jueves, 30 de junio de 2016
viernes, 24 de junio de 2016
25- El sueño de cualquier mujer.
25- El sueño de cualquier mujer
18 y 19 de junio
El sábado fue un día… solitario, a decir verdad. Cuando me
desperté Aimi ya se había marchado del hotel y el Dr. Bi-Cheng no apareció por
la oficina. De hecho, no vi a nadie del departamento en todo el día. Estuve
completamente solo en la facultad desde las 10 de la mañana hasta casi las 10
de la noche. Aproveché para seguir leyendo papers, que falta me hace. Mi comida
consistió en arroz acompañado de enormes setas de color gris y tiras de carne
de cerdo. Por la noche en el hotel me dediqué a buscar nuevos papers en
internet, ya que sin el Dr. Bi-Cheng en la oficina no soy capaz de activar el
WiFi. Como Aimi no había llegado, se me fue haciendo cada vez más tarde y
finalmente me acosté a las dos de la madrugada. Total, era sábado.
El domingo me levanté tarde (relativamente) y fui a comer a
las 10.30. Es curioso, porque normalmente a esa hora en España estoy
desayunando. De camino a la cafetería vi una gran multitud que se aglomeraba en
una de las calles laterales del campus. El día anterior habían colgado unas
pancartas, pero como es lógico yo no sabía qué anunciaban. El Dr. Bi-Cheng me
había comentado unos días antes que, al finalizar el curso y marcharse la
mayoría de estudiantes a sus casas, solían celebrar un mercadillo y vendían las
cosas que no necesitaban, como ropa o libros. Decidí pasarme a echar un ojo
después de almorzar. Estaba comiendo unos tallos de loto (son como las patatas
asadas pero con agujeros, un poco crujientes, están ricos) con apio y guindillas
cuando un hombre que empujaba un carrito con dos niños pequeños se detuvo en la
mesa de al lado. Mientras comía, sentó a uno de los niños en el asiento que yo
tenía enfrente. No me quitó ojo de encima hasta que el padre terminó y se
fueron. Muy curioso. Aquí, por cierto, es habitual sentarse en los sitios
libres de una mesa aunque haya alguien comiendo en ella. Lo hacemos bastante a
menudo cuando nuestras horas de comer coinciden con la hora a la que los
alumnos terminan las clases y las cafeterías están saturadas.
Salí a la calle con el estómago lleno y me dirigí hacia lo
desconocido, al mercadillo de fin de curso. En serio, el sueño de cualquier
mujer (no es por ser machista, es que estaba al lado de las residencias
femeninas y las únicas cosas que había a la venta eran de mujeres). Ambas
aceras estaban a rebosar de cosas apiladas para su venta. Principalmente se
trataba de ropa. O bien estaba formando montones o bien eran maletas abiertas
con el contenido revuelto. Había cajas de zapatos de todos los estilos,
vestidos, sombreros, sombrillas… Pero también muebles, material de escritorio e
incluso de tocador. Había quien vendía maquillaje o hasta el tubo de la pasta
de dientes. Lo que más llamó la atención, sin duda, fueron los libros. Apilados
enfrente de cada puesto había montones de libros, revistas y (alguna gente se
morirá de la envidia cuando lea esto) colecciones completas de manga. En chino,
claro. Había compradoras que parecían bastante satisfechas llevando entre los
brazos pilas de mangas de casi un metro de altura. Me fastidió sobremanera que
la mayoría de libros estuvieran en chino. Las únicas excepciones resultaron ser
diccionarios chino-inglés y colecciones de tests de los exámenes de la
Cambridge School. Compré por 5 yuanes un diccionario, pero creo que va a ser
poco útil, ya que las palabras están ordenadas por la primera sílaba en pinyin
del primer carácter. Si fuera inglés-chino me resultaría más cómodo utilizarlo.
Estuve tentado de comprar algún test de la Cambridge School (ya que pienso
sacarme un título en cuanto vuelva a España, con el nivel de inglés fresco),
pero no me apetecía comprar una colección entera. Había, medio escondido entre
revistas en chino, un libro en inglés (con la portada en castellano, cosa
extraña) acerca de usos de la madera en la construcción. Se me pasó por la
cabeza comprarlo para cierta arquitecta con preferencia por las construcciones
en madera, pero el contenido del libro eran artículos científicos del estilo
“análisis de vigas de nogal con rayos X”, así que lo devolví a su sitio.
