jueves, 9 de junio de 2016

11- Buscando una aguja en un pantano



11- Buscando una aguja en un pantano
28 de mayo
Me desperté en medio de la noche con un descubrimiento algo desagradable, pero que relataré por ser una parte interesante de la vida en cualquier país extranjero. El motivo por el que distintas culturas añaden mucho picante a la comida es para matar a las bacterias. Bien, pues resulta que esto también afecta a las bacterias del tracto digestivo, que son las encargadas de la etapa final de reabsorción de agua. Creedme, soy biólogo. Total, que me tocó hacer una carrera en zapatillas hasta el retrete. Espero que si evito volver a comer excesivo picante en los próximos meses se quede en una anécdota puntual.
Intención que se fue al garete en cuando bajamos a desayunar, pues algunos de los platos eran picantes. El desayuno está incluido en la tarifa del hotel y consiste en un buffet libre con una gran variedad de comida. Probé varios tipos de algas, setas fritas con cerdo, unas tiras de color beige y composición indescifrable, carne de medusa (un poco insípida, el Dr. Bi-Cheng me dijo después que se solía tomar con vinagre) y vegetales (maíz, habas rojas y aceitunas, las cuales echaba de menos). Acompañé la comida de una taza de té negro y una tacita diminuta con cereales de arroz inflado y leche. Una vez terminado esto, me serví un bol de copos de trigo con miel y leche. Debido a un error bastante cómico del Dr. Bi-Cheng, nos sentamos a una mesa donde dos hombres de negocios habían dejado sus cosas, por lo que desayunamos los cuatro en completo silencio. No parecían molestos, si acaso divertidos. El hotel es tan lujoso que hasta colocan cuchillo y tenedor a la mesa para el desayuno, oportunidad que no desaproveché.
Dentro de lo que es mi falta de previsión, como había supuesto que nos quedaríamos unos días en un hotel cutre, no había traído ni espuma de afeitar ni bálsamo. Pero tras ducharme (la ducha era de película, mármol acristalado y agua que cae del techo, hasta incluía botella de champú y gel) hice un apaño con el jabón del hotel que salió bastante bien. Descubrí la utilidad del espejo con brazo extensible que había pegado a la pared, aumenta la imagen y permite repasar el afeitado. A las 9:30 el Prof. Wan llegó a la recepción del hotel, desde donde salimos a la búsqueda del esquivo insecto que se alimenta de Alligator y que yo necesito para mi experimento. El tráfico era casi tan malo como el de Beijing. Pasamos frente a una universidad, aunque no vi el nombre, en cuya entrada había una gran estatua en mármol blanco de un sonriente Mao.
En Wuhan los taxis también son más baratos que en Beijing. Bajar la bandera cuesta 10 yuanes y el precio por kilómetro es de 6, en lugar de 10. Pensaba que iríamos a buscar el escarabajo directamente al río Yangtsé, pero resulté equivocado, como ya es habitual. Nos dirigimos en su lugar al Jardín Botánico de Wuhan, donde según un trabajo científico del año 2011 se había encontrado la especie introducida de escarabajo, así como otra especie nativa, que también se alimenta de Alligator. La planta estaba por doquier dentro del jardín botánico, tanto en zonas de prado, como en el borde de los estanques, sobresaliendo de fuentes de agua y en el lago cercano. Preferí ser previsor y me eché repelente de mosquitos cuando entramos, sabiendo que estaríamos rodeados de agua estancada, pero mis acompañantes lo rechazaron cuando se lo ofrecí.
El jardín botánico era bastante grande y tenía especies muy diversas. Al entrar nos dirigimos al edificio principal, donde hay una amplia colección de orquídeas. De un arco colgaban unos filamentos de color rosado, que resultaron ser las raíces de una especie vegetal trepadora. Había también estanques muy cuidados, con especies de helechos acuáticos. En otra zona del parque había unas grandes peceras de agua salada, cada una con una especie de alga nativa de China y su nombre correspondiente en una placa bajo el cristal. De las peceras subían burbujas diminutas del oxígeno que generaban las algas. Por doquier había estanques con paseos de madera que los atravesaban, donde el agua estaba cubierta por nenúfares y otras plantas acuáticas. No estoy seguro de si había una especie de nenúfar y otras similares, o eran varias especies del mismo género. Los nenúfares tenían flores rosadas o blancas con un tono amarillento en el centro, una de las especies indeterminadas con hojas flotantes circulares tenía sus flores moradas. Había otra especie de planta acuática, con grandes hojas circulares de hasta medio metro de diámetro, que en ocasiones se alzaban por encima de superficie del agua. Pequeñas libélulas danzaban sobre los estanques, algunas en plena reproducción (dos insectos volando juntos, el macho situado delante con la parte trasera de su abdomen enganchado detrás de la cabeza de la hembra). También había un número sorprendente de arañas, motivo por el cual había que andarse con ojo al darle la vuelta a las hojas de Alligator.
