39- La Gran Muralla
30 de julio
Habíamos quedado a las 8 de la mañana en el hall del hotel
donde se alojaban los españoles. El día anterior habían comentado que si llovía
era mejor hacer una visita a otro sitio cercano a la Gran Muralla. Mientras me
dirigía al hotel comenzó a chispear con intensidad creciente, pero durante el
resto del día el cielo nos dio tregua. Los estudiantes chinos que nos
acompañaron fueron Dong (el brother de Wasson) y una estudiante cuyo nombre
inglés es Bella, que el día anterior había asistido a la charla pero a la cual
no me habían presentado. Al ser poca gente optamos por ir hasta nuestro destino
en un coche alquilado, en lugar de coger el metro y después un autobús. El
viaje en coche duró casi dos horas, nos parecía que todos los habitantes de
Beijing hubieran tenido la misma idea de visitar la Gran Muralla, por lo que el
tráfico era muy denso. Otra explicación a la lentitud de la caravana era que
algunos conductores se detenían en el arcén para vaciar la vejiga. A veces
pienso que a esta gente le llegó la tecnología antes de estar preparados
socialmente para saber utilizarla.
Tras dos horas bastante amenas, pues hicimos las
presentaciones que habían faltado el día anterior, llegamos a un aparcamiento
inmenso, situado cerca de un centro comercial para visitantes de la Gran
Muralla. Abundaban los gorrillas por el aparcamiento, que prácticamente se
agarraban a la furgoneta en la que viajábamos y nos intentaban vender entradas
mal selladas, ponchos para a lluvia o mapas. Cogimos un autobús lanzadera para
ir a la entrada del recorrido, a un par de kilómetros de distancia. El tramo
que visitamos fue Badaling, recibe ese nombre de la montaña donde se sitúa la
muralla. Es el tramo más visitado y uno de los mejor preservados, debido a su
interés turístico. La cantidad de gente era abrumadora, más que en el Palacio de
Verano. Una vez en la muralla, debido a la espesa niebla, se distinguían en
primer lugar las camisetas de color blanco que se movían a lo lejos y después
la muralla que discurría por debajo. Las entradas, si no recuerdo mal (tuvimos
que entregárselas a los alumnos para que el departamento de contabilidad
asumiera el gasto), costaron 40 yuanes. Se podía acceder a dos tramos
diferentes, derecha o izquierda. Durante la cena de ese día Wasson nos comentó
que habíamos escogido el más difícil de recorrer y el menos bonito.
La Gran Muralla… es algo muy antiguo y que requirió una
cantidad ingente de trabajo construir. Tal vez no exista otra cosa comparable,
en ese sentido. Excavar el lago del Palacio de Verano y con la tierra sobrante
formar una colina no supuso apenas esfuerzo al lado de la Gran Muralla. Las
Pirámides, el Coliseo, o incluso la Sagrada Familia (un siglo y todavía en
construcción, luego los catalanes se las dan de trabajadores) se levantaron en
cantidades razonables de tiempo. La Gran Muralla estuvo en construcción más de
20 siglos, la longitud total supera los 21.000km y ni siquiera llegó a
completarse (son segmentos sin conectar). La razón de que no se completara es
una gran ironía: se construyó principalmente para mantener alejados a los
invasores mongoles, pero un general descontento con el Emperador abrió las puertas
de la muralla en el siglo XVII y les permitió entrar y tomar Beijing. ¿Fue este
un fracaso, el fin del imperio chino? Nada de eso, simplemente la dinastía Ming
dio paso a la Qing, de origen manchú (de Mongolia). Fue, recordemos, la última
dinastía, la de la emperatriz viuda Cixí (de la cual hablé en el capítulo del
Palacio de Verano). Al estar los manchúes en el trono, Mongolia se anexionó al
imperio, por lo que la construcción y mantenimiento de la muralla cesaron. No
hubo otro motivo para detener la construcción, podría haber proseguido durante
otro par de siglos.
La Gran Muralla está formada por una empalizada de tierra o
arena cubierta por varias capas de ladrillos, bien de piedra o arcilla cocida.