También compré un pequeño cactus por 10 yuanes, para tener en la oficina
(aunque sospecho que me subieron el precio cuando lo pregunté en inglés). En
otro de los puestos me paré a ver una baraja de cartas con la caja en chino, esperando
que fueran cartas con diseño original o algo, pero resultaron ser de póker,
normales y corrientes. Sin embargo, la vendedora me las regaló, era bastante
maja. Definitivamente, la gente estaba deseando deshacerse de todo aquello. El
Dr. Bi-Cheng me comentó que se podían conseguir cosas por un 1% de su precio en
aquel mercadillo (colecciones completas de manga en chino, repito por si no ha
quedado claro), pero desgraciadamente yo no encontré por ningún lado ropa de
hombre.
Tras dar dos vueltas completas a la calle, una idea cruzó mi
mente: “Quieto parado. Esto está al lado de la residencia femenina, por eso hay
mujeres vendiendo sus cosas. ¿Y si hay otro mercadillo en las residencias
masculinas? Porque aquí pocos vendedores veo”. Pasé por la oficina a dejar el
botín y acto seguido di una vuelta completa al campus, atento a otras
aglomeraciones de gente. No encontré nada, la calle de las residencias
masculinas estaba casi desierta. Pues vaya, mi gozo en un pozo. A saber, igual
el mercadillo para hombres había sido por la mañana o lo celebraban otra
semana, que todo puede ser. Aproveché para recorrer casi todo el campus y sacar
algunas fotos. Hice un descubrimiento sorprendente: el edificio de ladrillo que
está pegado a nuestra facultad y se ve desde mi ventana resulta ser un museo.
Estaba cerrado, pero pienso ir la próxima semana a visitarlo, ya que según el
Dr. Bi-Cheng contiene una enorme colección que antes pertenecía a la School of
Nature Conservation (dijo incluso algo de un elefante).
A eso de las 15:00 cuando estaba enfrascado con los papers,
entró por sorpresa el Dr. en el despacho. No me lo esperaba un domingo por la
tarde en la oficina, aunque él a mi sí. Comentó que a semana que viene no
estará, ya que viaja a su ciudad natal el martes por motivos personales, y la
semana siguiente viaja a una estación de investigación para enseñar a sus
alumnos a realizar muestreos de campo. Toda una semana perdidos en el monte,
vaya nivel (y no lo digo en tono irónico, ojo). En conclusión, estaré dos
semanas sin él, por lo que tendré que encargarme de las plantas del invernadero
yo solito, y el inicio del experimento se pospone hasta su regreso. Bueno,
mejor para las plantas. Al respecto de eso, hice dos descubrimientos muy
prometedores por la tarde: hay larvas de Agasicles en el terrario de mi
izquierda y también en el que tengo enfrente. Empezaba a preocuparme que
nuestro uso y abuso del aire acondicionado hubiera vuelto inviables los huevos
(es una especie tropical y los huevos son sensibles al frío), pero han empezado
a eclosionar. Eso es bueno, en dos semanas tendré muchas larvas adultas (valga
el oxímoron) tanto en la oficina como en el invernadero. Bien para mi, mal para
las plantas.
Fuimos a cenar a la cafetería que se encuentra en el otro
lado del campus, atravesando el edificio de clases número 2 (digo atravesando y
no pasando porque literalmente lo atravesamos para ir y volver del comedor; el
hall es muy bonito, tiene bastantes esculturas). En esta ocasión fuimos a otra
cafetería diferente (y ya he visitado 5 de las 7 que hay en el campus, me
faltan la de profesores y la de musulmanes). En las cafeterías de este edificio
se come muy bien, son las que están entre los edificios donde se imparten las
clases, así que siempre están llenas de alumnos. Comí unos noodles con salsa de
sésamo, aunque estos eran más finos que los espaguetis normales y costaba
cierto trabajo sorberlos en la boca. En esta cafetería, además, se sirven
desayunos durante toda la mañana hasta fin de existencias, sin horarios, y el
Dr. Bi-Cheng comentó que sirven unos panecillos que están muy buenos. Debo ir
allí más a menudo. Ya se sabe, los bares de carretera donde la comida es rica y
barata son aquellos que tienen aparcados camiones fuera; y las mejores
cafeterías universitarias según esos dos criterios son las que están siempre
llenas de estudiantes. Para rematar la jornada descargué un par de libros en
pdf (nada que ver con la investigación) y de paso me leí El Principito, de
Antoine de Saint-Exupéry. Si hubiera sabido lo corto que era, no hubiera
llegado a entrar en mi lista de libros pendientes. Lectura amena, muy
recomendable.
