31- El experimento
10 y 11 de julio
La habitación estaba sumida en la penumbra a excepción de un
potente foco que apuntaba directamente a mi cara, cegando mi visión. Me
encontraba atado con corres a una silla metálica, completamente inmovilizado, y
alguien me había colocado electrodos en… ah, no. El experimento del que tenía
que hablar no era ese, era el de las plantas y los insectos.
Había quedado con el Dr. Bi-Cheng en el invernadero a las
9:30, pasé antes por la oficina para recoger todos los escarabajos adultos que
viera en los dos terrarios. Obtuve la asombrosamente alta cifra de 50, pero
conste que por la noche al regresar a la oficina conté otros 20 que por la
mañana estaban escondidos. El Dr. había decidido liberar cuatro escarabajos en
cada uno de los tratamientos. Puesto que no conocemos el sexo de los
escarabajos, esto aumenta las posibilidades de que al menos haya un macho y una
hembra en cada grupo, con lo cual de cara al final del experimento tendremos
también larvas alimentándose de las plantas. Sin embargo, estadísticamente,
alguna de las plantas podría tener un grupo de sólo machos o sólo hembras. En
cuanto a la otra especie, Planococcus minor, que es una especie de pulgón
aplanado con pelillos blancos en el lomo y que se ceba en las plantas
asilvestradas del invernadero, la idea era liberar 10 en cada planta. Esta
especie no se usa en control biológico, de hecho es una plaga en muchos países
porque se alimenta de todo tipo de plantas, incluyendo las que tienen
aprovechamiento agrícola.
Por la mañana, con ayuda de dos estudiantes, comencé a
introducir las plantas apicales dentro de las jaulas para insectos que había
ensamblado el mes anterior. Resultó ser un trabajo complicado, pues la mitad de
los tratamientos requerían que la maceta apical y la basal permanecieran
conectadas. Era difícil meter la planta en la jaula y también evitar romper el
tallo que unía las dos macetas. Alguno me lo cargué, motivo por el cual tuvimos
que pasar de 8 réplicas a 7. De todos modos el Dr. sugirió hacer eso ya antes
de comenzar el trabajo. Tuvimos que volver a homogeneizar los grupos y resultó
que había dos plantas mucho más grandes que el resto, que en modo alguno cabían
en las jaulas, así como un par de plantas medio mustias que no habían crecido
lo suficiente. Con las plantas que descarté una vez organizados 7 grupos
homogéneos sustituí aquellas plantas que rompí. Fueron dos, una el domingo al
introducirla en la jaula y la otra el lunes por la tarde al abrir la cremallera
para aplicar un tratamiento de hormonas. Las jaulas están cubiertas de malla y
se cierran con dos cremalleras. Con un poco de paciencia y práctica conseguí
cerrar todas las jaulas dejando un centímetro de separación entre las
cremalleras, lo justo para que pasara el tallo. Así se evita que los insectos
escapen o bien entren, dependiendo del tratamiento.
El calor era tan sofocante que el sudor me goteaba por la
cara y mis pantalones vaqueros terminaron empapados. En una parte del
invernadero hay un termómetro de mercurio con dos medidores, uno indica la
temperatura máxima y el otro la mínima, gracias a gotitas de mercurio que se
quedan en la marca correspondiente. La temperatura mínima el domingo era de 30
grados y la máxima de 45. Fuimos a comer pasadas las 12:30. Mis compañeros
fueron cada uno a un sitio diferente, yo me dirigí a la cafetería del campus y
luego al despacho para descansar un poco y beber un té. A las 14:00 regresé al
invernadero, donde comencé a meter los insectos en sus jaulas correspondientes.
Con los adultos de Agasicles no tuve demasiados problemas,
dejando de lado que saltan y debía estar atento para evitar que alguno se
escapara. El lunes por la tarde todos seguían en las cajas y ya se veían
tímidas señales de herbivoría en las hojas. En cuanto a Planococcus, pese a que
la idea era introducir 10 adultos por planta, no había forma práctica de
hacerlo. El Dr. Bi-Cheng me dio unas “pinzas” de plástico (que en realidad se
usan para mantener los tallos de las plantas pegados al suelo y que echen
raíces) y me dijo que cogiera con ellas a los insectos. O bien los aplastaba o
bien se caían de camino a la jaula, yendo a parar sobre los rametos basales.
