sábado, 4 de junio de 2016

6- Agua de mayo



6- Agua de mayo
23 de mayo
Empecé el día con mal pie. El sábado el Dr. Bi-Cheng me había dejado una tarjeta para pagar en el comedor, advirtiéndome de que apenas tenía dinero. Me indicó que se recargaban en un edificio al lado del comedor, pero yo no sabía cuál era, así que confié en que la tarjeta tuviera un par de yuanes para poder desayunar. Error. Pedí unas tiras de vegetales que costaban 0,2 yuanes, pero la tarjeta tenía 0,1. Las tiras ni siquiera eran un plato de desayuno, eran un acompañamiento. Avergonzado, intenté explicarle a la camarera que no tenía más dinero y saqué la cartera para pagar, pero ella no entendía mi inglés. Terminó por reírse y empujó el plato hacia mí, ofreciéndomelo. Tan nervioso me puse que le di las gracias en inglés en lugar de en chino (“xiexié”). Además, el plato que había pedido picaba mucho.
Tras una mañana de trabajo, fui a comer con el Dr. Bi-Cheng y la Dra. Hong Li, que tiene su despacho enfrente al nuestro. Aprendí por fin a recargar la tarjeta. La comida consistió en carne (creo que de cordero, por descarte), tallos de apio (descubrí que en inglés tiene un nombre precioso, “celery”), calabacín y algo de color rojo que resultó picar como si fuera una guindilla. También me ofrecieron un pastel de tofu que sabía bastante bien y una carne de color oscuro. La probé antes de preguntar qué era, el sabor me recordó al hígado, plato que me encanta. Resultaron ser riñones de pollo. Saben mejor de lo que cabe esperar. Para beber tomamos unos cuencos de líquido rojo, que según me explicaron se prepara con semillas de soja.
Durante la comida la Dra. Li se esforzó por pronunciar bien mi nombre y el del Prof. Roiloa, pero los resultados no fueron buenos. Es cierta la leyenda de que los chinos no pueden pronunciar bien la “r”, al menos el sonido fuerte que existe en la lengua española. Recuerdo lo mucho que me costó entender al Dr. Bi-Cheng cuando, comprando frutas, se refería a una de ellas como “Jagon fut”. Resultó llamarse “Dragon fruit”. La Dra. Li, muy amablemente, me preguntó si quería acompañarla aquella tarde a visitar el “Wetland Park” de la BFU junto con varios alumnos. Acepté sin dudarlo. Compramos unos botellines de agua en una tienda que hay enfrente a la cafetería, donde venden alimentos, principalmente fruta, y es todo muy barato. Un botellín de agua cuesta 2 yuanes.
Poco antes de las 14:00 nos dirigimos hacia uno de los parques de la BFU, donde esperaban un autobús y los alumnos de la Dra. Li. Resultó tratarse de una clase entera de segundo año de carrera. Nuestro destino era el Cuihu National Urban Wetland Park, a unos 30 min de distancia de Beijing. De camino pasamos al lado de edificios en construcción, bloques de torres de apartamentos y un edificio enorme, gris, con una gran estrella roja en el centro, que supongo debe ser algún edificio gubernamental. El parque Cuihu, según me explicó la Dra. Li, pertenece a las universidades, por lo que no está abierto al público general. Aun así, cuando llegamos nos topamos con varios grupos de visitantes, los miembros de uno de ellos vestían las mismas camisetas y llevaban una bandera.
El interior del parque era precioso, había varios estanques con nenúfares y otras plantas acuáticas, y contaba con varios senderos circulares. Uno de los estanques tenía vidrieras en uno de sus bordes, que permitían observar su interior y distinguir las distintas especies de peces que lo habitaban. Nos topamos con varias familias de patos, que cruzaban andando un bosque de abetos. El cielo, que estaba nublado desde por la mañana, comenzó a descargar gotas de agua cuando entramos en el parque. Media hora después sonó un trueno fortísimo (el único de la tarde), tras lo cual llegó una lluvia persistente. La gente se agrupó bajo los paraguas y unos estudiantes muy amables me ofrecieron el suyo. Volvimos a cruzarnos con los patos, que nadaban tranquilamente por uno de los estanques.
Nos detuvimos en una zona cubierta a esperar a que dejara de llover. Tras eso, continuamos la visita. La cantidad de especies vegetales, tanto terrestres como acuáticas, era impresionante. Había también aves acuáticas, varias especies de pato y garzas, y mariposas que cubrían los arbustos con flores (aquella zona del parque tenía el adecuado nombre de “valle de las mariposas”). Al regresar a la salida, nos tomamos unas fotos en grupo y regresamos al autobús. La visita había durado dos horas, hasta las 16:30. Comprobé que los estudiantes hablaban inglés, aunque poco. La Dra. Li me explicó que en China se estudia el inglés como segunda lengua, pero que el nivel por lo general es bastante bajo. Insistió en que mi nivel de inglés es excelente, cosa curiosa puesto que llevo 6 años sin asistir a ninguna clase y en ese tiempo apenas lo he practicado.
Todas las entradas a Pekín parecen pasar a través de un bosque de torres de alta tensión, que se extienden hasta donde alcanza la vista formando hileras de cableado. La electricidad es para esta gigantesca ciudad como el oxígeno para el cuerpo humano, que debe ser distribuido a cad uno de sus células. En el camino de vuelta aprendí un par de palabras nuevas, todas bastante básicas. “Ni” significa tú, “ni ma” vosotros, “sè” es sí y “pu” es no. También aprendí un nuevo carácter, “centro” o “medio”, que es un rectángulo atravesado en el medio por una línea vertical. Cené arroz blanco con tofu en salsa. Me sirvieron tal cantidad de tofu que no conseguí terminarlo.

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