24- El negociador.
24- El negociador
17 de junio
El viernes fue un buen día. Me levanté pronto, para no
quedarme sin desayunar, y mi recompensa fue sufrir un atentado en la cafetería.
Ya lo dice el refrán: “a quien madruga, patada en los… “. Estaba en la cola
para pedir el desayuno cuando escuché que a mis espaldas a alguien se le caía
un plato de plástico al suelo. Acto seguido, una lluvia de sopa de arroz cayó
sobre los que estábamos en la cola. Fue una tontería, pero me animó la mañana.
Tras limpiarme la camisa y dejar la colada en la lavandería me dirigí a la
facultad, donde estuve trabajando hasta que llegó el Dr. Bi-Cheng. Al mediodía
fuimos juntos a almorzar, esta vez a una cafetería diferente que se encuentra
en otra parte del campus. Me explicó que hay siete cafeterías, contando las
cinco del edificio principal (yo sólo conocía tres) y dos en el otro edificio.
Comentó que había una cafetería “secreta” para musulmanes (con comida que su
religión les permite consumir) en el edificio principal, entre la primera
planta y la segunda, pero que se accede por otras escaleras. Luego hay otra en
el sótano, a la que no he ido, donde suelen comer los profesores. Mi comida
consistió en arroz con judías, carne, unas láminas de pasta y unas bolas que
sabían a gambas. Estaba muy rico, aunque le habían echado guindillas y pimienta
de Sichuan de manera bastante generosa, por lo que el arroz me terminó
abrasando la boca. Salí del comedor con la nariz moqueando.
Por la tarde el Dr. Bi-Cheng me comentó que necesitaba unos
datos de mi universidad. Dirección, nombre del “líder” y una pequeña
descripción en inglés. Los datos los saqué de la página de la UDC, que por
suerte tiene versión en inglés, y por líder supuse que se refería a Julio
Abalde, el rector. En la página correspondiente de la UDC aparecían sus datos y
una foto de tamaño grande. Desde luego, hay gente poco fotogénica y después
está ese hombre. Conste que me cae bien, falta hacía un rector de la facultad
de ciencias. De hecho, tiene el despacho enfrente de mi laboratorio en la facultad,
el de ecología. Tras darle los datos, le pregunté al Dr. Bi-Cheng para qué le
hacían falta y me comentó que eran para “un contrato”. Lleno de orgullo, le
pregunté si la BFU se disponía a hacer algún contrato de colaboración con la
UDC, a lo que me respondió “No, en realidad es por ti. Es que tu factura del
hotel es un poco cara”. Se activaron todas las alarmas en mi cabeza y una gota
de sudor resbaló por mi cogote. “¿Ah, queréis que mi universidad pague el
hotel?”. “No, no”, dijo, “es para nuestro departamento de asuntos económicos,
para que vean que hay un trato entre las universidades y consigan una rebaja
del precio”. Uffff, menudo susto me metió en el cuerpo.
Por la noche, después de cenar, dijo que me enviaría los
documentos para que les echara un ojo. Entonces llegó la gran sorpresa. El
primer archivo que abrí se titulaba “Memorandum de acuerdo de cooperación e
intercambio de investigadores entre la Beijing Forestry University, República
del Pueblo de China, y la Universidad de A Coruña, España”. Pues sí, resultó
ser un acuerdo en toda regla, para el intercambio de alumnos y profesores a lo
largo de tres años entre las dos universidades. Tenía un aspecto muy prometedor
y los puntos estaban claros, al menos los referentes a la BFU. Por ejemplo, los
requisitos de alumnos de la BFU para estudiar en la UDC estaban bastante
incompletos, cosa que es normal. Conseguí un documento en inglés con los
requisitos para estudiantes internacionales (tarjeta sanitaria, seguro de
accidentes, copia del pasaporte, visado en regla si fuera necesario… esas
cosas) y se lo envié al Dr. Bi-Cheng. Al final de cada documento había un
espacio para las firmas de las autoridades correspondientes. Me tocó la tarea
de rellenar los datos de la oficina de relaciones internacionales de la UDC,
poner la dirección de las facultades correspondientes y corregir el nombre de
mi departamento (que no es el departamento de ecología, sino el de “biología
animal, biología vegetal y ecología”).
