miércoles, 27 de julio de 2016

35- Jardín botánico de Beijing.



35- Jardín botánico de Beijing

21, 22 y 23 de julio

El jueves y el viernes me limité a leer algunos papers, ir al invernadero a regar las plantas y asistir a las clases de chino con Wasson. En mi visita al invernadero me encontré con una alumna de doctorado del Prof. Fei-Hai, cuyo nombre no conozco. Estaba ensamblando jaulas para insectos al lado de unas macetas con Hydrocotyle vulgaris. Se trata de un experimento con esa especie y áfidos, dividiendo las plantas entre tratamiento conexión y desconexión (también es una especie clonal) para medir la emisión de gases de efecto invernadero. Es decir, una mezcla entre mi experimento con Alligator y los experimentos de Hydrocotyle que se están realizando en el invernadero. La conversación que mantuvimos fue un poco aparatosa, ya que ella apenas habla inglés. Cada vez que le preguntaba algo, me respondía en inglés que no me entendía y a continuación empezaba a hablar en chino. Muy rápido. No sé si lo he mencionado antes, pero tanto el Prof. Roiloa como el Dr. Bi-Cheng me han comentado por separado que una alumna del Prof. Fei-Hai vendrá a España coincidiendo con mi regreso, a realizar una estancia doctoral en nuestro departamento, probablemente trabajando con Hydrocotyle en un experimento de marcadores moleculares (utilizando ejemplares de poblaciones chinas y otras españolas). Me viene de perlas, ya que mi supervisor insistía en que realizara un trabajo de análisis molecular para mi tesis. Aunque no está claro cómo organizaremos el trabajo, ya que en mi tesis sólo puedo incluir trabajos en los que yo sea primer autor (cosa que no veo razonable, dicho sea de paso). Puede ser interesante, además de permitirme continuar hablando chino tras mi regreso a España. Dicho todo esto, espero que la alumna en cuestión no sea la que me encontré en el invernadero, o vamos a tener problemas serios (a la par que graciosos) de comunicación. Se lo comenté a Wasson y me dijo que en sus clases de español no hay ninguna alumna que vaya a visitar Galicia. Supongo que si habla inglés no debería tener problemas.
Sigo aprendiendo nuevas cosas en chino, aunque poco a poco. Wasson se muestra impresionado por mis avances, pero creo que exagera. En estos días terminé de leer El contrato social, de Rousseau; así como El príncipe, de Maquiavelo y La historia me absolverá, de Fidel Castro. El príncipe lo leí porque Rousseau lo califica como “un libro para republicanos”, cosa que asombrosamente es cierta. En cuanto al libro de Castro, lo tenía descargado y pendiente desde hace mucho. Se trata de una reconstrucción que realizó de su alegato de autodefensa durante el juicio tras el fallido asalto al cuartel de Moncada, en un intento por derrocar a Batista. Castro era doctor en derecho y abogado cuando ocurrió el juicio, por lo que colaboró en la defensa del resto de acusados (aquellos que sobrevivieron a las torturas y ejecuciones antes del juicio) y realizó la suya propia. No se guardó una transcripción de su alegato, por razones obvias, pero se sabe que duró cuatro horas y durante su posterior estancia en prisión escribió el libro con los alegatos expuestos en el juicio y los principios de la revolución cubana contra Batista. Los pasajes que detallan las torturas y ejecuciones son espeluznantes debido al detalle con el que están descritos. Pero tampoco se pueden quejar, al fin y al cabo con Batista había papel higiénico en la isla. Para Batista y los cuatro generales que se lo podían permitir, pero lo había.
