viernes, 24 de junio de 2016

25- El sueño de cualquier mujer.



25- El sueño de cualquier mujer
18 y 19 de junio
El sábado fue un día… solitario, a decir verdad. Cuando me desperté Aimi ya se había marchado del hotel y el Dr. Bi-Cheng no apareció por la oficina. De hecho, no vi a nadie del departamento en todo el día. Estuve completamente solo en la facultad desde las 10 de la mañana hasta casi las 10 de la noche. Aproveché para seguir leyendo papers, que falta me hace. Mi comida consistió en arroz acompañado de enormes setas de color gris y tiras de carne de cerdo. Por la noche en el hotel me dediqué a buscar nuevos papers en internet, ya que sin el Dr. Bi-Cheng en la oficina no soy capaz de activar el WiFi. Como Aimi no había llegado, se me fue haciendo cada vez más tarde y finalmente me acosté a las dos de la madrugada. Total, era sábado.
El domingo me levanté tarde (relativamente) y fui a comer a las 10.30. Es curioso, porque normalmente a esa hora en España estoy desayunando. De camino a la cafetería vi una gran multitud que se aglomeraba en una de las calles laterales del campus. El día anterior habían colgado unas pancartas, pero como es lógico yo no sabía qué anunciaban. El Dr. Bi-Cheng me había comentado unos días antes que, al finalizar el curso y marcharse la mayoría de estudiantes a sus casas, solían celebrar un mercadillo y vendían las cosas que no necesitaban, como ropa o libros. Decidí pasarme a echar un ojo después de almorzar. Estaba comiendo unos tallos de loto (son como las patatas asadas pero con agujeros, un poco crujientes, están ricos) con apio y guindillas cuando un hombre que empujaba un carrito con dos niños pequeños se detuvo en la mesa de al lado. Mientras comía, sentó a uno de los niños en el asiento que yo tenía enfrente. No me quitó ojo de encima hasta que el padre terminó y se fueron. Muy curioso. Aquí, por cierto, es habitual sentarse en los sitios libres de una mesa aunque haya alguien comiendo en ella. Lo hacemos bastante a menudo cuando nuestras horas de comer coinciden con la hora a la que los alumnos terminan las clases y las cafeterías están saturadas.
Salí a la calle con el estómago lleno y me dirigí hacia lo desconocido, al mercadillo de fin de curso. En serio, el sueño de cualquier mujer (no es por ser machista, es que estaba al lado de las residencias femeninas y las únicas cosas que había a la venta eran de mujeres). Ambas aceras estaban a rebosar de cosas apiladas para su venta. Principalmente se trataba de ropa. O bien estaba formando montones o bien eran maletas abiertas con el contenido revuelto. Había cajas de zapatos de todos los estilos, vestidos, sombreros, sombrillas… Pero también muebles, material de escritorio e incluso de tocador. Había quien vendía maquillaje o hasta el tubo de la pasta de dientes. Lo que más llamó la atención, sin duda, fueron los libros. Apilados enfrente de cada puesto había montones de libros, revistas y (alguna gente se morirá de la envidia cuando lea esto) colecciones completas de manga. En chino, claro. Había compradoras que parecían bastante satisfechas llevando entre los brazos pilas de mangas de casi un metro de altura. Me fastidió sobremanera que la mayoría de libros estuvieran en chino. Las únicas excepciones resultaron ser diccionarios chino-inglés y colecciones de tests de los exámenes de la Cambridge School. Compré por 5 yuanes un diccionario, pero creo que va a ser poco útil, ya que las palabras están ordenadas por la primera sílaba en pinyin del primer carácter. Si fuera inglés-chino me resultaría más cómodo utilizarlo. Estuve tentado de comprar algún test de la Cambridge School (ya que pienso sacarme un título en cuanto vuelva a España, con el nivel de inglés fresco), pero no me apetecía comprar una colección entera. Había, medio escondido entre revistas en chino, un libro en inglés (con la portada en castellano, cosa extraña) acerca de usos de la madera en la construcción. Se me pasó por la cabeza comprarlo para cierta arquitecta con preferencia por las construcciones en madera, pero el contenido del libro eran artículos científicos del estilo “análisis de vigas de nogal con rayos X”, así que lo devolví a su sitio. También compré un pequeño cactus por 10 yuanes, para tener en la oficina (aunque sospecho que me subieron el precio cuando lo pregunté en inglés). En otro de los puestos me paré a ver una baraja de cartas con la caja en chino, esperando que fueran cartas con diseño original o algo, pero resultaron ser de póker, normales y corrientes. Sin embargo, la vendedora me las regaló, era bastante maja. Definitivamente, la gente estaba deseando deshacerse de todo aquello. El Dr. Bi-Cheng me comentó que se podían conseguir cosas por un 1% de su precio en aquel mercadillo (colecciones completas de manga en chino, repito por si no ha quedado claro), pero desgraciadamente yo no encontré por ningún lado ropa de hombre.