Que conste que me pareció triste. Me pareció triste el hecho
y el tener que explicarlo varias veces para que el Dr. Bi-Cheng lo entendiera
(porque luego tenía que traducir los documentos al chino, así que los términos
debían estar claros). Aquí en China cada departamento es una facultad y tiene
su edificio y su decano correspondiente. Una Universidad es un conjunto de
departamentos de un área común. Por ejemplo, la “school of nature conervation”,
la “school of wetland science” y la “school of forestal conservation” forman
parte de la BFU y actúan como unidades independientes. Nosotros en la UDC
tenemos tres áreas diferentes metidas en un mismo departamento, varios
departamentos en un edificio y este actúa como unidad dentro de la Universidad.
Cuando me preguntó por el “líder” se refería al decano de la “school of
ecology”. Le tuve que explicar que ni hay un departamento (sólo) de ecología,
ni tenemos un decano, sino que la “school of science” tiene un decano.
Luego uno se pregunta por qué los investigadores se van al
extranjero en lugar de quedarse a trabajar en España, si tenemos universidades.
Claro, eso te lo preguntas mientras estás en España, pero en cuanto pruebas el
jamón de jabugo no quieres volver a comer bocadillo de mortadela. Desde la
ventana de mi despacho se ve un edificio que están construyendo, para una
residencia de estudiantes. Simplemente contando las habitaciones de la cara
exterior, a cuatro alumnos por habitación (aquí lo normal son 4 o 6), salen más
de 5.000 plazas. En Coruña la gente se tiene que buscar pisos en el centro y
pelearse por una beca de autobús urbano. Vale, vivir 6 personas en una
habitación tampoco es una buena solución, pero se podría encontrar un punto
intermedio entre vivir hacinados dentro del campus o vivir en el centro de la
ciudad. A saber, igual el edificio que están construyendo es para habitaciones
dobles, porque con el tamaño que tiene bien podría alojar a la mitad de
estudiantes del campus.
Dejando de lado estas reflexiones estériles, terminé de
corregir los documentos esa misma noche y se los reenvié al Dr. Bi-Cheng. Mi
principal colaboración fue cambiar las siglas UAC (Universidad de A Coruña) por
UDC en casi todas las hojas de los documentos. Los espíritus de generaciones de
gallegos ofendidos pueden regresar a su descanso eterno una vez enmendado el
agravio. Eso y corregir el nombre de mi departamento, poner los datos de la
oficina de relaciones internacionales (que no están en inglés en su web) así
como su dirección (que no está en la web, pues “Campus de Elviña” no es una
dirección de correo) y otros detalles menores. Estaría bien que se firmara el
acuerdo, la verdad, sería una oportunidad para que otros estudiantes de
doctorado vinieran a realizar estancias aquí. Desde luego, fue una grata
sorpresa ser el primer español que se entera de la existencia de este acuerdo.
23- Prácticas de horticultura.
23- Prácticas de horticultura
14, 15 y 16 de junio
Curiosamente, el Dr. Bi-Cheng estaba más atareado tras la
defensa de su postdoc que antes de ella, de modo que no pudo acompañarme al
invernadero el martes. Por la tarde fui con Lu y terminamos de colocar las
macetas, para terminar cayendo en la cuenta de que voy a necesitar bastante más
espacio del que habíamos despejado. Lu comenzó a agujerear las macetas con un
punzón caliente, para pasar las ramas de Alligator entre ellas, mientras yo me
puse a ensamblar las cajas de malla que albergarán los insectos. Aquí va una
pequeña curiosidad científica: cuatro de los tratamientos implican usar
insectos, mientras que los otros ocho no. Por lo tanto, en principio se
necesitan cajas de insectos para cuatro tratamientos. Sin embargo, al hacer
esto se está cometiendo un error, ya que la malla de las cajas puede sombrear
las plantas e interferir en su crecimiento, que sería menor en esos
tratamientos respecto al resto, introduciendo en el experimento lo que se
denomina “artefacto” a la hora de analizar los resultados. Para evitarlo, es
necesario cubrir con cajas para insectos todas las plantas de todos los
tratamientos, con lo que pasamos de 32 a 96 cajas. Teniendo en cuenta que se
tarda unos 5 minutos en montar una (son tubos de plástico que se ensamblan y
luego se rodean con la malla), la conclusión fue que en toda la tarde
conseguimos montar la mitad.
