3- Primeros pasos en Beijing
20 de mayo
Había puesto la alarma del teléfono móvil a las 7:30 de la
mañana, pero me despertó la luz del sol que pasaba a través de las cortinas.
Resultaron ser las 4 de la madrugada. Pese al cambio horario, las horas de luz no
se ajustan exactamente a las de España. Seguí durmiendo hasta que sonó el
despertador, fiel a las buenas costumbres. A las 8:30 fui con Aini a desayunar
a la cafetería. La entrada del edificio no tiene puertas, sino unas tiras de
plástico colgando del techo. Imagino que permiten el intercambio de temperatura
y a su vez impiden que entre polvo del exterior. A lo largo de la pared del
edificio hay unas vitrinas con bandejas, cada una con una comida diferente.
Simplemente señalas lo que quieres comer y te lo sirven en un plato. En un
panel digital se muestra el precio total, se pasa por encima la tarjeta
electrónica (me habían prestado una) y se muestra el saldo restante. Un sistema
mucho más cómodo que pagar en efectivo, ya que ahorra tiempo.
Probé un bollo de pan relleno de cebolla y algo que, creo,
era carne. Estaba delicioso. También un mezcladillo de verduras, incluyendo
apio y soja, y una sopa de arroz con soja y cosas indescifrables. Goloso de mí,
no fui capaz de terminarlo todo. Aini fue a por las bebidas y regresó con
Coca-cola. O, mejor dicho, la versión china de Coca-cola (pues, al igual que
google y facebook, no tiene buena cobertura aquí). Los vasos eran rojos, con
una tipografía igual a la de Coca-cola pero en chino. El comedor tiene mesas
con cuatro asientos cada una, que están soldados y no se pueden mover. Está
todo pintado de colores chillones y las mesas están cubiertas por anuncios de
plástico. Al terminar de comer, alguien viene y le pasa un trapo a la mesa para
limpiarla. En cuanto al servicio (como en mi casa llamamos a los platos y
cubiertos), se dejan en la entrada del comedor. Alguien se encarga de vaciar
los platos y cuencos, mientras que los palillos son echados en un cubo enorme;
desconozco si son reutilizados o no. Ah, sí, parece que de un día para otro he
sido capaz de dominar los palillos. Conseguí llevarme a la boca hasta los
pedazos más pequeños de apio.
Tras pasar por el hotel a lavarme los dientes y coger mi
portátil, me dirigí a la facultad. Un par de horas después, a las 11:30, el Dr.
Bi-Cheng y otra profesora del departamento, la Dra. Gao Jun-qin, me preguntaron
si quería comer con ellos. En esta ocasión el comedor estaba atestado (por la
mañana era casi la hora de cerrar y había muy poca gente). Me preguntaron si
prefería arroz o noodles, que por lo visto son los dos pilares fundamentales de
la dieta china. Los únicos noodles que he probado en España son de sobre, no
tienen nada que ver con lo que me esperaba aquí. Son semejantes a tiras de
pasta, blancas, insípidas. Son ondulados y hay que sorber para meterlos en la
boca, con lo cual si no se tiene cuidado se termina duchado en salsa. En el
sitio del comedor a donde fuimos a por los noodles, servían estos en un bol y
luego escogías el acompañamiento, que echaban por encima. Había ternera, cerdo,
algo que el Dr. Bi-Cheng identificó como patatas y tomate, y alguna cosa más.
Escogí las patatas y tomate, ya que prefiero los vegetales a la carne. Entonces
metí la pata, pues había otros dos cuencos al final de la barra, de los que el
Dr. Bi-Cheng se echó una cucharada en sus noodles. Me indicó que uno era
picante (“spicy”) y el otro vinagre. Yo, inconsciente de mí y sin percatarme de
que mi bol estaba lleno de salsa, eché una cucharadita de picante en una
esquina. Por supuesto, el picante lo alcanzó todo. Digamos que cuando salí del
comedor me ardía la boca y me goteaba ligeramente la nariz.