Tras dar dos vueltas completas a la calle, una idea cruzó mi mente: “Quieto parado. Esto está al lado de la residencia femenina, por eso hay mujeres vendiendo sus cosas. ¿Y si hay otro mercadillo en las residencias masculinas? Porque aquí pocos vendedores veo”. Pasé por la oficina a dejar el botín y acto seguido di una vuelta completa al campus, atento a otras aglomeraciones de gente. No encontré nada, la calle de las residencias masculinas estaba casi desierta. Pues vaya, mi gozo en un pozo. A saber, igual el mercadillo para hombres había sido por la mañana o lo celebraban otra semana, que todo puede ser. Aproveché para recorrer casi todo el campus y sacar algunas fotos. Hice un descubrimiento sorprendente: el edificio de ladrillo que está pegado a nuestra facultad y se ve desde mi ventana resulta ser un museo. Estaba cerrado, pero pienso ir la próxima semana a visitarlo, ya que según el Dr. Bi-Cheng contiene una enorme colección que antes pertenecía a la School of Nature Conservation (dijo incluso algo de un elefante).
A eso de las 15:00 cuando estaba enfrascado con los papers, entró por sorpresa el Dr. en el despacho. No me lo esperaba un domingo por la tarde en la oficina, aunque él a mi sí. Comentó que a semana que viene no estará, ya que viaja a su ciudad natal el martes por motivos personales, y la semana siguiente viaja a una estación de investigación para enseñar a sus alumnos a realizar muestreos de campo. Toda una semana perdidos en el monte, vaya nivel (y no lo digo en tono irónico, ojo). En conclusión, estaré dos semanas sin él, por lo que tendré que encargarme de las plantas del invernadero yo solito, y el inicio del experimento se pospone hasta su regreso. Bueno, mejor para las plantas. Al respecto de eso, hice dos descubrimientos muy prometedores por la tarde: hay larvas de Agasicles en el terrario de mi izquierda y también en el que tengo enfrente. Empezaba a preocuparme que nuestro uso y abuso del aire acondicionado hubiera vuelto inviables los huevos (es una especie tropical y los huevos son sensibles al frío), pero han empezado a eclosionar. Eso es bueno, en dos semanas tendré muchas larvas adultas (valga el oxímoron) tanto en la oficina como en el invernadero. Bien para mi, mal para las plantas.
Fuimos a cenar a la cafetería que se encuentra en el otro lado del campus, atravesando el edificio de clases número 2 (digo atravesando y no pasando porque literalmente lo atravesamos para ir y volver del comedor; el hall es muy bonito, tiene bastantes esculturas). En esta ocasión fuimos a otra cafetería diferente (y ya he visitado 5 de las 7 que hay en el campus, me faltan la de profesores y la de musulmanes). En las cafeterías de este edificio se come muy bien, son las que están entre los edificios donde se imparten las clases, así que siempre están llenas de alumnos. Comí unos noodles con salsa de sésamo, aunque estos eran más finos que los espaguetis normales y costaba cierto trabajo sorberlos en la boca. En esta cafetería, además, se sirven desayunos durante toda la mañana hasta fin de existencias, sin horarios, y el Dr. Bi-Cheng comentó que sirven unos panecillos que están muy buenos. Debo ir allí más a menudo. Ya se sabe, los bares de carretera donde la comida es rica y barata son aquellos que tienen aparcados camiones fuera; y las mejores cafeterías universitarias según esos dos criterios son las que están siempre llenas de estudiantes. Para rematar la jornada descargué un par de libros en pdf (nada que ver con la investigación) y de paso me leí El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry. Si hubiera sabido lo corto que era, no hubiera llegado a entrar en mi lista de libros pendientes. Lectura amena, muy recomendable.