Matamos el tiempo hablando, ya que el mal nivel de inglés
que tiene Lu lo compensa con su gran elocuencia. Uno de los temas fue la ley de
natalidad china. Antes sólo estaba permitido tener un hijo por pareja, o dos si
se vivía en una zona rural. Hace un par de años el gobierno “abolió” esta ley, ahora se permite tener dos hijos
por pareja en todo el país. Por si 1,35 millardos de chinos no fueran ya
demasiados. De camino de vuelta a la facultad hablamos de historia. Comentó un
par de anécdotas de la guerra chino-japonesa durante la Segunda Guerra Mundial
y luego me preguntó por las guerras entre España y Portugal. Me pilló con la
guardia baja, yo no recordaba ninguna, ni que Portugal hubiera sido alguna vez
una parte de España (tendré que darle la razón la próxima vez que lo vea).
Luego se puso a hablar de la guerra entre España y EEUU por los territorios en
Centroamérica, a lo que repuse que en aquella época los EEUU no existían y que
la única guerra con ellos fue por Cuba y Filipinas. Pero estaba convencido de
que la guerra había sido contra EEUU… porque en la película Piratas del Caribe
IV aparece un barco español en Centroamérica. Tras reírme bastante, le expliqué
que los EEUU no existían en aquella época. Preguntó entonces por las guerras
entre España y Escocia, lo que me cogió del todo por sorpresa. ¿Su fuente? Que
en Piratas del Caribe II aparecía un barco con bandera escocesa, el mismísimo
Holandés Errante. Menuda risa después de aquello.
Conste que el tiempo en Beijing hace cosas muy raras. Por la
mañana lucía el sol, al mediodía comenzó a nublarse y por la tarde cayó un
chaparrón que no amainó hasta entrada la noche. Lu me explicó que esta es una
ciudad muy lluviosa y que entre junio y agosto llueve casi a diario, pero sólo
por las tardes. Fui a cenar a la cafetería con el Dr. Bi-Cheng y el Prof. Wan,
pedí un pescado asado que tenía buena pinta y el sabor era magnífico, aunque
comerlo con palillos resultaba un tanto aparatoso.
El miércoles fue un
día bastante mediocre, lo único llamativo fue que por la mañana recibí un par
de correos desde España. Me anima ver que la gente se acuerda de mi. Además,
ahora tengo un par de buenas recomendaciones literarias para los ratos muertos.
El día lo pasé en la oficina trabajando, pues nadie estaba disponible para
acompañarme en el trabajo de invernadero. Constantemente entraba gente en el
despacho para hablar con el Dr. Bi-Cheng, el pobre parece sobrecargado de
trabajo.
El jueves no empezó bien, se me fue el santo al cielo
mientras me afeitaba y al llegar al comedor me encontré con que ya estaban
limpiando los mostradores. Eran las 9:00, a veces está abierto hasta las 9:10
si continúa entrando gente. Bueno, de ahora en adelante intentaré volver a
madrugar como los primeros días. Compré algo de fruta en la tienda de enfrente
y me la comí en el hotel. Por la mañana estuve revisando papers y a las 11.30
fui a comer con Lu. Me preguntó sorprendido que cuando había aprendido a comer
con palillos y le respondí que el día que llegué, lo cual es cierto. Me dijo
que era asombroso, pues a los extranjeros les cuesta mucho usarlos y yo lo hago
sin problemas. Pues ya me gustaría tener la misma facilidad para aprender el
idioma, lo de comer con palillos lo hace cualquiera. En cuanto terminamos nos
dirigimos al invernadero, sin descanso para hacer la digestión. Me comentó que
por la tarde se esperaban temperaturas de 34 grados. Ideal para estar dentro de
un invernadero y trasplantar brotes mustios. De camino paramos a comprar agua
en un supermercado pequeño e inhóspito que hay a la salida del campus, frente a
la tienda de fruta. Es todo muy barato, tengo que venir un día con más calma a
hacerme con víveres para el hotel.
