6- Agua de mayo
23 de mayo
Empecé el día con mal pie. El sábado el Dr. Bi-Cheng me
había dejado una tarjeta para pagar en el comedor, advirtiéndome de que apenas
tenía dinero. Me indicó que se recargaban en un edificio al lado del comedor,
pero yo no sabía cuál era, así que confié en que la tarjeta tuviera un par de
yuanes para poder desayunar. Error. Pedí unas tiras de vegetales que costaban
0,2 yuanes, pero la tarjeta tenía 0,1. Las tiras ni siquiera eran un plato de
desayuno, eran un acompañamiento. Avergonzado, intenté explicarle a la camarera
que no tenía más dinero y saqué la cartera para pagar, pero ella no entendía mi
inglés. Terminó por reírse y empujó el plato hacia mí, ofreciéndomelo. Tan
nervioso me puse que le di las gracias en inglés en lugar de en chino
(“xiexié”). Además, el plato que había pedido picaba mucho.
Tras una mañana de trabajo, fui a comer con el Dr. Bi-Cheng
y la Dra. Hong Li, que tiene su despacho enfrente al nuestro. Aprendí por fin a
recargar la tarjeta. La comida consistió en carne (creo que de cordero, por
descarte), tallos de apio (descubrí que en inglés tiene un nombre precioso,
“celery”), calabacín y algo de color rojo que resultó picar como si fuera una
guindilla. También me ofrecieron un pastel de tofu que sabía bastante bien y
una carne de color oscuro. La probé antes de preguntar qué era, el sabor me
recordó al hígado, plato que me encanta. Resultaron ser riñones de pollo. Saben
mejor de lo que cabe esperar. Para beber tomamos unos cuencos de líquido rojo,
que según me explicaron se prepara con semillas de soja.
Durante la comida la Dra. Li se esforzó por pronunciar bien
mi nombre y el del Prof. Roiloa, pero los resultados no fueron buenos. Es
cierta la leyenda de que los chinos no pueden pronunciar bien la “r”, al menos
el sonido fuerte que existe en la lengua española. Recuerdo lo mucho que me costó
entender al Dr. Bi-Cheng cuando, comprando frutas, se refería a una de ellas
como “Jagon fut”. Resultó llamarse “Dragon fruit”. La Dra. Li, muy amablemente,
me preguntó si quería acompañarla aquella tarde a visitar el “Wetland Park” de
la BFU junto con varios alumnos. Acepté sin dudarlo. Compramos unos botellines
de agua en una tienda que hay enfrente a la cafetería, donde venden alimentos,
principalmente fruta, y es todo muy barato. Un botellín de agua cuesta 2
yuanes.
Poco antes de las 14:00 nos dirigimos hacia uno de los
parques de la BFU, donde esperaban un autobús y los alumnos de la Dra. Li.
Resultó tratarse de una clase entera de segundo año de carrera. Nuestro destino
era el Cuihu National Urban Wetland Park, a unos 30 min de distancia de Beijing.
De camino pasamos al lado de edificios en construcción, bloques de torres de
apartamentos y un edificio enorme, gris, con una gran estrella roja en el
centro, que supongo debe ser algún edificio gubernamental. El parque Cuihu,
según me explicó la Dra. Li, pertenece a las universidades, por lo que no está
abierto al público general. Aun así, cuando llegamos nos topamos con varios
grupos de visitantes, los miembros de uno de ellos vestían las mismas camisetas
y llevaban una bandera.
El interior del parque era precioso, había varios estanques
con nenúfares y otras plantas acuáticas, y contaba con varios senderos
circulares. Uno de los estanques tenía vidrieras en uno de sus bordes, que
permitían observar su interior y distinguir las distintas especies de peces que
lo habitaban. Nos topamos con varias familias de patos, que cruzaban andando un
bosque de abetos. El cielo, que estaba nublado desde por la mañana, comenzó a
descargar gotas de agua cuando entramos en el parque. Media hora después sonó
un trueno fortísimo (el único de la tarde), tras lo cual llegó una lluvia
persistente. La gente se agrupó bajo los paraguas y unos estudiantes muy
amables me ofrecieron el suyo. Volvimos a cruzarnos con los patos, que nadaban
tranquilamente por uno de los estanques.
Nos detuvimos en una zona cubierta a esperar a que dejara de
llover. Tras eso, continuamos la visita. La cantidad de especies vegetales,
tanto terrestres como acuáticas, era impresionante. Había también aves
acuáticas, varias especies de pato y garzas, y mariposas que cubrían los
arbustos con flores (aquella zona del parque tenía el adecuado nombre de “valle
de las mariposas”). Al regresar a la salida, nos tomamos unas fotos en grupo y
regresamos al autobús. La visita había durado dos horas, hasta las 16:30. Comprobé
que los estudiantes hablaban inglés, aunque poco. La Dra. Li me explicó que en
China se estudia el inglés como segunda lengua, pero que el nivel por lo
general es bastante bajo. Insistió en que mi nivel de inglés es excelente, cosa
curiosa puesto que llevo 6 años sin asistir a ninguna clase y en ese tiempo
apenas lo he practicado.
Todas las entradas a Pekín parecen pasar a través de un
bosque de torres de alta tensión, que se extienden hasta donde alcanza la vista
formando hileras de cableado. La electricidad es para esta gigantesca ciudad
como el oxígeno para el cuerpo humano, que debe ser distribuido a cad uno de
sus células. En el camino de vuelta aprendí un par de palabras nuevas, todas
bastante básicas. “Ni” significa tú, “ni ma” vosotros, “sè” es sí y “pu” es no.
También aprendí un nuevo carácter, “centro” o “medio”, que es un rectángulo
atravesado en el medio por una línea vertical. Cené arroz blanco con tofu en
salsa. Me sirvieron tal cantidad de tofu que no conseguí terminarlo.
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