16- Rutina, querida rutina
2 y 3 de junio
Los últimos días no han tenido nada fuera de lo común, me he
pasado la mayor parte del tiempo en el despacho leyendo y clasificando papers
para mi trabajo. Es un consuelo que cuanto más me informo de la materia más
interesante la encuentro, además de surgirme ideas para futuros experimentos
(que por supuesto no llevaré a cabo, bien por falta de medios en mi país o por
falta de tiempo en China). Me han pedido que revise un paper de un alumno de
máster si tenía algo de tiempo libre, lo cual he aceptado. Aunque mi idea era
comenzar a redactar algunas partes del mío el viernes, me he liado con la
bibliografía. Tanto mejor, cuanta más consulte antes de empezar a escribir
mejor será el resultado.
Por fin he resuelto el enigma de las larvas desaparecidas, o
mejor dicho, lo han resuelto ellas solas. Tras días sin ver ninguna en el
terrario, apareció de la nada un pequeño escarabajo, de caparazón negro y
dorado, escalando una de las plantas. Parece que el Dr. Bi-Cheng estaba en lo
cierto y los insectos simplemente estaban realizando la metamorfosis. En
cuestión de horas más escarabajos han emergido (supongo que del sustrato) y la
débil tregua existente entre las plantas de Alligator y sus depredadores se ha
esfumado. Son buenas noticias, pues significa que ahora mismo la jardinera debe
estar a rebosar de escarabajos poniendo huevos, lo cual implica que tendré las
larvas suficientes para el experimento.
El menú de los últimos días ha sido bastante bueno: para
desayunar, revuelto de verduras con bizcocho y sopa (un día de arroz con pollo
y otro sopa de fideos redondos). Comer la sopa de arroz con los palillos me
parecía imposible pero con algo de paciencia se puede hacer. La comida del
jueves consistió en una pequeña hamburguesa, no estoy seguro de si el relleno
era carne o clara frita de huevo, porque no encajaba con ninguna de las dos
cosas, el caso es que estaba bastante buena. El viernes comí tallarines con
calabacín y verduras, condimentados con varias cosas indescifrables y todo
cubierto de deliciosa salsa de sésamo. La cena de ambos días consistió en arroz
con tiras de calabacín y patata asada, verduras y un ala de pollo o de pato.
Creo que es la primera vez que pruebo el pato, está bastante bueno, me recuerda
más a la carne de conejo que a la de pollo. No recuerdo con exactitud los
precios, pero los desayunos costaron menos de un euro y el resto de comidas
menos de dos. El arroz con pato fue lo más caro, 10 yuanes, que siguen sin ser
dos euros.
Comer un bol de arroz con palillos es tan difícil como
parece, pero se puede conseguir. Varias personas me han comentado que los uso
bastante bien para el poco tiempo que llevo aquí. Ahí va un pequeño tutorial.
Primero, los palillos se colocan en paralelo. La idea no es agarrar la comida
entre las puntas, sino entre la parte anterior. Segundo, el palillo que se
apoya en el dedo gordo está inmóvil, el que se mueve es el otro. Se mueve
utilizando el dedo índice y si es necesario el anular. Se hace un movimiento de
pinza con ese palillo sobre el otro, intentando pillar la comida, lo cual no
siempre sale a la primera. Con el arroz lo mejor es intentar juntar los
palillos lo máximo posible y que la comida quede encima de ellos, como si fuera
una pala. Sinceramente, encuentro mucho más práctico usar cuchillo y tenedor,
no entiendo por qué ese adelanto cultural no se ha implementado aquí. Tampoco
se come con pan, por lo que la mano que no sujeta los palillos no tiene apenas
uso.
Probé también una nueva fruta, el lychee. La había probado
alguna vez en restaurantes de comida asiática en España, pero en almíbar, no
cruda. Son frutas pequeñas que se compran en racimos, la piel se desprende con
facilidad y el interior es una masa consistente y de color blanco. Las frutas
maduras son de color rojo por fuera, las que probé estaban un poco verdes (de
color) pero por dentro estaban maduras. Cada fruta tiene en su interior una
única semilla, del tamaño de una almendra. Por lo demás, compré ciruelas y
pequeños melocotones. Los compañeros de departamento suelen compartir la fruta
que compran, me trajeron al despacho un par de peladillos y un puñado de
cerezas. Además de ser un alimento muy saludable y variado, aquí la fruta es
muy barata. Tener una dieta completamente vegetariana es aquí más sencillo que
en España, pero ya que me interesa probar nuevos tipos de comida, y eso incluye
la carne (lástima que en Beijing no se coma perro, de veras quería probarlo),
lo dejaré correr.
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