Alligator era omnipresente en el parque, haciendo notar su peligrosidad como especie invasora. Encontramos algunas hojas con marcas de mordiscos, pero ni rastro de la especie que estábamos buscando (Agasiclees hygrophila), pero encontramos unas larvas de color verde, con una especie de “cola” peluda y de color pardo, que se alimentaban de la planta. Encontramos también el escarabajo nativo que se alimentaba de Alligator. Posteriormente descubrimos que las larvas corresponden a ese mismo escarabajo, cosa que no se nos ocurrió cuando estábamos realizando la búsqueda. Tras varias horas dando vueltas por el jardín botánico, teniendo incluso las coordenadas GPS del trabajo que había avistado Agasicles en la zona, nos dimos por vencidos. Si hubiera larvas de la especie en algún punto del jardín botánico, con lo rápido que es su ciclo vital, desde el invierno ya se habrían expandido por toda la superficie del parque y habría plantas casi sin hojas o completamente muertas, lo cual no era el caso.
Nos dirigimos a continuación a una localización de Alligator fuera del jardín botánico, aunque a poca distancia. Pasamos entre unas casas y fuimos a dar a un conjunto de huertos, separados por canales de agua en forma de cuadrícula. Caminamos continuamente por charcos de barro, aunque el olor me hacía preguntarme si estaríamos pisando otra cosa además de tierra, pues quienes cultivaban allí optaban por recurrir a fertilizantes fáciles de obtener. Al cabo de un rato mi nariz terminó por acostumbrarse y dejé de pensar en ello. Cuando comenzamos a andar entre los cultivos pensé si era correcto que estuviéramos allí, ya que parecían terrenos privados (si es que tal cosa existe en China, lo cual desconozco). Sin embargo, las señoras que por allí pasaban apenas nos prestaban atención. Una dijo algo en chino, que traduje mentalmente como “no me piséis los tomates” por el tono. Los canales de agua se cruzaban saltando o bien a través de tablones, que en algunos casos eran puertas viejas de madera. Superado el rechazo inicial, lo cierto es que el sitio era agradable, si se tiene gusto por lo rural, y la variedad de especies era grande. Había unas plantas de color morado de las cuales colgaban unas frutas semejantes a las berenjenas, pero más delgadas y alargadas. También había varios ginkgos de pequeño tamaño, muy bonitos. Puede que me traiga alguna semilla a España cuando regrese.
Regresando a la búsqueda del escarabajo, los canales de agua estaban atestados de Alligator, algunos incluso habían sido rociados con herbicida para evitar que la planta los bloqueara, lo cual es frecuente en esta especie. Había también muchas lentejas de agua, aunque supongo que no se trata de la misma especie presente en Europa. En algunos canales poco profundos se distinguían en el fondo masas de diminutos filamentos rojos. Se trata de unos organismos que se alimentan de la materia orgánica presente en el agua, indican una fuerte contaminación. Se supone que debería saber el nombre, pero no lo recuerdo. Las plantas de Alligator mostraban signos de depredación, pero lo único que encontramos fue la misma larva verde que había en el jardín botánico. Por fin, en una mata particularmente grande, encontramos un escarabajo adulto. Ese fue todo el éxito de la jornada. Incluso, cuando revisamos la misma mata tiempo después, no volvimos a verlo. Me fijé en que las plantas de la zona estaban infestadas por unas hormigas negras, bastante grandes (de más de 1cm), que sospecho se alimentan de los demás insectos que hay en las plantas. Esto explicaría por qué vimos un insecto adulto (que pueden saltar y tienen alas) pero no larvas.
Eran casi las 14:00 cuando nos dimos definitivamente por vencidos y decidimos ir a comer. Paramos un taxi en el borde mismo de la carretera y nos dirigimos a la Universidad de Agricultura de Wuhan. El viaje, de media hora, costó 50 yuanes. Durante el recorrido pasamos frente a un arco de entrada a un edificio enorme, situado unos 100m por detrás. Al lado del edificio había un cartel con el rostro de Xi Jinping, presidente de la República Popular China, entre otras cosas (ese es su cargo más corto y conocido). En la fachada había una gran estrella roja y el mismo símbolo que había visto en otro edificio el lunes, de camino a Cuihu. Esta vez pregunté qué eral el edificio, y el Dr. Bi-Cheng me aclaró que se trataba de un edificio del gobierno, y que aquel era el símbolo del Partido Comunista Chino. Me hubiera encantado sacarle una foto, lo intenté, pero en ese momento pasaron varios autobuses por delante del edificio y el taxi volvió a ponerse en marcha. El campus de la Universidad de Agricultura está rodeado de tiendas y hay un centro comercial al lado. Allí nos dirigimos y escogimos para almorzar un restaurante que servía comida local.
