30- Semana gastronómica
4, 5, 6, 7, 8 y 9 de julio
Contaba con que el Dr. Bi-Cheng llegara a comienzos de esta
semana y poder comenzar cuanto antes el experimento, pero las previsiones
resultaron erróneas. Pese a que me había dicho que estaría fuera dos semanas,
no regresó a Beijing hasta el sábado. Así pues, ya que no podía seguir trabajando
en el paper del experimento en China (pues no quería enviárselo a los
profesores de la BFU por no molestarlos con un borrador) ni proseguir con los
papers de mis experimentos en España (pues mi tutor hace semanas que no avanza
en sus correcciones), me limité a buscar bibliografía para el trabajo de
revisión y a elaborar un índice de la bibliografía y un esquema del trabajo.
Menos es nada, como se suele decir. Aproveché también el tiempo para leer unos
cuantos libros cortos: El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad; Lobo
estepario, de Hermann Hesse , Hongos de Yuggoth y otros poemas fantásticos, de
Lovecraft. Pese a todo, la cantidad de libros que tengo descargados no hace más
que aumentar. Wasson estuvo de viaje toda la semana, por lo que debimos
posponer las clases de idiomas. Me conformé con tomar apuntes de gramática de
un libro de Aini, que incluye chino, inglés y urdu (uno de los idiomas que
hablan en Pakistán). El chino ni siquiera parece difícil de escribir si se
compara con el urdu, ya que este tiene caracteres árabes ininteligibles para un
occidental.
Durante la semana fui a comer la mayor parte de las veces al
comedor que se encuentra al lado de los edificios de clases. Tienen un menú
bastante variado y pude probar cosas nuevas, algunas estaban deliciosas y otras
no tanto. En los desayunos tienen unas bolas de masa crujiente y pegajosa,
cubiertas de semillas de sésamo, que a veces están rellenas de mermelada y
otras veces de leche frita. Hay también rosquillas de masa de pan, unos kebabs
(están envueltos igual que los durum, con la misma masa) de tiras de patata con
cebolla y unas empanadillas rectangulares rellenas de jamón y verdura, que
están deliciosas. Al desayuno suelo tomar sopa, las que más me han gustado son
las de arroz y semillas de soja o una de fideos dulces, acompañados de algo de
color naranja que salvo por el sabor diría que son gajos de melocotón en
almibar. Si no es melocotón, prefiero no saber de qué se trata.
Los tallos de loto son un alimento peculiar. No saben a nada
y al cocinarlos tienen una especie de capa grasienta. Un día los comí
acompañados de carne de cerdo y creí que habían absorbido la grasa de la carne,
pero otro día los cené con brotes de soja y esa especie de grasa resultó ser
propia de los tallos. Se pueden preparar cortados transversalmente, mostrando
los agujeros de los haces vasculares, o bien en tiras longitudinales de un
precioso color blanco. Toda la comida está, por lo general, muy picante. Esto
camufla bien el sabor de los alimentos. Por ejemplo, una noche cené algo de
color blanco que por la textura parecía pescado pero el sabor era de carne. Era
de color blanco y nudoso, puede que fuera cerebro de algo. Estaba acompañado de
hojas de col blanca empapadas en salsa. Otra noche cené tacos de tocino frito,
que estaba muy dulce a la par que picante; la grasa era como comer un postre de
gelatina.
Lo que me desconcierta a la hora de comer, por encima de
cualquier otra cosa, es que no sabes lo que estás pidiendo hasta que te lo
sirven en el plato, y muchas veces hasta que te lo metes en la boca. El caso
del día que pedí callos creyendo que se trataba de marisco es un buen ejemplo.
Esta semana comí unos noodles (que eran tan finos que o bien se escurrían entre
los palillos o bien sujetaba todos los del bol) junto con algo que
aparentemente eran tiras de carne. Resultó tratarse de dos clases diferentes de
setas, picadas y mezcladas con tocino. Tanto las setas como el tocino estaban
ricos, aunque el acompañamiento eran unos tallos vegetales bastante amargos. Un
día almorcé un bol de huevos revueltos acompañados de unas tiras de vegetales
de color verde. Creo que se trataba del tallo de alguna planta, con bultos por
su cara exterior que asemejaban a los granos de una mazorca de maíz. Sabía
increíblemente amargo, tanto que apenas conseguí comerme la mitad y tras un
gran esfuerzo.
Al terminar la semana finalizó también el curso escolar y
comenzaron las vacaciones de verano. Apenas se nota la ausencia de estudiantes,
me da la impresión de que esto sigue tan lleno como siempre. Los de doctorado
no tienen vacaciones y los de máster es posible que tampoco. Las principales
diferencias son que algunos horarios han cambiado (como el de la lavandería,
que cierra antes) y algunos edificios están cerrados (la segunda planta de la
cafetería en el edificio de 5 pisos o los edificios de clases, por donde yo
atajaba para ir a la otra cafetería). Los profesores siguen viniendo a
trabajar, ya que vienen los fines de semana, también lo hacen en verano.
Desconozco, eso sí, si agosto se lo toman libre. En España es habitual, ya que
en julio hay exámenes y defensas de los TFGs y TFMs.
La idea de ir con Aini a la Gran Muralla tendrá que esperar
al menos hasta el fin de semana que viene, ya que este está ocupado por las
mañanas y no tiene sentido ir sólo una tarde. No obstante, lo que parecía ser
un fracaso se tornó en éxito, pues el sábado por la mañana entró en el despacho
un sonriente Dr. Bi-Cheng, con la maleta y todo. No me alegraba tanto de verlo
desde el día que llegué al aeropuerto. Tres semanas sin alguien a quien
consultar dudas acerca del trabajo, con quien ir a comer o que encienda el wifi
en la oficina se hicieron demasiado largas. El Dr. se pasó el día entero
atareado, más que de costumbre. Durante todo el día entraron en la oficina
distintos profesores y alumnos para hablar con él. Tan ocupado estaba que ni
siquiera fue a cenar. Por la noche, cuando parecía estar más receptivo (y
cansado), aproveché para enviarle el borrador de mi paper. Entonces me dijo que
al día siguiente (domingo) podíamos comenzar… el experimento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario