sábado, 27 de agosto de 2016

45- El Antiguo Palacio de Verano.



45- El Antiguo Palacio de Verano

5 de agosto

*Pensaba que se llamaba Palacio de Invierno hasta que he buscado la historia en internet para incluirla en el capítulo. Menuda confusión más tonta, el Palacio de Invierno es el de los zares de Rusia, conocido por el asalto de 1917. Que conste que la historia de su destrucción, a grandes rasgos, ya la conocía de antes.*
El plan del día era visitar la Tsinghua University, la Peking University y el Antiguo Palacio de Verano. O a lo que queda de él, más bien. Cogimos un autobús enfrente a mi hotel, con lo cual no tuve que desplazarme, y nos movimos dos paradas. Desde el sitio donde nos bajamos se veían a cierta distancia las dos torres de las residencias femeninas de la BFU. Igual podíamos haber ido andando, pero bueno. Fuimos bordeando un lateral de la Tsinghua University (pasamos al lado de un museo de arte perteneciente a la universidad que estaban construyendo) hasta que encontramos una puerta. Tenía un aspecto bastante clandestino y el guardia de seguridad no nos dejó pasar, debíamos ir a la puerta principal. Recordemos que en mi anterior visita (capítulo del 4 de junio) no nos habían puesto ninguna pega en la visita, porque de hecho estábamos simplemente de paso. Cogimos dos taxis para ir a la puerta principal y allí nos informaron de que el horario de visitas había terminado una hora antes (eran casi las 11:00). Decidimos ir hasta el Antiguo Palacio de Verano, que está muy cerca, y regresar por la tarde.
En este capítulo voy a hacer un repaso histórico a la destrucción del Antiguo Palacio de Verano, puesto que es necesario para comprender por qué desapareció y porque el capítulo me parecería corto si simplemente contara que visitamos unas ruinas y un parque. El que fue el Palacio de Verano original, donde el Emperador residía durante los meses calurosos, se construyó a principios del siglo XVIII. La mayor parte del complejo estaba formado por edificios de estilo tradicional chino, es decir, de madera. Sin embargo, una parte de los palacios fueron construidos en piedra. Son las ruinas de esos edificios las que sobreviven a día de hoy. La extensión de los jardines imperiales en su época de mayor expansión fue de 3,5 kilómetros cuadrados, casi 5 veces el tamaño de la Ciudad Prohibida. Además de los palacios y galerías, en los jardines había varios lagos artificiales y canales. Según diversas fuentes, la cantidad de obras de arte que se encontraba en el Antiguo Palacio de Verano era abrumadora. Las reconstrucciones de los palacios de piedra son espectaculares y se ganaron el sobrenombre de “el Versalles chino”. Una verdadera lástima que fuera destruido.
En 1860, durante la Segunda Guerra del Opio (librada por Francia y Gran Bretaña contra China por la legalización del comercio del opio, que favorecía a las potencias europeas), los británicos enviaron una delegación a negociar las condiciones de una tregua con China. Los miembros de la delegación, británicos e indios, fueron terriblemente torturados y algunos murieron. Ese fue el motivo por el que los británicos decidieron arrasar el Palacio de Verano, como represalia por el trato que recibió la delegación. Es decir, no se trató de un pillaje no premeditado sino de algo deliberado. No se pretende con esto defender a uno u otro bando, sólo de explicar los antecedentes. Fuerzas británicas (también francesas, según algunas fuentes) saquearon y posteriormente quemaron el palacio en 1860. Se dice que las riquezas eran tantas y el saqueo fue tan apresurado que muchos adornos de oro fueron quemados al confundirlos con latón. Apenas 13 edificios sobrevivieron a la destrucción, la mayoría en zonas periféricas del complejo. Sin embargo, en 1900 y durante la invasión de la alianza de las ocho naciones tras la rebelión/levantamiento de los Bóxers, el complejo fue arrasado nuevamente y los edificios supervivientes se destruyeron. No hubo una “justificación” a esta acción, como en el caso del asalto de 1860, simplemente volvieron a saquear el lugar y tras eso la guerra terminó. La rebelión/levantamiento (la diferencia entre esos términos es parecida a hablar de golpe de estado o alzamiento nacional cuando se hace referencia a España en el 36, depende de quién lo cuente [porque a algunos parece que les molesta admitir que hubo un golpe de estado]) fue la siguiente: cansados de la influencia occidental, una parte de la población china (los Bóxers) comenzó a masacrar a extranjeros y chinos católicos en el país. El punto álgido fue un asedio al barrio de las embajadas en Beijing, el cual todas consiguieron soportar hasta la llegada de las tropas extranjeras salvo la alemana (se encontraba en otra parte de la ciudad), que fue asaltada y su embajador asesinado. Eso desencadenó una guerra entre China (la emperatriz Cixi era favorable a los Bóxers) y ocho potencias extranjeras, incluyendo Japón, Rusia, los EEUU, Alemania, Francia y Gran Bretaña. Imperialismo contra imperialismo, quien lo terminó sufriendo fue la población civil y el patrimonio histórico, como sucede siempre.