Las mesas tenían una superficie de cristal, bajo la cual había cuatro cajones con los platos, vasos y demás cosas. Había en la mesa un distribuidor de agua caliente y dos frascos, uno con té (verde, fermentado) y el otro con diminutos capullos de rosa. El Dr. Bi-Cheng me sirvió un té con rosas, que estaba bastante bueno. El primer plato me sorprendió, pues eran cacahuetes pelados con sal. Por supuesto, había que comerlos con palillos, lo cual resultaba un poco aparatoso. Posteriormente llegaron a la mesa un enorme pescado asado, parecido al lenguado, acompañado por unas tiras marrones que (según las indicaciones del Dr. Bi-Cheng) debían ser grasa de pato; carne de ternera de un delicioso color rojo, con patatas fritas; noodles muy finos y de color negro (de raíz de helecho, “fern noodles”); un recipiente cerrado con arroz blanco sin acompañamiento y rodajas de patatas fritas. La bandeja de pescado estaba colocada encima de unas velas ardiendo, por lo que estaba bastante caliente. Para beber pidieron una botella grande de Pepsi. Era Pepsi de verdad, con el mismo logo y el nombre escrito en inglés y chino.
Estaba probando la ternera, un cacho con hueso, cuando el Dr. Bi-Cheng me comentó que eso era la “spine”. Miré el hueso que tenía cogido con los palillos sin entenderlo bien, y me señaló mi espalda. Claro, era una vértebra partida a la mitad, con carne por fuera y algo de tejido nervioso dentro. La carne estaba buena, muy condimentada, aunque el interior no lo probé. Harto de la comida picante, me animé con las patatas fritas. Cogí varias y las dejé en mi plato, con la mala suerte de que una cayó en mi té. Probé una de las patatas y tres segundos después, con mi nariz goteando, miré hacia el bol de patatas preguntándome en qué había metido la pata. Oh, caray. Las patatas tenían una guarnición de guindillas rojas, guindillas verdes y dientes de ajo. Aquellas #$@*&% patatas parecían cultivadas en el jardín de Lucifer y asadas en la fragua de Vulcano con magma del Monte del Destino. Me terminé las que me había echado en el plato por puro orgullo. Por desgracia, mi té también sabía picante después de aquello. Me pasé buena parte de la comida pescando cacahuetes con los palillos, intentando esta vez no abusar del picante. El Dr. Bi-Cheng me preguntó si sabía por qué es tradicional de este sitio echar mucho picante a la comida. “¿Porque son gente solitaria y odian a los forasteros?”, pensé yo. “Porque el clima aquí es frío, y la comida ayuda a mantener el cuerpo caliente”, respondió. Bueno, tiene sentido. Si comes mucho picante te calientas dos veces: al comerlo y más tarde al ir al retrete.
Tras terminar de comer nos dirigimos a la universidad. Es tan grande (200 hectáreas, de las cuales la mayor parte son para realizar experimentos de campo) que cogimos un microbús para llegar hasta los invernaderos. Era un vehículo pequeño y de color verde, había varios recorriendo el campus y en cada uno cabían unas 15 personas. Tras bajar en nuestra parada caminamos un rato a través de un pequeño bosque, en cuyo interior había dos invernaderos en donde el Prof. Wan está realizando experimentos. Da la casualidad que sus experimentos son de competencia entre especies nativas e invasoras, y el año que viene tenía pensado realizar uno similar en España. Le comenté el diseño que tenía en mente y lo comparamos con el suyo. Definitivamente quiero leer su paper cuando lo haya publicado, sino antes. Al lado de los invernaderos había una laguna artificial.
Las instalaciones del campus eran impresionantes, por su extensión así como por lo bien mantenidas que estaban. Había una especie de invernaderos, conformados por vigas rodeando canales de agua, donde se realizaban experimentos con una especie de arroz. Asimismo había muchos edificios residenciales y con diferentes facultades. Las calles eran muy amplias y rodeadas por árboles, había muchos alumnos dando vueltas en bicicleta. Vivir allí parecía el sueño de cualquier universitario. Si realizo otra estancia o bien el postdoctorado en China (lo cual ya son planes a largo plazo), creo que preferiría esta universidad antes que la BFU, que está asediada por el tráfico y las obras, por no hablar de la contaminación. La calidad del aire en la universidad de Wuhan, situada en las afueras de la ciudad y rodeada de bosques, debe ser buena. El edificio principal del campus estaba dividido en dos mitades, entre las cuales discurrían unas escaleras de varias plantas de altura que daban a una especie de mirador con buenas vistas sobre la avenida principal. Todos los edificios que se veían desde allí, según me indicó el Prof. Wan, pertenecían a la universidad.