24- El negociador.



24- El negociador
17 de junio
El viernes fue un buen día. Me levanté pronto, para no quedarme sin desayunar, y mi recompensa fue sufrir un atentado en la cafetería. Ya lo dice el refrán: “a quien madruga, patada en los… “. Estaba en la cola para pedir el desayuno cuando escuché que a mis espaldas a alguien se le caía un plato de plástico al suelo. Acto seguido, una lluvia de sopa de arroz cayó sobre los que estábamos en la cola. Fue una tontería, pero me animó la mañana. Tras limpiarme la camisa y dejar la colada en la lavandería me dirigí a la facultad, donde estuve trabajando hasta que llegó el Dr. Bi-Cheng. Al mediodía fuimos juntos a almorzar, esta vez a una cafetería diferente que se encuentra en otra parte del campus. Me explicó que hay siete cafeterías, contando las cinco del edificio principal (yo sólo conocía tres) y dos en el otro edificio. Comentó que había una cafetería “secreta” para musulmanes (con comida que su religión les permite consumir) en el edificio principal, entre la primera planta y la segunda, pero que se accede por otras escaleras. Luego hay otra en el sótano, a la que no he ido, donde suelen comer los profesores. Mi comida consistió en arroz con judías, carne, unas láminas de pasta y unas bolas que sabían a gambas. Estaba muy rico, aunque le habían echado guindillas y pimienta de Sichuan de manera bastante generosa, por lo que el arroz me terminó abrasando la boca. Salí del comedor con la nariz moqueando.
Por la tarde el Dr. Bi-Cheng me comentó que necesitaba unos datos de mi universidad. Dirección, nombre del “líder” y una pequeña descripción en inglés. Los datos los saqué de la página de la UDC, que por suerte tiene versión en inglés, y por líder supuse que se refería a Julio Abalde, el rector. En la página correspondiente de la UDC aparecían sus datos y una foto de tamaño grande. Desde luego, hay gente poco fotogénica y después está ese hombre. Conste que me cae bien, falta hacía un rector de la facultad de ciencias. De hecho, tiene el despacho enfrente de mi laboratorio en la facultad, el de ecología. Tras darle los datos, le pregunté al Dr. Bi-Cheng para qué le hacían falta y me comentó que eran para “un contrato”. Lleno de orgullo, le pregunté si la BFU se disponía a hacer algún contrato de colaboración con la UDC, a lo que me respondió “No, en realidad es por ti. Es que tu factura del hotel es un poco cara”. Se activaron todas las alarmas en mi cabeza y una gota de sudor resbaló por mi cogote. “¿Ah, queréis que mi universidad pague el hotel?”. “No, no”, dijo, “es para nuestro departamento de asuntos económicos, para que vean que hay un trato entre las universidades y consigan una rebaja del precio”. Uffff, menudo susto me metió en el cuerpo.
Por la noche, después de cenar, dijo que me enviaría los documentos para que les echara un ojo. Entonces llegó la gran sorpresa. El primer archivo que abrí se titulaba “Memorandum de acuerdo de cooperación e intercambio de investigadores entre la Beijing Forestry University, República del Pueblo de China, y la Universidad de A Coruña, España”. Pues sí, resultó ser un acuerdo en toda regla, para el intercambio de alumnos y profesores a lo largo de tres años entre las dos universidades. Tenía un aspecto muy prometedor y los puntos estaban claros, al menos los referentes a la BFU. Por ejemplo, los requisitos de alumnos de la BFU para estudiar en la UDC estaban bastante incompletos, cosa que es normal. Conseguí un documento en inglés con los requisitos para estudiantes internacionales (tarjeta sanitaria, seguro de accidentes, copia del pasaporte, visado en regla si fuera necesario… esas cosas) y se lo envié al Dr. Bi-Cheng. Al final de cada documento había un espacio para las firmas de las autoridades correspondientes. Me tocó la tarea de rellenar los datos de la oficina de relaciones internacionales de la UDC, poner la dirección de las facultades correspondientes y corregir el nombre de mi departamento (que no es el departamento de ecología, sino el de “biología animal, biología vegetal y ecología”).
