35- Jardín botánico de Beijing
21, 22 y 23 de julio
El jueves y el viernes me limité a leer algunos papers, ir
al invernadero a regar las plantas y asistir a las clases de chino con Wasson.
En mi visita al invernadero me encontré con una alumna de doctorado del Prof.
Fei-Hai, cuyo nombre no conozco. Estaba ensamblando jaulas para insectos al
lado de unas macetas con Hydrocotyle
vulgaris. Se trata de un experimento con esa especie y áfidos, dividiendo
las plantas entre tratamiento conexión y desconexión (también es una especie
clonal) para medir la emisión de gases de efecto invernadero. Es decir, una
mezcla entre mi experimento con Alligator y los experimentos de Hydrocotyle que se están realizando en
el invernadero. La conversación que mantuvimos fue un poco aparatosa, ya que
ella apenas habla inglés. Cada vez que le preguntaba algo, me respondía en
inglés que no me entendía y a continuación empezaba a hablar en chino. Muy
rápido. No sé si lo he mencionado antes, pero tanto el Prof. Roiloa como el Dr.
Bi-Cheng me han comentado por separado que una alumna del Prof. Fei-Hai vendrá
a España coincidiendo con mi regreso, a realizar una estancia doctoral en
nuestro departamento, probablemente trabajando con Hydrocotyle en un experimento de marcadores moleculares (utilizando
ejemplares de poblaciones chinas y otras españolas). Me viene de perlas, ya que
mi supervisor insistía en que realizara un trabajo de análisis molecular para
mi tesis. Aunque no está claro cómo organizaremos el trabajo, ya que en mi
tesis sólo puedo incluir trabajos en los que yo sea primer autor (cosa que no
veo razonable, dicho sea de paso). Puede ser interesante, además de permitirme
continuar hablando chino tras mi regreso a España. Dicho todo esto, espero que
la alumna en cuestión no sea la que me encontré en el invernadero, o vamos a
tener problemas serios (a la par que graciosos) de comunicación. Se lo comenté
a Wasson y me dijo que en sus clases de español no hay ninguna alumna que vaya
a visitar Galicia. Supongo que si habla inglés no debería tener problemas.
Sigo aprendiendo nuevas cosas en chino, aunque poco a poco.
Wasson se muestra impresionado por mis avances, pero creo que exagera. En estos
días terminé de leer El contrato social, de Rousseau; así como El príncipe, de
Maquiavelo y La historia me absolverá, de Fidel Castro. El príncipe lo leí
porque Rousseau lo califica como “un libro para republicanos”, cosa que
asombrosamente es cierta. En cuanto al libro de Castro, lo tenía descargado y
pendiente desde hace mucho. Se trata de una reconstrucción que realizó de su
alegato de autodefensa durante el juicio tras el fallido asalto al cuartel de
Moncada, en un intento por derrocar a Batista. Castro era doctor en derecho y abogado
cuando ocurrió el juicio, por lo que colaboró en la defensa del resto de
acusados (aquellos que sobrevivieron a las torturas y ejecuciones antes del
juicio) y realizó la suya propia. No se guardó una transcripción de su alegato,
por razones obvias, pero se sabe que duró cuatro horas y durante su posterior
estancia en prisión escribió el libro con los alegatos expuestos en el juicio y
los principios de la revolución cubana contra Batista. Los pasajes que detallan
las torturas y ejecuciones son espeluznantes debido al detalle con el que están
descritos. Pero tampoco se pueden quejar, al fin y al cabo con Batista había
papel higiénico en la isla. Para Batista y los cuatro generales que se lo
podían permitir, pero lo había.