Tras entrar en el parque (precio de la entrada, 15 yuanes), cogimos un micro-bus para que nos llevara hasta la parte donde se encuentran los restos de los palacios. A su alrededor hay construidas pasarelas que circulan sobre el pantano donde reposan las rocas de mármol tallado, entre tallos de loto que alzan sus flores al cielo. Un cementerio precioso. Tras contemplar los restos de los edificios y los museos donde se exhiben los restos arqueológicos más importantes del lugar (así como reconstrucciones, antiguas fotografías y restos de las vigas de madera quemadas) fuimos a los lagos imperiales. Hay tres cosas en el complejo que merece la pena destacar. La primera de ellas, un laberinto construido con muros de piedra de un metro de altura en cuyo interior se alza un majestuoso edificio de mármol blanco. La segunda, un busto del escritor Victor Hugo que se encuentra en uno de los jardines. Tras la primera destrucción del palacio en 1860, el autor fue muy crítico con el gobierno de Francia por ese suceso, de ahí que se lo agradecieran de manera simbólica.
El tercer punto notable de interés es la fuente Haiyantang, un reloj de agua que estaba originalmente rodeado por doce cabezas de bronce, simbolizando cada una un animal del horóscopo chino. Cada una de las cabezas escupía agua en una hora diferente y cada 12 horas todas escupían agua de forma simultánea. La fuente fue destruida en 1860 y las cabezas robadas; la fuente que se puede ver en la actualidad está rodeada por doce estatuas de los animales correspondientes. En la tienda de souvenirs del palacio, muy completa y con cosas interesantes a la venta, hay una sala donde se exponen réplicas de las cabezas de bronce originales y donde se pueden adquirir copias a distintas escalas. La historia posterior de las cabezas es interesante. En el año 2009, la casa de subastas Christie’s sacó a subasta un lote de obras de arte pertenecientes al difunto Yves Saint Laurent, entre las que se encontraban la cabeza de la rata y la del conejo. Esto desató mucha polémica en China, ya que la gente vio como una ofensa que bienes culturales robados fueran subastados en lugar de ser devueltos a China. El que era dueño de las obras de arte, lejos de calmar los ánimos, dijo que las entregaría de buena gana a China si a cambio devolvían la independencia al Tíbet. Con un par, oye, como si la posesión de bienes robados se justificara por la política interior del país al que han sido sustraídos. El gobierno chino se negó rotundamente a pagar por algo que había sido robado, pues supondría legitimar el robo. En el año 2013, ambas cabezas fueron donadas a China por otro coleccionista de arte. China ha recuperado también otras cinco cabezas: buey, tigre, caballo, mono y cerdo. Tres de ellas fueron adquiridas en subasta por una empresa china especializada en obras de arte, llegando a pagar 80 millones de dólares por la del buey. Las otras dos fueron compradas por un filántropo chino y donadas a museos. Las cabezas de dragón, serpiente, cabra, gallo y perro llevan desaparecidas más de 150 años, aunque el gobierno chino espera recuperarlas.
