15- Portela y Dong, control de malas hierbas
1 de junio
El día no empezó demasiado bien. Me levanté a las 7:00 y al
ducharme encontré que el agua estaba tibia, casi fría. Fui a dejar la ropa
sucia en la lavandería y la mujer que trabaja allí empezó a repetir algo, alto
y despacio, pero que yo evidentemente no estaba entendiendo. Me puso un poco de
los nervios, pues tal vez fuera algo importante. Pensé en llamar por teléfono a
alguien que me hiciera de traductor, pero el Dr. Bi-Cheng estaba en el tribunal
de graduación de varios alumnos
(equivalente a un TFG en España) y Aini estaba durmiendo. Simplemente
dejé la ropa, pagué y me fui. El desayuno consistió en una tortita rellena de
carne con verduras, un bollo de pan dulce y una mezcla de vegetales incluyendo
algas picantes y apio. Me sentí un poco inútil a medida que la tortita se iba
desmenuzando por el plato mientras intentaba pescarla con los palillos.
La mañana me la pasé en la oficina trabajando. A las 12:00
(hora exacta, según el reloj) apareció un sonriente Dr. Bi-Cheng con dos platos
de fruta, conteniendo plátanos, cerezas y uvas blancas. Decidí que aquel sería
mi almuerzo, ya que si pido algo en la cafetería termino tan saciado que luego
la cena me supera. A eso de las 14:30 nos dirigimos al invernadero junto con un
estudiante de la carrera, que no sabía hablar inglés. De camino pasamos a
buscar al estudiante de doctorado del Prof. Fei-Hai cuyo nombre nunca recuerdo
(Lu, o Liu, o algo parecido), que también nos ayudaría.
Los objetivos eran dos: despejar una gran zona cubierta por
malas hierbas (que los propios investigadores de la BFU habían plantado en
macetas y luego habían descuidado por completo) y preparar las plantas para mi
experimento. De la primera parte se encargaron el Dr. Bi-Cheng y el otro
estudiante, mientras Lu (le va a quedar ese nombre, lo siento si no se llama
así) y yo seleccionamos las plantas. Nos sentamos en dos sillas de plástico
diminutas, en cuclillas, y comenzamos a cortar “ramas” de las plantas de
Alligator que crecían en unos enormes recipientes cúbicos con sustrato y agua.
Hicimos una primera selección en base al número de rametos (pares de hojas) de
cada rama. Una vez tuvimos unas 170 plantas (yo necesito 96 para el
experimento), hicimos una segunda criba atendiendo a que los dos primeros
rametos tenían que caber en una maceta, por lo que la distancia entre ellos no
debía ser demasiado grande. Para no complicarnos sin motivo, cogimos una maceta
y fuimos comprobando el tamaño de las plantas colocándolas encima. Arrancamos
todas las flores y las plantitas que estuvieran creciendo en la rama, sólo
queríamos el tallo y las hojas.
En una estantería metálica fuimos colocando vasos de
plástico de un litro (los de los cubalitros) llenos hasta arriba de agua, en
cada uno de los cuales pusimos tres plantas. Nos habíamos quedado en 120 tras
la segunda criba, así que volvimos a seleccionar ramas hasta llegar a 150. Al
terminar de llenar los vasos, cubrimos la estantería con una malla de plástico
negra, para que la luz excesiva del invernadero no dañara a las plantas
mientras no tuvieran raíces. Son plantas invasoras, supongo que estarán
estupendamente en sus vasos de agua durante las próximas semanas.
A continuación nos unimos al equipo de limpieza del
invernadero. De unos cajones con tierra habían crecido unos matorrales con
flores amarillas que ocupaban unos 8 metros cuadrados de suelo. Yo empecé a
cortar las ramas con unas tijeras para meterlas en un cubo, hasta que vi que Lu
agarraba una planta entera y la arrancaba sin dificultades. Vale, su método era
más rápido. Nos pusimos a arrancar plantas a puñados hasta que limpiamos todo,
luego pasamos a otros cajones donde había unas plantas parecidas a las
gramíneas, pero sin silicio en los bordes de las hojas (por suerte, ya que no
teníamos guantes). Muchas plantas habían empezado a crecer entre los ladrillos
del suelo, de modo que cogimos unas palas y empezamos a arrancarlas. Había
incluso hojarasca debajo de los matorrales. Con todos los restos vegetales, la
tierra usada y la infinidad de plásticos que había por el suelo llenamos varias
carretillas enormes, que vaciamos en un contenedor. Al final habíamos limpiado
una zona bastante amplia para colocar mis macetas. Encontré incluso unas
tijeras, que por la capa de tierra que las cubría calculo que deben pertenecer
al periodo Ming tardío.
Durante la cena el Prof. Alpert nos acompañó al Dr. Bi-Cheng
y a mí a la cafetería. Más concretamente, nos estaba esperando ya con el bol de
arroz en la mano en el descansillo de las escaleras de acceso, se ve que tenía
hambre. El Dr. y yo nos decantamos por los tallarines con pollo y salsa de
cacahuete, que en realidad resultó ser sésamo, aunque juro y perjuro que eso
sabe a cacahuete. Echaban por la tele los dibujos de la oveja Shaun, que me
entretuve viendo mientras comía. Lo bueno que tienen es que son casi mudos, no
se necesita verlos con sonido. Antes de las 21:00 pasé por la lavandería a
recoger mi ropa. En esta ocasión no tuve ningún problema de comunicación,
aunque me quedó la duda de qué era lo que me intentaban decir por la mañana.
Debería instalar un traductor en el móvil… claro que no me funciona el
navegador y el Android market necesita conectarse a la cuenta de Gmail.
Pequeños problemas por doquier.
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