Dejando de lado disertaciones sobre el comunismo y volviendo
a China, había hecho planes para ir el sábado al zoo con Wasson y Wang Lu, pero
se modificaron en el último momento. Uno de ellos comentó que quería ir al
jardín botánico, yo dije que me daba igual, y finalmente fui a solas con
Wasson. El sitio se encuentra a las afueras de Beijing, por lo que las opciones
eran coger un bus en un trayecto de una hora o bien coger un taxi. Optamos por
lo segundo. Durante todo el día hizo un calor pegajoso y sofocante, acompañado
por un aire cargado de partículas. Se veía como una bruma anaranjada a lo lejos
y Wasson comentó que era smog. El jardín botánico no se parecía demasiado al de
Wuhan. Aquel tenía muchos terrenos anegados con vegetación pantanosa o árboles
saliendo directamente del agua, mientras que el de Beijing tenía tres lagos
pequeños y bosquecillos de árboles comunes. Parecía más un sitio para hacer
senderismo que un jardín botánico. La entrada costaba 5 yuanes, con la
posibilidad de pagar 50 por visitar un invernadero y otros 5 por un templo.
Decidimos que la entrada normal y el templo eran suficientes. El invernadero lo
vimos de lejos, sobresaliendo por encima de las copas de los árboles. Estaba
compuesto por varios domos de vigas y cristal, parecía la ciudad de la película
La fuga de Logan. Por muchas cosas que hubiera dentro, no creímos que mereciera
la pena pagar la entrada. De cualquier modo, ni siquiera pudimos ver todo el
jardín botánico, que tiene unas 200 hectáreas. Llegamos a las 13:30, ya que
Wasson estaba ocupado por la mañana, y nos quedamos hasta casi la hora de
cenar.
Dos sitios de especial interés que hay dentro del parque son
el templo Wofo y la tumba de Liang. Liang fue un ministro de los últimos años
de la dinastía Qing, la última (Wasson recalcó lo de última entre risas) que
hubo en China. La tumba la diseñó su hijo, que también fue ministro y era
bastante popular en China durante el siglo pasado. En el cementerio está
enterrado Liang, su esposa y otros familiares (ignoro si el hijo se encuentra
allí). El templo Wofo o templo del buda acostado se encuentra en una colina, en
uno de los extremos del recinto del jardín botánico. Tras pasar bajo un arco
hay que ascender unos cien metros por un camino empinado hasta un segundo arco,
exquisitamente decorado con tejas de colores amarillo y verde. Está adornado
con dos estatuas de dragones rodeando una perla y data de la dinastía Qing. Una
vez en el recinto atravesamos un estanque con una infinidad de carpas naranjas
y rojas, así como tortugas (Trachemys
scripta, galápago de Florida, una especie invasora). Había también una
enorme carpa negra, de casi medio metro de largo, que ascendía desde el fondo
del estanque para volver a sumergirse cual leviatán marino.
Atravesamos un par de templos con estatuas de budas hasta
que llegamos al templo final, donde descansa el buda acostado. La estatua que
se encuentra allí es de bronce, mide 5,3 metros de largo y pesa la friolera de
53 toneladas. Los visitantes rezaban y ofrecían incienso a los distintos budas
del templo. Había también otras estatuas, que no eran budas, de tamaño menor y
rodeando a los budas. A la entrada del templo
había dos notablemente grandes, de gesto amenazador y portando grandes
armas. Estas estatuas guardianas tienen un aspecto muy realista y cada una
simboliza algo diferente, pues tienen un objeto o animal característico.
Recuerdo una que era calva pero tenía unas cejas larguísimas, que sujetaba con
sus manos; otra que tenía la piel y pelo de color azul y una tercera que tenía
un pequeño dragón encaramado a su hombro. Al igual que sucede con los budas, no
se debe tomar fotografías de estas estatuas. La disposición de los templos y
las diferentes estatuas era la misma que en Badachu, me imagino que en los
templos budistas es siempre la misma. En un lateral del templo se encontraban unos
letreros que narraban la vida del buda tumbado; pese a que los textos estaban
exclusivamente en chino las imágenes ayudaban a hacerse una idea de la
historia. El templo original, por cierto, era bastante antiguo (dinastía
Zhenguan, siglo VII) y la estatua original era de madera de sándalo, mientras
que la estatua de bronce data de la dinastía Yuan (siglos XIII-XIV).
