sábado, 4 de junio de 2016

3- Primeros pasos en Beijing



3- Primeros pasos en Beijing
20 de mayo
Había puesto la alarma del teléfono móvil a las 7:30 de la mañana, pero me despertó la luz del sol que pasaba a través de las cortinas. Resultaron ser las 4 de la madrugada. Pese al cambio horario, las horas de luz no se ajustan exactamente a las de España. Seguí durmiendo hasta que sonó el despertador, fiel a las buenas costumbres. A las 8:30 fui con Aini a desayunar a la cafetería. La entrada del edificio no tiene puertas, sino unas tiras de plástico colgando del techo. Imagino que permiten el intercambio de temperatura y a su vez impiden que entre polvo del exterior. A lo largo de la pared del edificio hay unas vitrinas con bandejas, cada una con una comida diferente. Simplemente señalas lo que quieres comer y te lo sirven en un plato. En un panel digital se muestra el precio total, se pasa por encima la tarjeta electrónica (me habían prestado una) y se muestra el saldo restante. Un sistema mucho más cómodo que pagar en efectivo, ya que ahorra tiempo.
Probé un bollo de pan relleno de cebolla y algo que, creo, era carne. Estaba delicioso. También un mezcladillo de verduras, incluyendo apio y soja, y una sopa de arroz con soja y cosas indescifrables. Goloso de mí, no fui capaz de terminarlo todo. Aini fue a por las bebidas y regresó con Coca-cola. O, mejor dicho, la versión china de Coca-cola (pues, al igual que google y facebook, no tiene buena cobertura aquí). Los vasos eran rojos, con una tipografía igual a la de Coca-cola pero en chino. El comedor tiene mesas con cuatro asientos cada una, que están soldados y no se pueden mover. Está todo pintado de colores chillones y las mesas están cubiertas por anuncios de plástico. Al terminar de comer, alguien viene y le pasa un trapo a la mesa para limpiarla. En cuanto al servicio (como en mi casa llamamos a los platos y cubiertos), se dejan en la entrada del comedor. Alguien se encarga de vaciar los platos y cuencos, mientras que los palillos son echados en un cubo enorme; desconozco si son reutilizados o no. Ah, sí, parece que de un día para otro he sido capaz de dominar los palillos. Conseguí llevarme a la boca hasta los pedazos más pequeños de apio.
Tras pasar por el hotel a lavarme los dientes y coger mi portátil, me dirigí a la facultad. Un par de horas después, a las 11:30, el Dr. Bi-Cheng y otra profesora del departamento, la Dra. Gao Jun-qin, me preguntaron si quería comer con ellos. En esta ocasión el comedor estaba atestado (por la mañana era casi la hora de cerrar y había muy poca gente). Me preguntaron si prefería arroz o noodles, que por lo visto son los dos pilares fundamentales de la dieta china. Los únicos noodles que he probado en España son de sobre, no tienen nada que ver con lo que me esperaba aquí. Son semejantes a tiras de pasta, blancas, insípidas. Son ondulados y hay que sorber para meterlos en la boca, con lo cual si no se tiene cuidado se termina duchado en salsa. En el sitio del comedor a donde fuimos a por los noodles, servían estos en un bol y luego escogías el acompañamiento, que echaban por encima. Había ternera, cerdo, algo que el Dr. Bi-Cheng identificó como patatas y tomate, y alguna cosa más. Escogí las patatas y tomate, ya que prefiero los vegetales a la carne. Entonces metí la pata, pues había otros dos cuencos al final de la barra, de los que el Dr. Bi-Cheng se echó una cucharada en sus noodles. Me indicó que uno era picante (“spicy”) y el otro vinagre. Yo, inconsciente de mí y sin percatarme de que mi bol estaba lleno de salsa, eché una cucharadita de picante en una esquina. Por supuesto, el picante lo alcanzó todo. Digamos que cuando salí del comedor me ardía la boca y me goteaba ligeramente la nariz.
