A continuación sucedió algo que no esperaba, una escena que parecía sacada de una peli ambientada en Vietnam:
Un autobús destartalado, de color verde, se detuvo enfrente a donde estábamos parados. El Prof. Wan preguntó algo a uno de los pasajeros y subimos. Ocupamos los últimos asientos libres que quedaban y el autobús se puso en marcha. Era rural. Pero rural profundo. La trampilla del techo se mantenía cerrada con cinta americana, sobre el conductor giraba un ventilador que parecía a punto de desprenderse en cualquier momento y la puerta se abría gracias a que la mujer que estaba sentada detrás tiraba de una cuerda. Cuando soltaba a cuerda, se cerraba. Así todo, el ambiente era bastante acogedor. La mujer sentada delante de mi iba comiendo un pepino, cuando lo terminó arrojó los restos por la ventanilla.
En algún punto anterior mencioné que aquí en China la prioridad la tiene el vehículo más grande. Bien, pues aquel autobús tenía prioridad sobre todo lo demás, era el super-depredador del asfalto. Adelantamos a otros autobuses, a motocicletas eléctricas que estaban adelantando camiones, a coches lentos en zonas de curvas y línea continua (que aquí tienen menos autoridad que un semáforo del GTA) e incluso a coches que adelantaban a otros coches, mientras venía un camión de frente haciendo luces. Todas esas maniobras acompañadas de sus pitidos reglamentarios. Hubo una pitada que duró lo que tardamos en atravesar un puente de un solo carril detrás de un coche lento. En una de las zonas rurales, en las que entre las casas y el asfalto el suelo era de tierra, conseguí sacar una foto decente a uno de los edificios del partido (a la tercera va la vencida, dicen). Era con diferencia el mejor de la zona y a su lado había una urbanización de apartamentos, supongo que para los miembros del partido.
El autobús nos dejó cerca de la estación de tren, el precio del viaje fueron 5 yuanes por cabeza. Mucho más barato que ir en taxi. Entramos en un túnel que comunicaba la estación de tren con la de autobuses, nos dirigimos a la primera. Eran las 15:00, tuvimos que coger billetes para el tren de las 17:00 porque el que había antes estaba completamente lleno. Fuimos a pasar el rato a un restaurante cercano, donde pedimos tres jarras frías de leche de soja. Me llevé una agradable sorpresa, pues el sabor es el mismo que el de la “bebida de soja” (ese es el nombre que aparece siempre en la etiqueta) que venden en los supermercados de España. Aunque la hagan de forma diferente, al menos el sabor lo han logrado igualar. El Prof. Wan sacó una bolsa de pastas y galletas que había traído y estuvimos allí hora y media, leyendo algunos papers en su ordenador. Sabían todas muy bien, especialmente las rellenas de nata.
Fuimos a la sala de espera de la estación a las 16:30. Al entrar tuvimos que pasar un chequeo de seguridad y enseñar los billetes y la documentación. También hay que enseñar el billete para acceder a los andenes y para salir de ellos en la estación de destino, por cierto. Mientras pasábamos el control, la enorme garrafa vacía que llevaba el Dr. Bi-Cheng se atascó en la cinta de rayos X, dando lugar a una situación bastante cómica. La primera mitad del viaje en tren la pasé durmiendo apoyando el codo contra el cristal. El tren se fue llenando a medida que paraba en las estaciones del recorrido. Llegamos a Wuhan cuando ya era de noche y propuse ir a cenar a la calle española de World City. El Prof. Wan se despidió de nosotros en el taxi.
Mientras buscábamos un lugar donde tuvieran comida española, el Dr. Bi-Cheng me  aclaró que no había de eso, que eran todo restaurantes chinos con comida china, que lo único español era el aspecto de la calle. Pues estaba equivocado. Fuimos a un restaurante donde servían filetes. Allí, inspeccionando la carta minuciosamente, descubrí lo que parecía paella (los platos de arroz estaban indicados como “risotto”, este era “seafood risotto”). Pedí eso y unas patatas fritas. En la carta también había varias hojas de comida frita (calamares, croquetas) y entre las bebidas encontré vino tinto, aunque nos sirvieron unos vasos de té negro que iban rellenando a medida que los bebíamos.
Llegó la hora de la verdad. Pusieron frente a mí una bandeja de hierro con el risotto y un plato con patatas fritas. Las patatas estaban demasiado buenas como para ser españolas. Pero el arroz, pese a que habían usado tomate en lugar de azafrán para darle color, sabía a auténtica paella. Distinguí entonces, pues estaba camuflado entre el arroz, algo que parecía una mazorca de maíz pequeñita. Era un tentáculo de calamar, con una forma muy extraña y ventosas por toda su superficie, de alguna especie local. Habían copiado tal cual la receta de la paella pero con ingredientes de la zona. Llevaba también cebolla y pimiento. No picaba en absoluto, el arroz estaba muy bueno. Además, otro punto a favor del restaurante, nos habían servido la comida con cuchillo y tenedor. El Dr. Bi-Cheng tuvo incluso algún problema para comer sus espaguetis. Acompañamos la cena de un bufete de ensalada, del cual me serví gajos de manzana y una gelatina negra que sabía muy amarga.
Tras la cena me ofrecí a pagar mi parte, aunque se produjo un cierto choque de culturas. Cuando saqué la cartera para pagar (la cena salió por 92 yuanes) y me puse a contar billetes de un yuan (tenía la cartera a reventar de ellos), tanto la camarera como el Dr. Se me quedaron mirando extrañados. Resulta que aquí es normal que una persona pague la cena de todos, no cada uno su parte. Bueno, qué demonios, si estamos en un restaurante de comida española en el barrio español, se aceptan las costumbres españolas. El Dr. Bi-Cheng debe creer que soy muy nacionalista, al emocionarme hacía dos días sacando fotos a las estatuas y aquella noche haciendo hincapié en que debíamos probar la comida española. Bueno, simplemente me emociono al ver cosas que me recuerdan a mi país estando a medio mundo de distancia. Sigo esperando a que alguien, en algún momento, confunda la bandera del aguilucho con la actual o crea que el Cara al Sol sigue siendo nuestro himno.
Regresamos al hotel a eso de las 21:30, donde empecé a relatar las vivencias del día, aunque lo dejé sin terminar, pues estaba agotado y necesitaba dormir.

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