37- Black Hawk Derribado
27 y 28 de julio
El miércoles lo único de provecho que hice en todo el día
fue leer y tener dos horas de clase con Wasson por la noche. He establecido una
nueva marca personal, 210 páginas en un solo día. Podía haber terminado el
libro (Ensayo sobre la ceguera, de Saramago) ese mismo día de no ser por la
clase de chino, pero lo primero es lo primero. El jueves terminé lo poco que me
faltaba por leer y comencé El tambor de hojalata, de Günter Grass. Entre premios
Nobel anda la cosa. Me va a llevar algún tiempo terminarlo, son 450 páginas y
creo que las largas tardes en la oficina sin nada que hacer se terminaron (¡ Ya
iba siendo hora ¡)
El jueves por la mañana fui de compras con Aini. El ratón de
mi portátil comenzó a fallar el día anterior y el touchpad está roto, así que
sin ratón estoy vendido. Nos dirigimos en primer lugar al supermercado para
estudiantes que hay cerca de una de las entradas a la BFU. Se produjo una
situación paradójica. Yo, que no hablo chino, me hubiera limitado a señalar el
ratón que quería, pagar con un billete de 100 y salir de allí con el ratón y el
cambio. Seguramente me hubieran estafado, pero 10 yuanes extra no me suponen
nada. No obstante, Aini habla chino y conoce las costumbres de los chinos. Eso
debería haber ayudado en el proceso, creo, en lugar de terminar con Aini y el
dependiente gritando hasta casi llegar a las manos y nosotros saliendo de allí
sin el ratón. Palabras textuales: “ese hombre tiene un problema en la cabeza, vamos
a comprar a otro sitio”. Eso pasa por intentar regatear de manera demasiado
dura. Pareció ofenderle que nos quisieran cobrar 35 yuanes, 5 míseros euros.
Probamos suerte a continuación en el edificio enorme en
forma de árbol, donde acudo a las clases con Wasson. En el subterráneo, a un
lado de la tienda de café, hay una de souvenirs de la BFU. Pero no tenían lo
que buscábamos, así que fuimos a tiro fijo a una tienda que se encuentra fuera
de la BFU. Atravesamos la Beijing Language and Culture University, que es donde
se acumulan la mayoría de estudiantes extranjeros (y extranjeras). Aini se
entretuvo a preguntar si había algún departamento de lengua española. Una
estudiante comentó que en su clase había una española, él estaba dispuesto a
entrar en el edificio para buscarla pero le hice ver que no era buena idea. Un
poco descarado, tal vez. Sacamos un par de fotos por el campus, pero no nos
entretuvimos demasiado. Estaría bien volver algún otro día para pasear, con
suerte encontremos algún español. Frente a la biblioteca había una estatua que,
creo, era de Confucio.
Tras andar una media hora por un barrio lleno de tiendas y
restaurantes, encontramos lo que buscábamos. Desde la calle la tienda no
destacaba en absoluto, pero el interior era diferente a la típica tienda china.
Todo de un blanco impoluto, estanterías perfectamente ordenadas con productos femeninos
de tocador (creo que era una tienda para mujeres, a decir verdad) y sonando de
fondo una música suave de piano. Estaba todo tremendamente barato en comparación
con España. Altavoces inalámbricos y cargadores portátiles de móvil por menos
de 10 euros, ratones inalámbricos por 3. Compré uno normalillo por 10 yuanes. Pienso
volver a esa tienda, algunas cosas eran más baratas que en los supermercados
que he visitado.
Por la tarde me entretuve buscando souvenirs en Taobao. Ya
tengo pensado qué comprar para los amigos, a ver si encuentro alguna tienda
física que lo venda para no complicarme pidiendo docenas de paquetes online.
Después fui al invernadero a regar las plantas y finalmente, antes de cenar, de
compras. Estaba de tan buen humor que me entretuve dando vueltas sin rumbo por
el supermercado e incluso compré algo de ropa. Compré también algo de té, fruta
y distintas latas de cerveza para ir probando. No soy capaz de beber el té al
ritmo al que lo compro, me van a sobrar bastantes paquetes que irán en la
maleta de vuelta a España. Me fijé en dos cosas curiosas. La primera, que en la
sección de congelados había a la venta distintos tipos de algas. La segunda,
una Ayam Cemani. Suena a un animal fugado de un libro de Tolkien y su aspecto
hace justicia al nombre. Se trata de una variedad de gallinas criadas
principalmente en Indonesia, con la peculiaridad de que tanto su piel como sus
huesos y órganos internos son de color negro (la mascota perfecta para un
gótico). Debido a su escasez son bastante caros, un ejemplar puede llegar a
valer mil dólares el kilo. Como digo, vi uno en una cámara frigorífica,
desplumado y sin cabeza. No tenía un aspecto demasiado apetecible.
Pasadas las nueve de la noche, mientras estaba en la oficina,
escuché un sonido por encima de la música de mis auriculares. Era como si
alguien estuviera aplastando un envoltorio de plástico en el pasillo. Qué raro,
pensé, si a estas horas no hay nadie en la facultad. Me quité un auricular y
noté que el sonido no venía del pasillo. Me quité el otro y miré al techo.
HOSTIAPUTAQUÉESESO!! Una cosa negra enorme estaba zumbando de un lado para otro
a gran velocidad, colisionando con paredes y muebles por igual. ¿Un helicóptero
Apache? Peor. ¿Una avispa asiática? Mil veces peor. Una jodida
cigarra. Volaba tan deprisa que no le daba tiempo a ver lo que tenía delante
antes de chocar. Estuvo un par de minutos intentando auto-aplastarse contra la
pared hasta que se detuvo. Aproveché para sacarle unas fotos e intentar cogerla
con una bolsa para liberarla por la ventana, pero dio un salto y comenzó a
volar de nuevo. Estaba absorto contemplándola cuando pasó literalmente rozando
mi pelo. Entonces me di cuenta de que la posibilidad de que chocara contra mi
cara era real, decidí recoger mis cosas y largarme. Antes de marcharme de la
oficina, la cigarra impactó con unas cajas de cartón encima de un armario y
allí se quedó. No me detuve a comprobar si finalmente se había roto algo o sólo
estaba descansando.
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