Mi dominio de los palillos fue empeorando a medida que estos
se embadurnaban en salsa (junto con la mesa y mis pantalones, culpa de que las
sillas no pudieran acercarse más a la mesa). Prácticamente conseguí terminar el
bol, hasta que se hizo obvio que mis compañeros ya habían terminado los suyos y
tenían ganas de irse. Lo que supuestamente eran patatas con tomate resultó ser
tomate pelado junto con una especie de telilla blanca, semejante a la que
aparece al hervir leche. Preferí no preguntar y comí todo cuanto capturé con
los palillos. Había también tallos de alguna planta que no pude identificar.
Junto con los noodles tomamos unos boles más pequeños de sopa, que era
simplemente un líquido de color anaranjado con regusto a guiso de pescado.
A diferencia del desayuno, esta vez me fijé en el precio.
Cuatro yuanes (unos 50 céntimos de euro) por un bol enorme lleno de pasta.
Intenté calcular mentalmente cuánto costaría algo así en un restaurante chino
en España. ¿10, 15€? Se lo comenté a mis compañeros y no contuvieron la risa,
ya que al cambio resulta muchísimo más caro que aquí en China. Me preguntaron
cuál era la comida típica de España y les dije (creo que con razón) que aquí
solemos freír las cosas. Patatas fritas, pescado frito, carne frita… eso
acompañado de sopa o ensalada. También indiqué que cada región de España tiene
su propia comida tradicional. Sin embargo, “y esto os lo puede decir cualquier
español”, el plato nacional es la tortilla de patata (“potato omelette”). “La
tortilla francesa tiene huevos, la española lleva huevos y patatas”, expliqué.
Me indicaron que cerca de la BFU hay un restaurante español, al que estoy
deseando ir. Sería gracioso que la tortilla no llevara patatas.
Tras la comida fui a ver los invernaderos de la BFU con el
Dr. Bi-Cheng. Para esto tuvimos que caminar un buen trecho y salir del recinto
de la BFU, por la puerta norte. Nos detuvimos en una tienda donde me consiguió
una tarjeta SIM china para el teléfono. El precio es de 25 yuanes al mes (por
fin he encontrado una tarifa incluso más barata que las de Pepephone) y en
teoría incluye 100 minutos gratis en llamadas (para números chinos en China,
supongo) y 500Mb de internet. Sin embargo, no me funciona ni el navegador Opera
ni el whatsapp. Con todo, por ese precio no me puedo quejar. Además, el Dr.
Bi-Cheng pagó los dos primeros meses. Una peculiaridad de los números de
teléfono chinos es que tienen 11 dígitos, en lugar de los 9 usuales en Europa.
Además, del mismo modo que los números en España comienzan por 6, aquí
comienzan por 1. A esto hay que añadir el prefijo de dos dígitos para llamadas
internacionales, que en el caso de China es 86. Desde luego, no pienso realizar
llamadas internacionales durante mi estancia, teniendo Skype.
Los invernaderos de la BFU se encuentran fuera de sus
instalaciones, en un edificio perteneciente a la Beijing Forestry University
Forest Science Company Limited. Me ahorraré chistes de carácter político. El
Dr. Bi-Cheng comentó incluso que la BFU tiene que pagar por utilizar los
invernaderos. Al menos, ojo, ellos tienen invernaderos. En la facultad de
ciencias de la UDC estamos limitados a colocar macetas en la azotea de la
facultad. Cuando llegamos al invernadero comprendí por qué repetían una y otra
vez que no era demasiado bueno: lo estaban reformando y estaba todo un poco
revuelto. Para entrar tuvimos que pasar por unos tablones sobre una zanja. Pero
una vez dentro, quedé maravillado. El invernadero tenía tres secciones
contiguas, de unos 30x50 metros, llenas por doquier de hileras de plantas en
macetas. A los lados del pasillo central había unos toneles de madera, cortados
a la mitad, en cuyo interior crecían árboles de varios metros de altura. Me
llamó la atención la gran cantidad de Cortaderia selloana que habían cultivado,
estando divididas las plantas en grupos separados, me imagino que para realizar
distintos experimentos. Desconozco si Cortaderia se encuentra en fase de
invasión en China, tal y como sucede en España, o simplemente estudian su
comportamiento en el caso de ser introducida. Se trata de una gramínea
procedente de Sudamérica, denominada comúnmente “hierba de la Pampa” por su
área nativa, que alcanza varios metros de altura y cuyas hojas son alargadas y
con bordes aserrados debido al silicio que acumulan, no siendo comestibles para
muchos herbívoros (de ahí el nombre científico).