Que conste que me pareció triste. Me pareció triste el hecho y el tener que explicarlo varias veces para que el Dr. Bi-Cheng lo entendiera (porque luego tenía que traducir los documentos al chino, así que los términos debían estar claros). Aquí en China cada departamento es una facultad y tiene su edificio y su decano correspondiente. Una Universidad es un conjunto de departamentos de un área común. Por ejemplo, la “school of nature conervation”, la “school of wetland science” y la “school of forestal conservation” forman parte de la BFU y actúan como unidades independientes. Nosotros en la UDC tenemos tres áreas diferentes metidas en un mismo departamento, varios departamentos en un edificio y este actúa como unidad dentro de la Universidad. Cuando me preguntó por el “líder” se refería al decano de la “school of ecology”. Le tuve que explicar que ni hay un departamento (sólo) de ecología, ni tenemos un decano, sino que la “school of science” tiene un decano.
Luego uno se pregunta por qué los investigadores se van al extranjero en lugar de quedarse a trabajar en España, si tenemos universidades. Claro, eso te lo preguntas mientras estás en España, pero en cuanto pruebas el jamón de jabugo no quieres volver a comer bocadillo de mortadela. Desde la ventana de mi despacho se ve un edificio que están construyendo, para una residencia de estudiantes. Simplemente contando las habitaciones de la cara exterior, a cuatro alumnos por habitación (aquí lo normal son 4 o 6), salen más de 5.000 plazas. En Coruña la gente se tiene que buscar pisos en el centro y pelearse por una beca de autobús urbano. Vale, vivir 6 personas en una habitación tampoco es una buena solución, pero se podría encontrar un punto intermedio entre vivir hacinados dentro del campus o vivir en el centro de la ciudad. A saber, igual el edificio que están construyendo es para habitaciones dobles, porque con el tamaño que tiene bien podría alojar a la mitad de estudiantes del campus.
Dejando de lado estas reflexiones estériles, terminé de corregir los documentos esa misma noche y se los reenvié al Dr. Bi-Cheng. Mi principal colaboración fue cambiar las siglas UAC (Universidad de A Coruña) por UDC en casi todas las hojas de los documentos. Los espíritus de generaciones de gallegos ofendidos pueden regresar a su descanso eterno una vez enmendado el agravio. Eso y corregir el nombre de mi departamento, poner los datos de la oficina de relaciones internacionales (que no están en inglés en su web) así como su dirección (que no está en la web, pues “Campus de Elviña” no es una dirección de correo) y otros detalles menores. Estaría bien que se firmara el acuerdo, la verdad, sería una oportunidad para que otros estudiantes de doctorado vinieran a realizar estancias aquí. Desde luego, fue una grata sorpresa ser el primer español que se entera de la existencia de este acuerdo.

23- Prácticas de horticultura.



23- Prácticas de horticultura
14, 15 y 16 de junio
Curiosamente, el Dr. Bi-Cheng estaba más atareado tras la defensa de su postdoc que antes de ella, de modo que no pudo acompañarme al invernadero el martes. Por la tarde fui con Lu y terminamos de colocar las macetas, para terminar cayendo en la cuenta de que voy a necesitar bastante más espacio del que habíamos despejado. Lu comenzó a agujerear las macetas con un punzón caliente, para pasar las ramas de Alligator entre ellas, mientras yo me puse a ensamblar las cajas de malla que albergarán los insectos. Aquí va una pequeña curiosidad científica: cuatro de los tratamientos implican usar insectos, mientras que los otros ocho no. Por lo tanto, en principio se necesitan cajas de insectos para cuatro tratamientos. Sin embargo, al hacer esto se está cometiendo un error, ya que la malla de las cajas puede sombrear las plantas e interferir en su crecimiento, que sería menor en esos tratamientos respecto al resto, introduciendo en el experimento lo que se denomina “artefacto” a la hora de analizar los resultados. Para evitarlo, es necesario cubrir con cajas para insectos todas las plantas de todos los tratamientos, con lo que pasamos de 32 a 96 cajas. Teniendo en cuenta que se tarda unos 5 minutos en montar una (son tubos de plástico que se ensamblan y luego se rodean con la malla), la conclusión fue que en toda la tarde conseguimos montar la mitad.