Mi dominio de los palillos fue empeorando a medida que estos se embadurnaban en salsa (junto con la mesa y mis pantalones, culpa de que las sillas no pudieran acercarse más a la mesa). Prácticamente conseguí terminar el bol, hasta que se hizo obvio que mis compañeros ya habían terminado los suyos y tenían ganas de irse. Lo que supuestamente eran patatas con tomate resultó ser tomate pelado junto con una especie de telilla blanca, semejante a la que aparece al hervir leche. Preferí no preguntar y comí todo cuanto capturé con los palillos. Había también tallos de alguna planta que no pude identificar. Junto con los noodles tomamos unos boles más pequeños de sopa, que era simplemente un líquido de color anaranjado con regusto a guiso de pescado.
A diferencia del desayuno, esta vez me fijé en el precio. Cuatro yuanes (unos 50 céntimos de euro) por un bol enorme lleno de pasta. Intenté calcular mentalmente cuánto costaría algo así en un restaurante chino en España. ¿10, 15€? Se lo comenté a mis compañeros y no contuvieron la risa, ya que al cambio resulta muchísimo más caro que aquí en China. Me preguntaron cuál era la comida típica de España y les dije (creo que con razón) que aquí solemos freír las cosas. Patatas fritas, pescado frito, carne frita… eso acompañado de sopa o ensalada. También indiqué que cada región de España tiene su propia comida tradicional. Sin embargo, “y esto os lo puede decir cualquier español”, el plato nacional es la tortilla de patata (“potato omelette”). “La tortilla francesa tiene huevos, la española lleva huevos y patatas”, expliqué. Me indicaron que cerca de la BFU hay un restaurante español, al que estoy deseando ir. Sería gracioso que la tortilla no llevara patatas.
Tras la comida fui a ver los invernaderos de la BFU con el Dr. Bi-Cheng. Para esto tuvimos que caminar un buen trecho y salir del recinto de la BFU, por la puerta norte. Nos detuvimos en una tienda donde me consiguió una tarjeta SIM china para el teléfono. El precio es de 25 yuanes al mes (por fin he encontrado una tarifa incluso más barata que las de Pepephone) y en teoría incluye 100 minutos gratis en llamadas (para números chinos en China, supongo) y 500Mb de internet. Sin embargo, no me funciona ni el navegador Opera ni el whatsapp. Con todo, por ese precio no me puedo quejar. Además, el Dr. Bi-Cheng pagó los dos primeros meses. Una peculiaridad de los números de teléfono chinos es que tienen 11 dígitos, en lugar de los 9 usuales en Europa. Además, del mismo modo que los números en España comienzan por 6, aquí comienzan por 1. A esto hay que añadir el prefijo de dos dígitos para llamadas internacionales, que en el caso de China es 86. Desde luego, no pienso realizar llamadas internacionales durante mi estancia, teniendo Skype.
Los invernaderos de la BFU se encuentran fuera de sus instalaciones, en un edificio perteneciente a la Beijing Forestry University Forest Science Company Limited. Me ahorraré chistes de carácter político. El Dr. Bi-Cheng comentó incluso que la BFU tiene que pagar por utilizar los invernaderos. Al menos, ojo, ellos tienen invernaderos. En la facultad de ciencias de la UDC estamos limitados a colocar macetas en la azotea de la facultad. Cuando llegamos al invernadero comprendí por qué repetían una y otra vez que no era demasiado bueno: lo estaban reformando y estaba todo un poco revuelto. Para entrar tuvimos que pasar por unos tablones sobre una zanja. Pero una vez dentro, quedé maravillado. El invernadero tenía tres secciones contiguas, de unos 30x50 metros, llenas por doquier de hileras de plantas en macetas. A los lados del pasillo central había unos toneles de madera, cortados a la mitad, en cuyo interior crecían árboles de varios metros de altura. Me llamó la atención la gran cantidad de Cortaderia selloana que habían cultivado, estando divididas las plantas en grupos separados, me imagino que para realizar distintos experimentos. Desconozco si Cortaderia se encuentra en fase de invasión en China, tal y como sucede en España, o simplemente estudian su comportamiento en el caso de ser introducida. Se trata de una gramínea procedente de Sudamérica, denominada comúnmente “hierba de la Pampa” por su área nativa, que alcanza varios metros de altura y cuyas hojas son alargadas y con bordes aserrados debido al silicio que acumulan, no siendo comestibles para muchos herbívoros (de ahí el nombre científico).