En la tercera y última sección del invernadero se encuentran
las plantas que utilizaré en el experimento que realizaré durante mi estancia
en China, Alternanthera philoxeroides. Ahora mismo, estando sin google,
agradezco haberme aprendido de memoria el nombre en su día. Hablándolo con el
Dr. Bi-Cheng, aquí no es común ni siquiera entre los académicos referirse a las
plantas por su nombre latín. Repuso simplemente que él no hablaba latín, a lo
que aclaré que nadie habla latín, ni siquiera en Europa. Así, tampoco sabía que
el nombre común de las plantas de fresa, que también estaban en el invernadero,
es Fragaria vesca (se trata de una epecie clonal, por eso realizan experimentos
con ella). Regresando al punto clave, A. philoxeroides, cuyo nombre común es
“Alligator weed”, es una planta también nativa de Sudamérica, que fue
introducida en China hace unos 100 años y que se encuentra en fase avanzada de
invasión biológica. Aquí causa problemas graves, es por eso que realizan
experimentos para conocer en detalle la fisiología de la planta y sus
respuestas frente a diversos factores, como estrés abiótico (temperatura, falta
de agua, fragmentación de los tallos) o depredadores. De eso último tratará
precisamente mi experimento, pero hablaré de ello en otro momento. Cuando lo
haya publicado, por ejemplo.
Una cosa que me llamó bastante la atención en el invernadero
fue que, debido a lo enorme que es y a que muchas de las plantas que allí se
encuentran son invasoras, algunas han comenzado a invadir aquellas partes que
están en desuso o poco cuidadas. Precisamente Alligator se encuentra en esta
situación. Y es justo así que obtendremos los depredadores que usaremos en el
experimento, puesto que se encuentran dentro del propio invernadero
alimentándose de la planta. Para comprobar si esto era así, el Dr. Bi-Cheng
trajo hace varias semanas muestras de la planta a su despacho, donde las plantó
en un terrario. Al cabo del tiempo, al menos tres especies de depredadores han
completado su ciclo vital dentro del terrario y los adultos campan a sus
anchas, mientras que las hojas de Alligator muestran señales de haber sido devoradas.
Otra cosa curiosa que vi dentro del invernadero fue un
hormiguero, bastante grande, que salía del suelo justo al lado de una de las
matas de Alligator. Mientras lo observaba abstraído, el Dr. Bi-Cheng me comentó
que existe una relación estrecha entre las hormigas y la planta. Las hormigas
“cosechan” a una especie de pulgones que se alimentan de la planta, por lo
tanto son indirectamente perjudiciales para la planta, al asegurar el bienestar
y supervivencia de la población de pulgones. Encontré esto sumamente
interesante, aunque no vi una aplicación directa en el control biológico de
Alligator. Mientras salíamos del invernadero, el Dr. Bi-Cheng me comentó que
ese era uno de los tres invernaderos que había en las instalaciones. Desde
luego, no andan cortos de material ni de fondos.
De vuelta a la facultad, por una ruta diferente, nos
detuvimos en una tienda a comprar algo de fruta. Había principalmente frutas
tropicales, algunas de las cuales había visto en España y otras no. De las que
ya conocía, había piñas, naranjas (dulces y sin semillas, como unas que cultiva
mi familia, lo cual me trajo gratos recuerdos), cerezas, uvas blancas (como las
que se comen en navidad), distintas variedades de sandía (aunque ninguna como
la grande y verde que se cultiva en España) y mangos. Distinguí también moras
de morera, de color negro. La morera es un árbol nativo de Asia, del cual se
alimenta el gusano de la seda (Bombyx mori). Es el único alimento del gusano,
de modo que el árbol se cultivaba tradicionalmente para poder obtener seda. La
fruta es deliciosa, semejante a la zarzamora europea. Yo compré cuatro mangos
pequeños por 6 yuanes, mientras que el Dr. Bi-Cheng compró varias naranjas
dulces y una fruta, ya pelada, de carne amarilla. Nunca he visto esa fruta en España
y su sabor no se parece a nada que haya probado antes. Es dulce, pero tiene un
regusto indescriptible, como a cierto tipo de gominola. Resultó ser
“Jackfruit”, una fruta enorme de cuyo interior se extraen numerosos gajos,
dentro de cada uno de los cuales hay una enorme semilla.