Matamos el tiempo hablando, ya que el mal nivel de inglés que tiene Lu lo compensa con su gran elocuencia. Uno de los temas fue la ley de natalidad china. Antes sólo estaba permitido tener un hijo por pareja, o dos si se vivía en una zona rural. Hace un par de años el gobierno “abolió”  esta ley, ahora se permite tener dos hijos por pareja en todo el país. Por si 1,35 millardos de chinos no fueran ya demasiados. De camino de vuelta a la facultad hablamos de historia. Comentó un par de anécdotas de la guerra chino-japonesa durante la Segunda Guerra Mundial y luego me preguntó por las guerras entre España y Portugal. Me pilló con la guardia baja, yo no recordaba ninguna, ni que Portugal hubiera sido alguna vez una parte de España (tendré que darle la razón la próxima vez que lo vea). Luego se puso a hablar de la guerra entre España y EEUU por los territorios en Centroamérica, a lo que repuse que en aquella época los EEUU no existían y que la única guerra con ellos fue por Cuba y Filipinas. Pero estaba convencido de que la guerra había sido contra EEUU… porque en la película Piratas del Caribe IV aparece un barco español en Centroamérica. Tras reírme bastante, le expliqué que los EEUU no existían en aquella época. Preguntó entonces por las guerras entre España y Escocia, lo que me cogió del todo por sorpresa. ¿Su fuente? Que en Piratas del Caribe II aparecía un barco con bandera escocesa, el mismísimo Holandés Errante. Menuda risa después de aquello.
Conste que el tiempo en Beijing hace cosas muy raras. Por la mañana lucía el sol, al mediodía comenzó a nublarse y por la tarde cayó un chaparrón que no amainó hasta entrada la noche. Lu me explicó que esta es una ciudad muy lluviosa y que entre junio y agosto llueve casi a diario, pero sólo por las tardes. Fui a cenar a la cafetería con el Dr. Bi-Cheng y el Prof. Wan, pedí un pescado asado que tenía buena pinta y el sabor era magnífico, aunque comerlo con palillos resultaba un tanto aparatoso.
El miércoles fue  un día bastante mediocre, lo único llamativo fue que por la mañana recibí un par de correos desde España. Me anima ver que la gente se acuerda de mi. Además, ahora tengo un par de buenas recomendaciones literarias para los ratos muertos. El día lo pasé en la oficina trabajando, pues nadie estaba disponible para acompañarme en el trabajo de invernadero. Constantemente entraba gente en el despacho para hablar con el Dr. Bi-Cheng, el pobre parece sobrecargado de trabajo.
El jueves no empezó bien, se me fue el santo al cielo mientras me afeitaba y al llegar al comedor me encontré con que ya estaban limpiando los mostradores. Eran las 9:00, a veces está abierto hasta las 9:10 si continúa entrando gente. Bueno, de ahora en adelante intentaré volver a madrugar como los primeros días. Compré algo de fruta en la tienda de enfrente y me la comí en el hotel. Por la mañana estuve revisando papers y a las 11.30 fui a comer con Lu. Me preguntó sorprendido que cuando había aprendido a comer con palillos y le respondí que el día que llegué, lo cual es cierto. Me dijo que era asombroso, pues a los extranjeros les cuesta mucho usarlos y yo lo hago sin problemas. Pues ya me gustaría tener la misma facilidad para aprender el idioma, lo de comer con palillos lo hace cualquiera. En cuanto terminamos nos dirigimos al invernadero, sin descanso para hacer la digestión. Me comentó que por la tarde se esperaban temperaturas de 34 grados. Ideal para estar dentro de un invernadero y trasplantar brotes mustios. De camino paramos a comprar agua en un supermercado pequeño e inhóspito que hay a la salida del campus, frente a la tienda de fruta. Es todo muy barato, tengo que venir un día con más calma a hacerme con víveres para el hotel.