En primer lugar terminamos de ensamblar las jaulas para
insectos y luego las cubrimos con malla fina de plástico; tarea delicada, pues
era sencillo hacerle un desgarrón a la malla mientras metíamos dentro el
armazón. Lo cual me lleva a los dos descubrimientos desagradables de la tarde:
que los insectos que teníamos en jardineras se pueden escapar fácilmente y que
las jardineras están llenas de hormigas, pues las plantas tienen áfidos de los
cuales se alimentan (mejor dicho, los “cosechan” sin matarlos). Si alguna de
esas dos cosas suceden en mis plantas, a la porra los buenos resultados, así
que mejor asegurarse de que las cajas de malla no tienen agujeros.
A eso de las 13:00 llegó el Dr. Bi-Cheng y movimos las
últimas macetas con plantas adultas de Alligator. Las ramas que habían tocado
grietas en el suelo habían echado raíces, por lo que tuvimos que arrancarlas
con palas. Tras eso, cubrimos el suelo con plásticos y ordenamos las macetas.
Después, por orden, las regamos, pusimos una rama de Alligator en cada pareja
de macetas pasándola a través de los agujeros, cubrimos las macetas con corteza
picada para que retuvieran la humedad, las volvimos a regar, cubrimos
cuidadosamente las plantas con la corteza para que no se secaran, regamos las
macetas una tercera vez y finalmente lo cubrimos todo con una enorme tela de
sombrear. La distribución de plantas no fue al azar, sino que elegimos grupos
del mismo tamaño para cada una de las réplicas. Según Lu, esto da lugar a un
factor de bloqueo que hay que tener en cuenta al analizar los datos. Sabía que
existían los factores de bloqueo pero nunca había usado uno en un experimento.
Cuando terminamos, lo que teníamos delante eran plantas mustias con las hojas
cubiertas por corteza mojada. Si se mueren, que es lo más probable, será malo
porque no tendré material para mi experimento. Pero si sobreviven, me empezaré
a preocupar en serio por si esta planta se libera en Europa.
El Dr. Bi-Cheng se quedó en el invernadero y Lu había
quedado para cenar, así que tuve que regresar solo a la BFU. Paré de camino a
comprar plátanos y lychees en una tienda y luego fui a la tercera planta del
comedor. Pedí una especie de empanadilla y un bollo, ambos rellenos de
vegetales, carne y cebolla. Había sido un día largo, trabajando sin descanso
desde la hora de comer hasta la cena. Cuando regresé al despacho me puse a leer
papers mientras daba cuenta de los lychees, al rato llegó el Dr. Bi-Cheng con
una bolsa llena de plantas. De entre las que no habíamos seleccionado para
plantar, había escogido 8 al azar para tomar las medidas iniciales (8 porque
cada tratamiento tiene 8 réplicas). Me las puso en la mesa con las raíces aún
mojadas, me dio una libreta, una regla, y manos a la obra. Tomé nota de datos
insignificantes, que no nos sirven de nada, simplemente por si los revisores de
paper nos los piden, como número de rametos en la parte apical o número de
hojas en la parte basal. Guardé por separado las raíces, hojas y tallo de la
parte basal y apical de cada planta en sobres de papel, que irán a una estufa
durante dos días para medir después el peso seco de cada parte. Profesional,
muy profesional.
22- Comiendo como chinos.
22- Comiendo como chinos
12 y 13 de junio
El día amaneció agradablemente nublado, aunque la
temperatura seguía siendo elevada. Por la mañana fui a la facultad y al
mediodía fuimos a almorzar a un restaurante, ya que el Prof. Alpert regresaba a
los EEUU aquella misma tarde. No me había fijado, pero debajo de mi hotel hay
tres restaurantes, no uno. Está el que tiene estatuas de terracota en la puerta
y otros dos de aspecto más moderno. Teníamos una mesa reservada en una sala
privada. Los invitados eran los profesores Fei-Hai y ALpert, el Dr. Bi-Cheng,
tres estudiantes de doctorado del Prof. Fei-Hai y yo. El restaurante era muy
elegante, sonaba música clásica de fondo y la carta de platos era un libro
encuadernado con tapas duras. Mientras llegaba la comida nos sirvieron de
entrantes un plato de cacahuetes cocidos y otro de cubos de verdura. No
conseguí distinguir de qué vegetal se trataba, era de color rosa y tenía un
picor muy agradable. Nos sirvieron también té de jazmín.