Al poco de regresar a la BFU, el profesor Alpert nos
requirió para acompañarlo a cenar. Eran las 17:30 y todavía no quedaban varias
horas de luz, por lo que me pareció una hora curiosa para cenar, aunque aquí es
lo habitual. En esta ocasión, más confiado en mi habilidad con los palillos,
decidí probar suerte con el arroz. Me sirvieron un cuenco amplio de arroz
blanco, sin salsa, acompañado de setas, pollo, tofu condimentado y algunos
vegetales. El precio fueron 5 yuanes. El pollo y las setas eran indistinguibles
salvo por el sabor, mientras que el tofu tenía su textura característica. Me
resultaba menos agradable al paladar que el resto de la comida. El Prof. Alpert
cenó lo mismo, mientras que el Dr. Bi-Cheng trajo a la mesa un plato de
vegetales y una sopa de carpa, aunque él mismo no estaba muy seguro.
Discutiendo acerca de la identidad de aquel plato de vegetales, que resultaron
tener un sabor muy amargo, el Prof. Alpert llegó a la conclusión de que se
trataba de “mustard”. Sabía igual y era semejante a la planta que en Galicia se
conoce como “grelos” o “nabizas”, que en el resto de España viene ser el nabo.
Normalmente se come sólo la raíz, no las hojas ni los tallos, debido a que
saben amargos.
Durante la cena tuvimos una agradable conversación acerca
del idioma chino. El Prof. Alpert no habla chino con fluidez, pero conoce
bastantes caracteres y nos dio una explicación muy interesante acerca de la
entonación. Las vocales tienen cuatro formas diferentes de pronunciarse, y
según parece están numeradas. En la transcripción fonética del idioma chino,
denominada “pinyin” o “pïn yïn”, estos tonos se expresan con los signos | - | ´
| ᵛ | ` |. La primera entonación es continua, como en el “oh” que se emite con
desgana. La segunda entonación es ascendente, como en el “oh” que expresa
sorpresa. La tercera entonación es primero descendente y luego ascendente, como
en el “oh” que expresa de manera exagerada una pregunta. La cuarta y última
entonación es descendente, como en el “oh” que expresa decepción. Esta
explicación, cosecha del Prof. Alpert, me parece muy ilustrativa.
Posteriormente hablamos de los caracteres chinos. No se
deben confundir con alfabeto chino, pues tal cosa no existe. Los únicos
caracteres que yo conocía antes de llegar a China eran 1 (una línea
horizontal), 2 (dos líneas), 3 (tres líneas), 10 (una cruz como la cristiana) y
hombre (dos líneas formando una v invertida). Tras dos días en la ciudad (y
cierta desidia por mi parte hacia el aprendizaje de nuevos caracteres), he aprendido
por fin otro carácter, el del yuen: es como el signo π con una segunda línea
horizontal sobre la que ya tiene. Existe además el símbolo del yuen (¥), pero
este no es un carácter. Ambos se pueden usar indistintamente, pero es más común
en China ver el primero.
Regresando a la conversación, el Prof. Alpert explicaba que
los neones sobre la facultad son una buena forma de familiarizarse con los
caracteres chinos. Sobre Beijing Forestry University hay seis caracteres, dos
por cada palabra. Los dos primeros significan “capital” y “norte”, ya que eso
significa el nombre de Beijing (parece sacado de una novela de George RR
Martin). Los dos siguientes son “arbol” y “técnica”, si no recuerdo mal el
significado de este último. Finalmente, los dos restantes son “grande” y
“colegio”.
Tras la cena fui de compras con Aini, pues necesitaba
comprar algunas cosas para la habitación del hotel, las cuales no había traído
de España por falta de previsión mezclada con exceso de optimismo. Entre esas
cosas estaban toallas, cubiertos y unas chanclas para usar en la ducha. La
experiencia de ir de compras por Beijing la comentaré más adelante en detalle.
Salimos del supermercado a las 20:00, y tras dejar las cosas
en el hotel regresé a la BFU hasta las 22:00. Me fui a dormir a las 23:00.
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