En la tercera y última sección del invernadero se encuentran las plantas que utilizaré en el experimento que realizaré durante mi estancia en China, Alternanthera philoxeroides. Ahora mismo, estando sin google, agradezco haberme aprendido de memoria el nombre en su día. Hablándolo con el Dr. Bi-Cheng, aquí no es común ni siquiera entre los académicos referirse a las plantas por su nombre latín. Repuso simplemente que él no hablaba latín, a lo que aclaré que nadie habla latín, ni siquiera en Europa. Así, tampoco sabía que el nombre común de las plantas de fresa, que también estaban en el invernadero, es Fragaria vesca (se trata de una epecie clonal, por eso realizan experimentos con ella). Regresando al punto clave, A. philoxeroides, cuyo nombre común es “Alligator weed”, es una planta también nativa de Sudamérica, que fue introducida en China hace unos 100 años y que se encuentra en fase avanzada de invasión biológica. Aquí causa problemas graves, es por eso que realizan experimentos para conocer en detalle la fisiología de la planta y sus respuestas frente a diversos factores, como estrés abiótico (temperatura, falta de agua, fragmentación de los tallos) o depredadores. De eso último tratará precisamente mi experimento, pero hablaré de ello en otro momento. Cuando lo haya publicado, por ejemplo.
Una cosa que me llamó bastante la atención en el invernadero fue que, debido a lo enorme que es y a que muchas de las plantas que allí se encuentran son invasoras, algunas han comenzado a invadir aquellas partes que están en desuso o poco cuidadas. Precisamente Alligator se encuentra en esta situación. Y es justo así que obtendremos los depredadores que usaremos en el experimento, puesto que se encuentran dentro del propio invernadero alimentándose de la planta. Para comprobar si esto era así, el Dr. Bi-Cheng trajo hace varias semanas muestras de la planta a su despacho, donde las plantó en un terrario. Al cabo del tiempo, al menos tres especies de depredadores han completado su ciclo vital dentro del terrario y los adultos campan a sus anchas, mientras que las hojas de Alligator muestran señales de haber sido devoradas.
Otra cosa curiosa que vi dentro del invernadero fue un hormiguero, bastante grande, que salía del suelo justo al lado de una de las matas de Alligator. Mientras lo observaba abstraído, el Dr. Bi-Cheng me comentó que existe una relación estrecha entre las hormigas y la planta. Las hormigas “cosechan” a una especie de pulgones que se alimentan de la planta, por lo tanto son indirectamente perjudiciales para la planta, al asegurar el bienestar y supervivencia de la población de pulgones. Encontré esto sumamente interesante, aunque no vi una aplicación directa en el control biológico de Alligator. Mientras salíamos del invernadero, el Dr. Bi-Cheng me comentó que ese era uno de los tres invernaderos que había en las instalaciones. Desde luego, no andan cortos de material ni de fondos.
De vuelta a la facultad, por una ruta diferente, nos detuvimos en una tienda a comprar algo de fruta. Había principalmente frutas tropicales, algunas de las cuales había visto en España y otras no. De las que ya conocía, había piñas, naranjas (dulces y sin semillas, como unas que cultiva mi familia, lo cual me trajo gratos recuerdos), cerezas, uvas blancas (como las que se comen en navidad), distintas variedades de sandía (aunque ninguna como la grande y verde que se cultiva en España) y mangos. Distinguí también moras de morera, de color negro. La morera es un árbol nativo de Asia, del cual se alimenta el gusano de la seda (Bombyx mori). Es el único alimento del gusano, de modo que el árbol se cultivaba tradicionalmente para poder obtener seda. La fruta es deliciosa, semejante a la zarzamora europea. Yo compré cuatro mangos pequeños por 6 yuanes, mientras que el Dr. Bi-Cheng compró varias naranjas dulces y una fruta, ya pelada, de carne amarilla. Nunca he visto esa fruta en España y su sabor no se parece a nada que haya probado antes. Es dulce, pero tiene un regusto indescriptible, como a cierto tipo de gominola. Resultó ser “Jackfruit”, una fruta enorme de cuyo interior se extraen numerosos gajos, dentro de cada uno de los cuales hay una enorme semilla.