Dejando de lado disertaciones sobre el comunismo y volviendo a China, había hecho planes para ir el sábado al zoo con Wasson y Wang Lu, pero se modificaron en el último momento. Uno de ellos comentó que quería ir al jardín botánico, yo dije que me daba igual, y finalmente fui a solas con Wasson. El sitio se encuentra a las afueras de Beijing, por lo que las opciones eran coger un bus en un trayecto de una hora o bien coger un taxi. Optamos por lo segundo. Durante todo el día hizo un calor pegajoso y sofocante, acompañado por un aire cargado de partículas. Se veía como una bruma anaranjada a lo lejos y Wasson comentó que era smog. El jardín botánico no se parecía demasiado al de Wuhan. Aquel tenía muchos terrenos anegados con vegetación pantanosa o árboles saliendo directamente del agua, mientras que el de Beijing tenía tres lagos pequeños y bosquecillos de árboles comunes. Parecía más un sitio para hacer senderismo que un jardín botánico. La entrada costaba 5 yuanes, con la posibilidad de pagar 50 por visitar un invernadero y otros 5 por un templo. Decidimos que la entrada normal y el templo eran suficientes. El invernadero lo vimos de lejos, sobresaliendo por encima de las copas de los árboles. Estaba compuesto por varios domos de vigas y cristal, parecía la ciudad de la película La fuga de Logan. Por muchas cosas que hubiera dentro, no creímos que mereciera la pena pagar la entrada. De cualquier modo, ni siquiera pudimos ver todo el jardín botánico, que tiene unas 200 hectáreas. Llegamos a las 13:30, ya que Wasson estaba ocupado por la mañana, y nos quedamos hasta casi la hora de cenar.
Dos sitios de especial interés que hay dentro del parque son el templo Wofo y la tumba de Liang. Liang fue un ministro de los últimos años de la dinastía Qing, la última (Wasson recalcó lo de última entre risas) que hubo en China. La tumba la diseñó su hijo, que también fue ministro y era bastante popular en China durante el siglo pasado. En el cementerio está enterrado Liang, su esposa y otros familiares (ignoro si el hijo se encuentra allí). El templo Wofo o templo del buda acostado se encuentra en una colina, en uno de los extremos del recinto del jardín botánico. Tras pasar bajo un arco hay que ascender unos cien metros por un camino empinado hasta un segundo arco, exquisitamente decorado con tejas de colores amarillo y verde. Está adornado con dos estatuas de dragones rodeando una perla y data de la dinastía Qing. Una vez en el recinto atravesamos un estanque con una infinidad de carpas naranjas y rojas, así como tortugas (Trachemys scripta, galápago de Florida, una especie invasora). Había también una enorme carpa negra, de casi medio metro de largo, que ascendía desde el fondo del estanque para volver a sumergirse cual leviatán marino.
Atravesamos un par de templos con estatuas de budas hasta que llegamos al templo final, donde descansa el buda acostado. La estatua que se encuentra allí es de bronce, mide 5,3 metros de largo y pesa la friolera de 53 toneladas. Los visitantes rezaban y ofrecían incienso a los distintos budas del templo. Había también otras estatuas, que no eran budas, de tamaño menor y rodeando a los budas. A la entrada del templo  había dos notablemente grandes, de gesto amenazador y portando grandes armas. Estas estatuas guardianas tienen un aspecto muy realista y cada una simboliza algo diferente, pues tienen un objeto o animal característico. Recuerdo una que era calva pero tenía unas cejas larguísimas, que sujetaba con sus manos; otra que tenía la piel y pelo de color azul y una tercera que tenía un pequeño dragón encaramado a su hombro. Al igual que sucede con los budas, no se debe tomar fotografías de estas estatuas. La disposición de los templos y las diferentes estatuas era la misma que en Badachu, me imagino que en los templos budistas es siempre la misma. En un lateral del templo se encontraban unos letreros que narraban la vida del buda tumbado; pese a que los textos estaban exclusivamente en chino las imágenes ayudaban a hacerse una idea de la historia. El templo original, por cierto, era bastante antiguo (dinastía Zhenguan, siglo VII) y la estatua original era de madera de sándalo, mientras que la estatua de bronce data de la dinastía Yuan (siglos XIII-XIV).