Opté por otra opción, mucho más práctica y sencilla. Los insectos infestaban
las plantas silvestres hasta el punto en que los nudos de los tallos (de donde
salen las hojas) están cubiertos por una masa de adultos y crías. Simplemente
corté varios nudos, intentando que tuvieran aproximadamente el mismo número de
insectos, y los fui colocando en la base de los rametos apicales. Me sentía
como un bioterrorista, inoculando una plaga a los cultivos para que aniquile la
cosecha. Si finalmente llevo unas muestras de Alligator de China a España, para
comparar ambas poblaciones, debo tener cuidado de que no haya polizontes
indeseados en las plantas. Puesto que los tallos están huecos, los insectos de
distintas especies se introducen dentro cuando no están devorando las hojas.
Terminé de inocular los insectos casi a la hora de cenar. El
Dr. Bi-Cheng y los dos alumnos estaban atareados cosechando los resultados (sí,
se dice así porque son plantas) de otro experimento. Se trata de comprobar el
papel del efecto maternal en plantas de Alligator frente a Planococcus. Hay
cuatro grupos de plantas; dos con Planoccocus y dos sin él; dos con efecto maternal
y dos sin él. El resultado evidente es que las plantas sin Planococcus crecen
saludables, hasta el punto de que los tallos echan raíces al tocar el suelo,
mientras que las plantas sometidas al insecto apenas tienen hojas y los tallos
están raquíticos y secos. Sin embargo, las plantas tienen muchísimas flores.
Algo que también observo en las plantas de los terrarios es que, cuando están
sometidas a un estrés que las termina matando, gastan sus últimos recursos en
desarrollar flores. Esto está explicado por una teoría que leí el mes pasado,
según la cual una planta clonal no se reproduce sexualmente cuando las cosas le
van bien (Alligator sólo se reproduce clonalmente en las zonas invadidas),
mientras que si está sometida a estrés le interesa la reproducción sexual, para
que su descendencia tenga genes de otra planta que pueda estar mejor adaptada.
Por la noche el Dr. Bi-Cheng y yo fuimos a un laboratorio de
la décima planta de la facultad a preparar el tratamiento con ácido jasmónico,
que es una hormona vegetal (fitohormona) que participa en los procesos
defensivos (también es el componente principal de la esencia de jazmín, de ahí
el nombre). Dos de los tratamientos incluyen insectos, otro daños simulados a
las hojas, otro una hormona, otro daños en las hojas conjuntamente con la
hormona y finalmente un control sin ningún tipo de daño. Todo eso para plantas
conectadas y desconectadas, lo cual hace un precioso experimento con 12
tratamientos y 7 réplicas cada uno, que vienen siendo 168 macetas (contando
basales y apicales). Una cosa preciosa que tiene la ciencia es que, si te basas
en trabajos previos para realizar tu experimento (debes citar las fuentes,
claro, aquí no se considera algo malo admitir que estás copiando a alguien) no
tienes que darle demasiadas vueltas. Para la preparación del tratamiento con
jasmónico y su aplicación nos basamos en otro trabajo (también con Alligator y
de unos chinos, lo cual es estupendo) y para la aplicación del daño simulado a
las hojas también.
Por la noche dejamos preparados 100ml de solución de ácido
jasmónico, con todo el contenido que había en el diminuto aunque
exorbitantemente caro frasquito que el Dr. había comprado, así como otro matraz
con un control de agua y etileno. Las plantas que no reciban ácido jasmónico serán
pulverizadas con el control, para asegurarse de que el etileno (presente en
ambos matraces) no causa efectos a mayores en los tratamientos de ácido
jasmónico. Basándonos en el mismo principio de homogeneidad, introducimos todas
las plantas en las jaulas para insectos y no sólo aquellas con los tratamientos
de insectos, para que los efectos secundarios (sombreado, limitación de
crecimiento) sean los mismos en todos los grupos. Fuimos a comprar unos
pulverizadores a la tienda que está en la salida del campus y regresamos para
rellenarlos con el ácido jasmónico y el control.