Se utilizaron los materiales procedentes de las zonas cercanas, que varían
según la provincia. En un tramo que discurría cerca de minas de plata (en Tian
Ling Liao) las rocas tenían alto contenido de este mineral, dando a la muralla
color plateado. Se diseñó para resistir asaltos de caballería y armas de
asedio, por lo que el trazado discurre a través de zonas montañosas que
eliminan la ventaja de la caballería. Lo que más me sorprendió de recorrerla
fue que muchos tramos tenían una gran inclinación, siendo el suelo una escalera
larguísima. La imaginaba más horizontal, simplemente con pendientes suaves, a
juzgar por lo que se ve en las fotografías, pero no es siempre así. Repartidos
a lo largo de la muralla hay puestos de vigilancia que servían de alojamiento a
los soldados. En caso de ataque, podían movilizarse rápidamente para acudir en
defensa de la sección que estuviera siendo asaltada. Se usaban señales de humo
y hogueras para avisar de los ataques. Cada una de las torres tenía accesos o
una estructura interior diferente, para confundir a los asaltantes. En varios
de los fuertes que atravesamos durante nuestra visita era necesario dar una
vuelta extraña en el interior. Otro detalle importante es que la cara exterior
(desde la perspectiva de Beijing) de la Gran Muralla cuenta con almenas a lo
largo de todo su recorrido. Las aberturas tienen medio metro de alto y casi un
metro de largo. Además, el suelo está cubierto por adoquines y cada 10m
aproximadamente hay un desagüe hacia la cara interior, para evitar el
estancamiento de agua en el suelo. En definitiva, no se trata únicamente de una
estructura larga y que haya durado mucho tiempo en pie (ambas cosas tienen de
por sí mucho mérito), sino que está bien diseñada y construida, siendo funcional
durante los siglos en los cuales se realizaba su construcción. No puedo evitar
preguntarme, tras realizar una descripción tan extensa y pensando en la
funcionalidad de la Gran Muralla, si George R. R. Martin se basó en ella para
describir El Muro. O mejor dicho, hasta qué punto lo hizo.
El cielo permaneció nublado durante todo el día y una niebla
densa cubrió la Muralla hasta casi la tarde. Por una parte se agradeció, ya que
nos ahorramos morir de calor, pero las fotos que tomamos no fueron demasiado buenas.
Yo usé mi modesto móvil, mientras que Antonio manejaba su Iphone y un palo de
selfies para tomar fotos de grupo, a la vez que Bella nos retrataba con una
cámara fotográfica bastante buena. Tengo que pedirles una copia de las fotos de
esta semana para hacer una buena selección. Ir a hacer turismo con la cámara
fue buena idea. Volviendo al relato de la Gran Muralla, estuvimos andando desde
pasadas las 11:30 hasta casi las 15:00. Cerca de la entrada la cantidad de
gente era tal que costaba avanzar, especialmente cuando se abrieron los
paraguas. Sin embargo, es el típico sitio al que vas a sacarte cuatro fotos,
por lo que la aglomeración se concentraba sólo cerca de la entrada. Un
kilómetro más adelante la Muralla resultaba más transitable, y a dos kilómetros
no había apenas gente. Un teleférico permitía subir desde la base hasta casi el
punto más elevado del recorrido. En general la Muralla estaba bien cuidada, con
apenas un fuerte que había perdido el tejado y las paredes interiores. El suelo
estaba inclinado hacia un lado en algunas secciones, después de tantos años es
algo normal. Terminamos agotados después de subir largos tramos de escaleras en
las laderas de las colinas, que se alternaban con pendientes inclinadas en las cuales
era sencillo resbalar si los adoquines estaban mojados por la lluvia. En los
tramos con escaleras o rampas habían instalado barandillas para evitar caídas.
Cuando nos cansamos de caminar, varias horas más tarde,
decidimos salir de la Muralla por la primera escalera que encontramos. En la
salida (así como en la entrada) había muchas tiendas de souvenirs. Nos
encontramos además con varios fosos donde habitaban osos negros de Taiwán, más
conocidos como osos luna (Ursus
thibetanus formosanus, lo que hoy es Taiwán antes se llamaba isla de
Formosa). Se denominan osos luna debido a que tienen na característica mancha
de color crema en su pecho, semejante a una luna menguante. El resto de su
pelaje es negro, de un aspecto aterciopelado y bastante espeso. Eran unos
animales bastante simpáticos, la gente les echaba piezas de fruta y ellos se
ponían a dos patas como respuesta. Uno levantaba sus patas delanteras por
encima de la cabeza y daba palmadas. ¿Sería acaso un chino disfrazado con la
piel de un oso para conseguir fruta?
Estábamos a medio camino entre la hora del almuerzo y la de
cenar, así que decidimos comer un bol de noodles en un restaurante y más tarde
cenar en el hotel. Los noodles estaban bastante ricos, el resto de españoles
sentados a la mesa hicieron intentos por comerlos con palillos pero finalmente
optaron por usar tenedores. Tampoco se animaron demasiado con el picante. Una
vez terminamos, pasadas las 16:30, cogimos de nuevo la furgoneta y regresamos a
la ciudad. Estábamos tan agotados que todos nos dormimos
en el camino de vuelta, el viaje se me pasó volando. Cuando llegamos al hotel
nos dirigimos directamente al restaurante, donde Wasson nos esperaba para la
cena. Todavía estábamos digiriendo los noodles, así que no comimos demasiado. Wasson
me agradeció solemnemente mi ayuda como traductor y guía. Teniendo en cuenta
que fue mi oportunidad para visitar la Gran Muralla y que los gastos de todo el
día corrieron a cargo del departamento de Wasson, el placer fue mío.
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