En primer lugar terminamos de ensamblar las jaulas para insectos y luego las cubrimos con malla fina de plástico; tarea delicada, pues era sencillo hacerle un desgarrón a la malla mientras metíamos dentro el armazón. Lo cual me lleva a los dos descubrimientos desagradables de la tarde: que los insectos que teníamos en jardineras se pueden escapar fácilmente y que las jardineras están llenas de hormigas, pues las plantas tienen áfidos de los cuales se alimentan (mejor dicho, los “cosechan” sin matarlos). Si alguna de esas dos cosas suceden en mis plantas, a la porra los buenos resultados, así que mejor asegurarse de que las cajas de malla no tienen agujeros.
A eso de las 13:00 llegó el Dr. Bi-Cheng y movimos las últimas macetas con plantas adultas de Alligator. Las ramas que habían tocado grietas en el suelo habían echado raíces, por lo que tuvimos que arrancarlas con palas. Tras eso, cubrimos el suelo con plásticos y ordenamos las macetas. Después, por orden, las regamos, pusimos una rama de Alligator en cada pareja de macetas pasándola a través de los agujeros, cubrimos las macetas con corteza picada para que retuvieran la humedad, las volvimos a regar, cubrimos cuidadosamente las plantas con la corteza para que no se secaran, regamos las macetas una tercera vez y finalmente lo cubrimos todo con una enorme tela de sombrear. La distribución de plantas no fue al azar, sino que elegimos grupos del mismo tamaño para cada una de las réplicas. Según Lu, esto da lugar a un factor de bloqueo que hay que tener en cuenta al analizar los datos. Sabía que existían los factores de bloqueo pero nunca había usado uno en un experimento. Cuando terminamos, lo que teníamos delante eran plantas mustias con las hojas cubiertas por corteza mojada. Si se mueren, que es lo más probable, será malo porque no tendré material para mi experimento. Pero si sobreviven, me empezaré a preocupar en serio por si esta planta se libera en Europa.
El Dr. Bi-Cheng se quedó en el invernadero y Lu había quedado para cenar, así que tuve que regresar solo a la BFU. Paré de camino a comprar plátanos y lychees en una tienda y luego fui a la tercera planta del comedor. Pedí una especie de empanadilla y un bollo, ambos rellenos de vegetales, carne y cebolla. Había sido un día largo, trabajando sin descanso desde la hora de comer hasta la cena. Cuando regresé al despacho me puse a leer papers mientras daba cuenta de los lychees, al rato llegó el Dr. Bi-Cheng con una bolsa llena de plantas. De entre las que no habíamos seleccionado para plantar, había escogido 8 al azar para tomar las medidas iniciales (8 porque cada tratamiento tiene 8 réplicas). Me las puso en la mesa con las raíces aún mojadas, me dio una libreta, una regla, y manos a la obra. Tomé nota de datos insignificantes, que no nos sirven de nada, simplemente por si los revisores de paper nos los piden, como número de rametos en la parte apical o número de hojas en la parte basal. Guardé por separado las raíces, hojas y tallo de la parte basal y apical de cada planta en sobres de papel, que irán a una estufa durante dos días para medir después el peso seco de cada parte. Profesional, muy profesional.

22- Comiendo como chinos.



22- Comiendo como chinos
12 y 13 de junio
El día amaneció agradablemente nublado, aunque la temperatura seguía siendo elevada. Por la mañana fui a la facultad y al mediodía fuimos a almorzar a un restaurante, ya que el Prof. Alpert regresaba a los EEUU aquella misma tarde. No me había fijado, pero debajo de mi hotel hay tres restaurantes, no uno. Está el que tiene estatuas de terracota en la puerta y otros dos de aspecto más moderno. Teníamos una mesa reservada en una sala privada. Los invitados eran los profesores Fei-Hai y ALpert, el Dr. Bi-Cheng, tres estudiantes de doctorado del Prof. Fei-Hai y yo. El restaurante era muy elegante, sonaba música clásica de fondo y la carta de platos era un libro encuadernado con tapas duras. Mientras llegaba la comida nos sirvieron de entrantes un plato de cacahuetes cocidos y otro de cubos de verdura. No conseguí distinguir de qué vegetal se trataba, era de color rosa y tenía un picor muy agradable. Nos sirvieron también té de jazmín.