Por la mañana me puse a aplicar el tratamiento de daño
simulado en las hojas, pero no conseguí terminar antes de la hora de comer, así
que fui a la cafetería y regresé directamente al invernadero después, temiendo
que por la tarde no me llegara el tiempo para terminar. El tratamiento de daño
en las hojas consiste en cortar el 50% de cada hoja de la planta, con unas
tijeras y por la mitad (transversalmente). Los daños son superiores y más realistas
que si simplemente se arrancaran el 50% de las hojas, pues las restantes
estarían intactas. Hubo quien comprobó que el daño aplicado cortando las hojas
por la mitad causa las mismas respuestas que utilizando una perforadora de
folios para realizar agujeros circulares, con la ventaja de que cortar las
hojas lleva menos tiempo.
Finalmente, cuando ya era por la tarde y el sudor volvía a
chorrear por mi cara, me puse a aplicar el tratamiento con la hormona y el
control. El control fue sencillo, consistió en abrir cada jaula de insectos y
pulverizar la base de las plantas un par de veces. Sin embargo, evité aplicarlo
en los tratamientos con insectos por si el alcohol les perjudicaba o impedía
que pudieran alimentarse de la planta. Aplicar el ácido jasmónico fue más
complicado y me llevó cerca de tres horas. Se trata de una hormona volátil, por
lo que hay que evitar que afecte a las plantas adyacentes al tratamiento. Para
esto (según la bibliografía consultada), se apantallan las plantas de los
laterales utilizando folios o sobres de papel, se aplica el tratamiento en el
ápice principal de la planta (puede haber varios, en tallos secundarios) y se
cubre el ápice con una bolsa de plástico hasta que haya secado. En el
invernadero sólo tenía cuatro bolsas de plástico, que había utilizado para
transportar los insectos el día anterior, por lo que debía esperar un cuarto de
hora tras aplicar la hormona a cada uno de los 7 grupos. Volveré a aplicar la
hormona y cortar las hojas nuevas cada semana, así que la próxima me acordaré
de llevar bolsas al invernadero.
Había bastante gente trabajando, incluyendo al Dr. Bi-Cheng
(que seguía cosechando los resultados de su experimento, trabajo que le llevará
varios días completos) y alumnos que preparaban macetas con Hidrocotile
vulgaris para el experimento de gases de efecto invernadero. Entre estos se
encontraba Lu, ayudándolos o más bien dirigiéndolos. Terminé de trabajar a eso
de las 17:00 y estaba pensando en ir a tomar una ducha al hotel antes de cenar
cuando me ofrecieron ir a cenar con ellos a un restaurante, cosa que no pude
rechazar. Fuimos a uno que se encuentra cerca de la facultad, en uno de esos
barrios en los que los bajos de todos los edificios tienen alguna tienda o
restaurante, con carteles brillantes cubriendo toda la fachada (que yo por
supuesto soy incapaz de descifrar). Los platos de la cena fueron: una especie
de pizza de masa fina compuesta simplemente por la masa y salsa barbacoa encima
(picante, picante); lo que parecían rodajas de plátano en salsa brava, que
resultaron ser rodajas de tofu; pollo Kung Pao; una olla enorme de carne y
noodles anchos y aplastados; un plato de noodles finísimos con hojas de
lechuga; unas patatas fritas con sésamo y tiras de pimiento que picaban
excesivamente (tanto las patatas como los pimientos, aunque estaba delicioso) y
finalmente una versión low-cost del pato a la pekinesa, que consistía en tiras
de carne de cerdo, salsa, cebolla picada y unas láminas de tofu en las que se
enrollaba todo. Sabía casi igual al pato, pero no era lo mismo. Nos bebimos
varias cervezas entre Lu y yo, mientras que las estudiantes prefirieron tomar
refrescos. Hablando con Lu, en lo que me pareció cerrar un negocio en una cena
de empresa (oh, espera! lo fue), le ofrecí nuevamente mi ayuda en su trabajo, ya que dijo
que estaba agobiado para terminar su doctorado y que no lo haría dentro del
plazo normal. Esta vez recalqué que me interesaba ser coautor de un trabajo
ajeno. Dijo que estaba encantado de recibir ayuda y que me avisará cuando
comience otro experimento. Me apresuré a ofrecer un brindis para celebrar eso.
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