Wasson decidió poner música con el móvil mientras estábamos
en el templo. Quiso enseñarme una canción española que se había descargado. Me
temía una desgracia y así fue, resultó ser “te amo” de Chayanne. A todo volumen
en un templo budista mientras Wasson intentaba cantarla inventándose la letra
por completo, vaya panorama. Mientras descendíamos la cuesta a la salida del
templo me coaccionó para que la cantara, a medida que la canción sonaba y él la
pausaba. Vale la pena mencionar una visión dantesca que se cruzó en nuestro
camino en ese momento: un padre de familia calvo y con barriga prominente, su
mujer y su hijo, los tres vestidos con la misma ropa de color negro y estampado
de flores rojas. Wasson debió invocar a esa familia desde el inframundo
mientras intentaba cantar en español. La siguiente pieza fue flamenco, dijo que
le encantaba. Esperaba que comenzara a sonar El Cigala, pero en su lugar me
sorprendió con los acordes del Canon de Pachelbel, tocado en guitarra española
y acompañado de palmas y taconeos. Grotesco y fascinante a partes iguales. Me pidió
después que cantara algo, como no se me ocurrió nada mejor entoné las primeras
estrofas de “El 18 de julio en el patio de un convento”. Me grabó, a saber a
dónde habrá llegado esa grabación. Luego me puse más serio y busqué canciones
españolas en su teléfono, primero alguna de Manolo Escobar (¿hay algo más
español que eso?) y, al no encontrar ninguna, Mago de Oz. También manda carallo
que las primeras que encontré estuvieran todas en gallego. Escuchamos La rosa
de los vientos mientras descansábamos del paseo sentados en unas rocas, en un
promontorio que ofrecía unas vistas espectaculares de los lagos.
Salimos del jardín botánico a eso de las 18:00. Nuestro
regreso a la ciudad fue un poco accidentado, ya que el primer bus que cogimos
finalizaba su trayecto en la parada siguiente. Eso pasa por coger los autobuses
sin mirar de qué línea son, se ve que Wasson tenía prisa por cenar. Luego
cogimos otro que nos dejó en una de las salidas del Palacio de Verano (ya
conozco algunos sitios de la ciudad en los que he estado, es un avance).
Cogimos finalmente un taxi hasta la BFU, con la idea de ir a cenar a algún
restaurante cercano. El de por la mañana había costado menos de 40 yuanes, el
de por la tarde salió por 50 debido a que cogimos un atasco y nos llevó más
tiempo, pese a que el trayecto fue mucho menor. Durante el viaje Wasson comentó
que cenaríamos con su hermano. Aquí se produjo un malentendido bastante
gracioso debido a una mala traducción. Usó la palabra “brother” no como
hermano, sino como buen amigo. Sí que tiene un hermano, pero no está en
Beijing. Creo que Aini también usa la misma expresión, pues suele llamarme
“Bru” y no sé si se debe a que pronuncia mal la R de mi nombre o a que me llama
“brother” con acento de negro del Bronx. Árabe del Bronx, en su caso. Ambas
cosas pueden ser.
Wasson escogió para la cena un restaurante que se encuentra
cerca de la BFU, en la misma calle del restaurante de la semana anterior. Nos
reunimos allí con su amigo Shi Shiao Deng (tuve que pedir que apuntaran el
nombre, si no me sería imposible recordarlo), que estudia un máster en la BFU
con el mismo supervisor que Wasson. En la mesa de al lado, casualmente, se
sentó un compañero de la clase de español de Wasson, que viajará a Barcelona
para trabajar en un instituto de investigación de fuentes de energía. Suena
estupendo. Sin embargo, le comenté que para irse allí debió aprender catalán en
lugar de español, ya que lo hablan poco. No estoy seguro de si entendieron la
broma, aunque tampoco estoy seguro de si es una broma o no.