Wasson decidió poner música con el móvil mientras estábamos en el templo. Quiso enseñarme una canción española que se había descargado. Me temía una desgracia y así fue, resultó ser “te amo” de Chayanne. A todo volumen en un templo budista mientras Wasson intentaba cantarla inventándose la letra por completo, vaya panorama. Mientras descendíamos la cuesta a la salida del templo me coaccionó para que la cantara, a medida que la canción sonaba y él la pausaba. Vale la pena mencionar una visión dantesca que se cruzó en nuestro camino en ese momento: un padre de familia calvo y con barriga prominente, su mujer y su hijo, los tres vestidos con la misma ropa de color negro y estampado de flores rojas. Wasson debió invocar a esa familia desde el inframundo mientras intentaba cantar en español. La siguiente pieza fue flamenco, dijo que le encantaba. Esperaba que comenzara a sonar El Cigala, pero en su lugar me sorprendió con los acordes del Canon de Pachelbel, tocado en guitarra española y acompañado de palmas y taconeos. Grotesco y fascinante a partes iguales. Me pidió después que cantara algo, como no se me ocurrió nada mejor entoné las primeras estrofas de “El 18 de julio en el patio de un convento”. Me grabó, a saber a dónde habrá llegado esa grabación. Luego me puse más serio y busqué canciones españolas en su teléfono, primero alguna de Manolo Escobar (¿hay algo más español que eso?) y, al no encontrar ninguna, Mago de Oz. También manda carallo que las primeras que encontré estuvieran todas en gallego. Escuchamos La rosa de los vientos mientras descansábamos del paseo sentados en unas rocas, en un promontorio que ofrecía unas vistas espectaculares de los lagos.
Salimos del jardín botánico a eso de las 18:00. Nuestro regreso a la ciudad fue un poco accidentado, ya que el primer bus que cogimos finalizaba su trayecto en la parada siguiente. Eso pasa por coger los autobuses sin mirar de qué línea son, se ve que Wasson tenía prisa por cenar. Luego cogimos otro que nos dejó en una de las salidas del Palacio de Verano (ya conozco algunos sitios de la ciudad en los que he estado, es un avance). Cogimos finalmente un taxi hasta la BFU, con la idea de ir a cenar a algún restaurante cercano. El de por la mañana había costado menos de 40 yuanes, el de por la tarde salió por 50 debido a que cogimos un atasco y nos llevó más tiempo, pese a que el trayecto fue mucho menor. Durante el viaje Wasson comentó que cenaríamos con su hermano. Aquí se produjo un malentendido bastante gracioso debido a una mala traducción. Usó la palabra “brother” no como hermano, sino como buen amigo. Sí que tiene un hermano, pero no está en Beijing. Creo que Aini también usa la misma expresión, pues suele llamarme “Bru” y no sé si se debe a que pronuncia mal la R de mi nombre o a que me llama “brother” con acento de negro del Bronx. Árabe del Bronx, en su caso. Ambas cosas pueden ser.
Wasson escogió para la cena un restaurante que se encuentra cerca de la BFU, en la misma calle del restaurante de la semana anterior. Nos reunimos allí con su amigo Shi Shiao Deng (tuve que pedir que apuntaran el nombre, si no me sería imposible recordarlo), que estudia un máster en la BFU con el mismo supervisor que Wasson. En la mesa de al lado, casualmente, se sentó un compañero de la clase de español de Wasson, que viajará a Barcelona para trabajar en un instituto de investigación de fuentes de energía. Suena estupendo. Sin embargo, le comenté que para irse allí debió aprender catalán en lugar de español, ya que lo hablan poco. No estoy seguro de si entendieron la broma, aunque tampoco estoy seguro de si es una broma o no.