Los platos principales fueron: pollo Kung Pao; hígado de
cerdo cocinado con una receta secreta (así lo describía el menú); ensalada de
lechugas multicolores y pepino; langostinos pelados y fritos con guarnición de
ajo; un mortero con huevo milenario desmenuzado; una fuente de patatas fritas
picantes sobre un soporte con carbón ardiendo; setas enormes guisadas con
guindillas; unos brotes de bambú que picaban una barbaridad y el plato fuerte,
una enorme carpa abierta a la mitad y guisada, con una de sus mitades cubierta
de pimiento rojo picado y la otra de pimiento verde. De la carpa probé sólo un
cacho pequeño (pues es difícil comer pescado con palillos cuando no está
desmenuzado), tras lo cual me pasé un par de minutos sacándome espinas de la
boca. Ni siquiera se trataba de espinas normales, estas tenían tres puntas,
como si de un anzuelo se tratase. El resto de platos estaban deliciosos, aunque
las patatas quemaban y el bambú resultaba incomestible del picante que llevaba.
El hígado estaba cocinado de tal manera que no sabía a hígado, sino a la salsa.
Acompañamos la comida de té y una cerveza rusa que tenía dos osos en la botella
y el nombre escrito en cirílico. El sabor era aceptable pero no estaba lo
fuerte que debería. El postre consistió en una fuente de diferentes tipos de
melones cortados en gajos junto con tomates cherry.
La tarde transcurrió sin nada digno de ser contado. Al día
siguiente, lunes, me levanté con ganas de trabajar. En contraste con el calor
sofocante de los días anteriores, amaneció nublado y con una agradable lluvia
que permaneció intermitente hasta entrada la tarde. El Dr. Bi-Cheng llevaba un
par de días atareado preparando la defensa de su post-doctorado. La mitad de
las veces dijo que era un postdoc y la otra mitad que no era exactamente un
postdoc, así que no sé muy bien qué era lo que tuvo que defender, pero atareado
estaba. Incluso tuvo que preparar un power-point la noche antes de la defensa
(eso lo he vivido yo también). Para colmo, debía defender ante cinco expertos
en la materia elegidos por él, pero hasta el día antes no consiguió encontrar
al quinto. Por la mañana entró en el despacho el Prof. Wan (de Wuhan), lo cual
me pilló por sorpresa. Se ve que era uno de los miembros del tribunal.
Esa noche cenamos en uno de los restaurantes que hay debajo
de mi hotel (el último que me faltaba por visitar, creo) los profesores Fei-Hai
y Wan, el Dr. Bi-Cheng y yo. He de confesar con cierto rubor que metí un poco
la pata durante la cena. O, mejor dicho, casi meto la pata. Durante toda la
velada estuvieron hablando en chino, por lo que yo no me enteraba de una
palabra. En esas estaban cuando pensé “a lo mejor es gracioso hacerles un
doblaje mental al español”, lo cual llevó a “a lo mejor es gracioso hacerles un
doblaje estilo Humor Amarillo”. Acto seguido le puse al Prof. Fei-Hai la voz de
Takeshi y a. Dr. Bi-Cheng la del Chino Cudeiro. Me iba mal de la risa, hasta el
punto que tuve que meterme en la boca guindillas para disimular. Pocas
situaciones más desternillantes he vivido.
Dejando de lado ese pequeño detalle, el resto de la cena fue
excelente. Verduras con almendras cocidas; una sopa blancuzca que parecía de
pollo pero que resultó ser tofu con verduras y cacahuetes; hígado de pato
caramelizado (el sabor y la presentación eran sospechosamente idénticos a los
del restaurante que está justo al lado); setas asadas con pimientos; brotes de
judías con huevos revueltos; una sopa de líquido color crema que supuse estaba
hecha con los restos del pato y el delicioso pato a la pekinesa. El resto de
comensales debían tener poca hambre, porque el pato estuvo diez minutos en la
mesa sin que nadie lo tocara y terminé por comerme más de la mitad. Acompañamos
la comida de la infame cerveza rubia que sabe a agua con gas. Durante la cena,
el Dr. Bi-Cheng me explicó que en China para llegar a ser profesor de
universidad hay que tener mucho aguante bebiendo, debido a que se realizan unas
votaciones entre los miembros del claustro. Aunque no entendí bien si el plan
era ganarse el favor de los votantes bebiendo o dejar KO al resto de aspirantes.
Diría que él va por mal camino, aunque al menos le pone ganas.
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