Los platos principales fueron: pollo Kung Pao; hígado de cerdo cocinado con una receta secreta (así lo describía el menú); ensalada de lechugas multicolores y pepino; langostinos pelados y fritos con guarnición de ajo; un mortero con huevo milenario desmenuzado; una fuente de patatas fritas picantes sobre un soporte con carbón ardiendo; setas enormes guisadas con guindillas; unos brotes de bambú que picaban una barbaridad y el plato fuerte, una enorme carpa abierta a la mitad y guisada, con una de sus mitades cubierta de pimiento rojo picado y la otra de pimiento verde. De la carpa probé sólo un cacho pequeño (pues es difícil comer pescado con palillos cuando no está desmenuzado), tras lo cual me pasé un par de minutos sacándome espinas de la boca. Ni siquiera se trataba de espinas normales, estas tenían tres puntas, como si de un anzuelo se tratase. El resto de platos estaban deliciosos, aunque las patatas quemaban y el bambú resultaba incomestible del picante que llevaba. El hígado estaba cocinado de tal manera que no sabía a hígado, sino a la salsa. Acompañamos la comida de té y una cerveza rusa que tenía dos osos en la botella y el nombre escrito en cirílico. El sabor era aceptable pero no estaba lo fuerte que debería. El postre consistió en una fuente de diferentes tipos de melones cortados en gajos junto con tomates cherry.
La tarde transcurrió sin nada digno de ser contado. Al día siguiente, lunes, me levanté con ganas de trabajar. En contraste con el calor sofocante de los días anteriores, amaneció nublado y con una agradable lluvia que permaneció intermitente hasta entrada la tarde. El Dr. Bi-Cheng llevaba un par de días atareado preparando la defensa de su post-doctorado. La mitad de las veces dijo que era un postdoc y la otra mitad que no era exactamente un postdoc, así que no sé muy bien qué era lo que tuvo que defender, pero atareado estaba. Incluso tuvo que preparar un power-point la noche antes de la defensa (eso lo he vivido yo también). Para colmo, debía defender ante cinco expertos en la materia elegidos por él, pero hasta el día antes no consiguió encontrar al quinto. Por la mañana entró en el despacho el Prof. Wan (de Wuhan), lo cual me pilló por sorpresa. Se ve que era uno de los miembros del tribunal.
Esa noche cenamos en uno de los restaurantes que hay debajo de mi hotel (el último que me faltaba por visitar, creo) los profesores Fei-Hai y Wan, el Dr. Bi-Cheng y yo. He de confesar con cierto rubor que metí un poco la pata durante la cena. O, mejor dicho, casi meto la pata. Durante toda la velada estuvieron hablando en chino, por lo que yo no me enteraba de una palabra. En esas estaban cuando pensé “a lo mejor es gracioso hacerles un doblaje mental al español”, lo cual llevó a “a lo mejor es gracioso hacerles un doblaje estilo Humor Amarillo”. Acto seguido le puse al Prof. Fei-Hai la voz de Takeshi y a. Dr. Bi-Cheng la del Chino Cudeiro. Me iba mal de la risa, hasta el punto que tuve que meterme en la boca guindillas para disimular. Pocas situaciones más desternillantes he vivido.
Dejando de lado ese pequeño detalle, el resto de la cena fue excelente. Verduras con almendras cocidas; una sopa blancuzca que parecía de pollo pero que resultó ser tofu con verduras y cacahuetes; hígado de pato caramelizado (el sabor y la presentación eran sospechosamente idénticos a los del restaurante que está justo al lado); setas asadas con pimientos; brotes de judías con huevos revueltos; una sopa de líquido color crema que supuse estaba hecha con los restos del pato y el delicioso pato a la pekinesa. El resto de comensales debían tener poca hambre, porque el pato estuvo diez minutos en la mesa sin que nadie lo tocara y terminé por comerme más de la mitad. Acompañamos la comida de la infame cerveza rubia que sabe a agua con gas. Durante la cena, el Dr. Bi-Cheng me explicó que en China para llegar a ser profesor de universidad hay que tener mucho aguante bebiendo, debido a que se realizan unas votaciones entre los miembros del claustro. Aunque no entendí bien si el plan era ganarse el favor de los votantes bebiendo o dejar KO al resto de aspirantes. Diría que él va por mal camino, aunque al menos le pone ganas.