La cena resultó sorprendente. La mesa tenía una oquedad con un fogón en el centro, sobre la que colocaron una olla metálica dividida en dos mitades. Es un estilo de comida tradicional que se llama “chinese hot pot” o “chinese fondue”. En una de las mitades había un líquido de color rojo sangre con guindillas y granos de pimienta de Sichuán flotando. Podía escucharlo susurrar “no me comas o morirás”. La otra mitad contenía una sopa de vegetales y setas, de color crema y aspecto menos imponente. Encendieron el fogón para que ambos caldos hirvieran. Fueron sirviendo en la mesa la comida: unos huevos cocidos diminutos (creo que de perdiz), gambas peladas, verduras y tiras de carne muy parecidas al jamón serrano. Una vez ambas partes de la olla entraron en ebullición, mis compañeros de mesa fueron arrojando dentro la comida para que se cocinara. Posteriormente la echábamos en los platos para comerla. A mayores de eso, cada uno tenía un cuenco en el que se servía una variedad de especias que había a la entrada del restaurante (cacahuetes molidos, sésamo, perejil, semillas de guindillas y un sinfín de salsas que nadie sabía lo que eran). Te servías la mezcla que querías, le echabas uno de los dos caldos y ahí remojabas la comida antes de llevártela a la boca. Mezclar cosas al azar dio buenos resultados.
En general estaba todo muy rico, excepto la carne (pues era como masticar bacon poco cocinado). Mis acompañantes insistían en llenarme el plato con generosidad cuando lo notaban vacío. Bajamos la comida con botellas de medio litro de cerveza, de esa que sabe a agua. He de admitir con cierta vergüenza que Shi Xiao (o Deng, no tengo claro cuáles son los apellidos y cuál el nombre) bebía más deprisa que yo. Cuando terminamos la comida pedimos más platos, incluyendo boles de arroz y unos noodles sin cocinar, que debimos echar en el caldo hirviendo. Probé carne y verduras procedentes del líquido con guindillas y pimienta, pero me detuve cuando me comenzaron a doler los labios. ¿Alguna vez habéis comido picante hasta ese extremo? No que te ardan los labios, que te duelan, como si los tuvieras inflamados (aunque he de decir que el picante no me pasó factura en los días posteriores). Cuando estábamos terminando la segunda ronda de platos, el compañero de clase de Wasson se unió a nuestra mesa y trajo consigo una fuente enorme con diferentes tipos de setas. Degusté por fin las setas aguja de oro (Flammulina velutipes), que están deliciosas, aunque si una se desliza entre dos dientes es bastante difícil  hacerla salir.
Cuando finalmente terminamos la cena yo estaba completamente saciado y ligeramente ebrio. Una tormenta eléctrica acompañada de lluvia de creciente intensidad cubría el cielo con sus luces. Nos despedimos del compañero de clase de Wasson y posteriormente de su “brother”. Wasson dijo que podía contar con su brother para cualquier cosa una vez él se marchara a España. No, Wasson no estaba borracho, o al menos no lo parecía. Nos despedimos cerca de su residencia y yo regresé al hotel. Estaba agotado después de caminar toda la tarde y de la copiosa cena. Todavía tuve tiempo antes de acostarme de repasar algunas lecciones de chino con Aini. Él por su parte había comenzado ese mismo día a asistir a clases de francés (motivo por el cual no pudo acompañarnos al jardín botánico, lo cual lamentaba). Me pidió ayuda con algo tan simple como el alfabeto, a lo que respondí que yo no había estudiado francés desde hacía unos 10 años. Su idea es viajar a Canadá en unos seis meses, aunque el plan sigue en el aire. En Canadá no debería tener problemas, ya que hablan inglés además de francés y ahora mismo no sería prudente por su parte viajar a Francia con todas las tensiones sociales que hay. Un pakistaní musulmán que está estudiando en China y decide ir a hacer turismo a Francia, no suena demasiado creíble pese a ser cierto.

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