La cena resultó sorprendente. La mesa tenía una oquedad con
un fogón en el centro, sobre la que colocaron una olla metálica dividida en dos
mitades. Es un estilo de comida tradicional que se llama
“chinese hot pot” o “chinese fondue”. En una de las mitades había un líquido de
color rojo sangre con guindillas y granos de pimienta de Sichuán flotando.
Podía escucharlo susurrar “no me comas o morirás”. La otra mitad contenía una
sopa de vegetales y setas, de color crema y aspecto menos imponente.
Encendieron el fogón para que ambos caldos hirvieran. Fueron sirviendo en la
mesa la comida: unos huevos cocidos diminutos (creo que de perdiz), gambas
peladas, verduras y tiras de carne muy parecidas al jamón serrano. Una vez ambas
partes de la olla entraron en ebullición, mis compañeros de mesa fueron arrojando
dentro la comida para que se cocinara. Posteriormente la echábamos en los
platos para comerla. A mayores de eso, cada uno tenía un cuenco en el que se
servía una variedad de especias que había a la entrada del restaurante (cacahuetes
molidos, sésamo, perejil, semillas de guindillas y un sinfín de salsas que
nadie sabía lo que eran). Te servías la mezcla que querías, le echabas uno de
los dos caldos y ahí remojabas la comida antes de llevártela a la boca. Mezclar
cosas al azar dio buenos resultados.
En general estaba todo muy rico, excepto la carne (pues era
como masticar bacon poco cocinado). Mis acompañantes insistían en llenarme el
plato con generosidad cuando lo notaban vacío. Bajamos la comida con botellas
de medio litro de cerveza, de esa que sabe a agua. He de admitir con cierta
vergüenza que Shi Xiao (o Deng, no tengo claro cuáles son los apellidos y cuál
el nombre) bebía más deprisa que yo. Cuando terminamos la comida pedimos más
platos, incluyendo boles de arroz y unos noodles sin cocinar, que debimos echar
en el caldo hirviendo. Probé carne y verduras procedentes del líquido con
guindillas y pimienta, pero me detuve cuando me comenzaron a doler los labios.
¿Alguna vez habéis comido picante hasta ese extremo? No que te ardan los
labios, que te duelan, como si los tuvieras inflamados (aunque he de decir que
el picante no me pasó factura en los días posteriores). Cuando estábamos
terminando la segunda ronda de platos, el compañero de clase de Wasson se unió
a nuestra mesa y trajo consigo una fuente enorme con diferentes tipos de setas.
Degusté por fin las setas aguja de oro (Flammulina
velutipes), que están deliciosas, aunque si una se desliza entre dos
dientes es bastante difícil hacerla
salir.
Cuando finalmente terminamos la cena yo estaba completamente
saciado y ligeramente ebrio. Una tormenta eléctrica acompañada de lluvia de
creciente intensidad cubría el cielo con sus luces. Nos despedimos del
compañero de clase de Wasson y posteriormente de su “brother”. Wasson dijo que
podía contar con su brother para cualquier cosa una vez él se marchara a
España. No, Wasson no estaba borracho, o al menos no lo parecía. Nos despedimos
cerca de su residencia y yo regresé al hotel. Estaba agotado después de caminar
toda la tarde y de la copiosa cena. Todavía tuve tiempo antes de acostarme de
repasar algunas lecciones de chino con Aini. Él por su parte había comenzado
ese mismo día a asistir a clases de francés (motivo por el cual no pudo
acompañarnos al jardín botánico, lo cual lamentaba). Me pidió ayuda con algo
tan simple como el alfabeto, a lo que respondí que yo no había estudiado
francés desde hacía unos 10 años. Su idea es viajar a Canadá en unos seis
meses, aunque el plan sigue en el aire. En Canadá no debería tener problemas,
ya que hablan inglés además de francés y ahora mismo no sería prudente por su
parte viajar a Francia con todas las tensiones sociales que hay. Un pakistaní
musulmán que está estudiando en China y decide ir a hacer turismo a Francia, no
suena demasiado creíble pese a ser cierto.
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