Al poco de regresar a la BFU, el profesor Alpert nos requirió para acompañarlo a cenar. Eran las 17:30 y todavía no quedaban varias horas de luz, por lo que me pareció una hora curiosa para cenar, aunque aquí es lo habitual. En esta ocasión, más confiado en mi habilidad con los palillos, decidí probar suerte con el arroz. Me sirvieron un cuenco amplio de arroz blanco, sin salsa, acompañado de setas, pollo, tofu condimentado y algunos vegetales. El precio fueron 5 yuanes. El pollo y las setas eran indistinguibles salvo por el sabor, mientras que el tofu tenía su textura característica. Me resultaba menos agradable al paladar que el resto de la comida. El Prof. Alpert cenó lo mismo, mientras que el Dr. Bi-Cheng trajo a la mesa un plato de vegetales y una sopa de carpa, aunque él mismo no estaba muy seguro. Discutiendo acerca de la identidad de aquel plato de vegetales, que resultaron tener un sabor muy amargo, el Prof. Alpert llegó a la conclusión de que se trataba de “mustard”. Sabía igual y era semejante a la planta que en Galicia se conoce como “grelos” o “nabizas”, que en el resto de España viene ser el nabo. Normalmente se come sólo la raíz, no las hojas ni los tallos, debido a que saben amargos.
Durante la cena tuvimos una agradable conversación acerca del idioma chino. El Prof. Alpert no habla chino con fluidez, pero conoce bastantes caracteres y nos dio una explicación muy interesante acerca de la entonación. Las vocales tienen cuatro formas diferentes de pronunciarse, y según parece están numeradas. En la transcripción fonética del idioma chino, denominada “pinyin” o “pïn yïn”, estos tonos se expresan con los signos | - | ´ | ᵛ | ` |. La primera entonación es continua, como en el “oh” que se emite con desgana. La segunda entonación es ascendente, como en el “oh” que expresa sorpresa. La tercera entonación es primero descendente y luego ascendente, como en el “oh” que expresa de manera exagerada una pregunta. La cuarta y última entonación es descendente, como en el “oh” que expresa decepción. Esta explicación, cosecha del Prof. Alpert, me parece muy ilustrativa.
Posteriormente hablamos de los caracteres chinos. No se deben confundir con alfabeto chino, pues tal cosa no existe. Los únicos caracteres que yo conocía antes de llegar a China eran 1 (una línea horizontal), 2 (dos líneas), 3 (tres líneas), 10 (una cruz como la cristiana) y hombre (dos líneas formando una v invertida). Tras dos días en la ciudad (y cierta desidia por mi parte hacia el aprendizaje de nuevos caracteres), he aprendido por fin otro carácter, el del yuen: es como el signo π con una segunda línea horizontal sobre la que ya tiene. Existe además el símbolo del yuen (¥), pero este no es un carácter. Ambos se pueden usar indistintamente, pero es más común en China ver el primero.
Regresando a la conversación, el Prof. Alpert explicaba que los neones sobre la facultad son una buena forma de familiarizarse con los caracteres chinos. Sobre Beijing Forestry University hay seis caracteres, dos por cada palabra. Los dos primeros significan “capital” y “norte”, ya que eso significa el nombre de Beijing (parece sacado de una novela de George RR Martin). Los dos siguientes son “arbol” y “técnica”, si no recuerdo mal el significado de este último. Finalmente, los dos restantes son “grande” y “colegio”.
Tras la cena fui de compras con Aini, pues necesitaba comprar algunas cosas para la habitación del hotel, las cuales no había traído de España por falta de previsión mezclada con exceso de optimismo. Entre esas cosas estaban toallas, cubiertos y unas chanclas para usar en la ducha. La experiencia de ir de compras por Beijing la comentaré más adelante en detalle.
Salimos del supermercado a las 20:00, y tras dejar las cosas en el hotel regresé a la BFU hasta las 22:00. Me fui a dormir a las 23:00.

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