Pasamos frente a otro edificio enorme, rectangular y bastante moderno. Se trata del laboratorio de investigación genética de cultivos, un campo muy importante para China. Si lograran que el arroz, su principal cultivo, fuera capaz de desarrollar relaciones con bacterias del género Rhizobium (presentes en las raíces de las legumbres) y fijar nitrógeno atmosférico, ocurrirían tres cosas: primero, aumentaría de manera espectacular la productividad de los cultivos; segundo, se ahorrarían muchos fertilizantes que actualmente se usan para aportar nitrógeno al arroz; tercero, se ahorraría una cantidad inmensa de electricidad, pues la fijación industrial de nitrógeno atmosférico para fertilizantes requiere cantidades ingentes de electricidad; cuarto, esto evitaría una parte significativa del gasto de combustibles fósiles de China para producir electricidad; quinto, la reducción en la quema de combustibles fósiles implicaría mejoras sustanciales en la calidad del aire. Por todo ello, es un campo de investigación clave para el país. Curiosamente, el Prof. Wan comentó que todo el edificio estaba a cargo de un único profesor, con un equipo de investigadores impresionante a sus órdenes.
Visitamos a continuación la facultad del Prof. Wan, la de agricultura. Para entrar en el edificio nos tuvimos que poner fundas de plástico en el calzado. Sin embargo, pese a que me imaginaba una visita a algún laboratorio o al menos al despacho del Prof., nos limitamos a recorrer un pasillo en el que el Dr. Bi-Cheng sacó una foto a un póster con datos. Me explicó que era lo que costaba realizar distintos análisis, bien para esa universidad o para otra que enviara allí sus muestras. Es posible que tengamos que recurrir a sus servicios para analizar los resultados de nuestro experimento, el Dr. Bi-Cheng todavía no lo sabe. Regresamos dando un paseo a la salida del campus. De camino pasamos frente a un hospital, un colegio de primaria y una guardería. Estos últimos son para los hijos de los profesores de la universidad, que como es lógico viven en el campus con sus familias. Imagino que estos servicios son gratuitos para ellos. Tantas comodidades resultan muy tentadoras, así como prácticas.
Una vez fuera de la universidad, el Dr. Bi-Cheng se detuvo en una tienda donde vendían distintas partes de la anatomía del pato, envasadas por separado. Compró cuello, una delicia local. Fuimos a cenar a un restaurante de comida rápida y el Prof. Wan se despidió de nosotros. La cena consistió en una hamburguesa de pollo, dos alitas, un refresco y patatas fritas, todo por 17 yuanes. La hamburguesa estaba bastante buena, el pollo tenía más consistencia que el que sirven en restaurantes parecidos en España, aunque prefiero el estilo español. El rebozado del pollo tenía una especie de arroz frito, igual que las alitas. Estas, por su parte, estaban bastante picantes (cómo no). Las patatas sabían exactamente igual a las de cualquier otro restaurante de comida rápida, con el kétchup estaban buenas. Mientras cenábamos, el Dr. Bi-Cheng me preguntó cuál era mi opinión de China antes de viajar al país. Le dije que me interesaba la cultura y la comida, china, así como su gobierno. El partido comunista, y esas cosas, aclaré. Pero dije también que no era como me lo esperaba, sin especificar. Él tampoco preguntó más detalles.
Regresamos al hotel en otro taxi, el viaje costó 27 yuanes y fue bastante rápido. Mientras caminábamos hacia el hotel vi, detrás de una parada de autobús, una escena inédita. Un hombre con aspecto de mendigo estaba sentado en el suelo, rodeado por carteles con caracteres de tinta roja, que estaba pintando. Había gente alrededor mirándolo. Le pregunté al Dr. Bi-Cheng qué ponía en los carteles. Pongo una traducción literal de su respuesta: “Ese hombre no infringió la ley, pero el Gobierno dijo que sí lo había hecho. Estuvo muchos años en la cárcel. Los carteles son protestando por eso. Por su caso y por otra mucha gente que está en la misma situación”.
De vuelta al hotel probamos el cuello de pato. Eran tacos del tamaño de una nuez, de color marrón muy oscuro y con las vértebras dentro. Cogí uno y lo mordisqueé durante un rato, con miedo a romper y tragarme un hueso. Cuando hube terminado, seguramente por haberlo chupado con los labios, estos comenzaron a hormiguearme durante un buen rato, al igual que la lengua. Definitivamente se les va la mano echándoles especias a la comida. La carne, quitando ese detalle, estaba deliciosa. Escribo estas líneas bebiendo un té de crisantemo que está exquisito, por cortesía del hotel.

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