Tras la visita fuimos a almorzar a un restaurante que estaba a medio camino entre el Antiguo Palacio de Verano y la Tsinghua University. A Bella se le fue la mano pidiendo la comida, fuimos incapaces de terminar todos los platos por mucho empeño que pusimos. Los platos más deliciosos fueron el pollo kung pao y unas tiras de carne de cerdo acompañadas de zanahoria frita, que se comían de forma similar al pato a la pekinesa y con una salsa parecida. Tras terminar y esperar un rato para que reposara la comida, regresamos caminando a la puerta de la universidad, sólo para recibir la misma respuesta que por la mañana. La cola de gente esperando a entrar era impresionante. Los estudiantes, por cierto, entran usando una puerta lateral en la que enseñan sus carnets. A continuación fuimos bordeando la universidad hasta topar una parada de autobús.
Como todavía era temprano para regresar al hotel, decidimos visitar un parque que se encuentra cerca de la BFU y del Palacio de Verano. Un cartel anunciaba que el parque, junto con otros ocho repartidos por el distrito de Haidian, se había creado para aliviar las épocas de sequía en la ciudad y acumular el agua de lluvia en lagos. Construir los nueve parques requirió apenas seis meses. Estos chinos son unos maestros de la planificación urbanística. En un merendero había un hombre tocando una especie de violín, compuesto por dos cuerdas de metal. Nos entretuvimos escuchándole hasta que fue la hora de regresar. Al lado del parque, cosa curiosa, se asomaba entre los tejados el campanario de una iglesia. De camino al hotel decidimos ir por la noche a Wang Fu Jing para ver la zona comercial en su máximo esplendor, por lo que pasé por el hotel para ducharme y cambiarme de ropa.
Tras la cena cogimos el metro para ir al centro de la ciudad. Tanto la avenida de grandes centros comerciales como el laberinto de calles estrechas son espectaculares por la noche. Al menos hasta las 22:30-23:00, que es cuando las luces comienzan a apagarse. Esta vez me animé a probar los escorpiones fritos, una brocheta con tres pequeños escorpiones dorados. En la mayoría de puestos los vendían por 30 yuanes, pero en la visita anterior había visto alguno donde se podían comprar por 20. Fui regateando infructuosamente por todos los puestos hasta que di con uno que los ofrecía al precio deseado. Estaban vivos hasta el minuto antes de que yo les hincara el diente, cuando los frieron. Seguramente os preguntéis a qué sabe un escorpión. En el caso de la variedad pequeña, pues los que son negros y grandes pueden saber diferente, es como comerse un camarón frito. No notas el sabor de la carne, que es escasa, sino el del exoesqueleto frito. También compré un ajedrez chino, con las fichas talladas en madera, por 45 yuanes. Igual podía haberlo sacado por menos, aunque en Taobao están más caros. Ya de vuelta en el hotel me percaté de que no era un ajedrez chino, sino uno europeo con las piezas y la caja de estilo asiático. Me sentí un completo idiota por no haberme dado cuenta al echar en falta los dos cañones y ver una reina en lugar de dos consejeros.
Cuando cogimos el metro de vuelta eran casi las 23:00, la estación estaba atestada y las máquinas no funcionaban, por lo que debimos sacar los billetes en ventanilla. La empleada que nos atendió dijo que el billete no era hasta la parada a la que queríamos ir, porque no había metro, sino a la parada anterior. No entendimos muy bien lo que quiso decir. Así pues, en lugar de hacer dos transbordos, decidimos bajarnos en la estación del segundo transbordo. Fue una mala decisión, pues desde la calle vimos pasar el metro que supuestamente “no había” y que nos hubiera llevado a la universidad. Todos los taxistas a los que pedimos indicaciones nos dijeron que la carrera serían 100 yuanes, un completo robo. Los taxistas piratas eran incluso peores. Puesto que estábamos al lado de una estación de autobuses decidimos alejarnos y parar un taxi en plena calle. Alguien dijo que podríamos ir andando, sin tener en cuenta que no sabíamos llegar al hotel y que podía llevarnos varias horas. Conseguí por fin parar un taxi y que, tras enseñarle el papel con la dirección de la BFU que llevo siempre encima (pensando en ese tipo de situación) y preguntarle el precio, se limitara a señalar el taxímetro y el asiento de atrás. Da gusto encontrarse con gente honrada. El viaje nos salió por apenas 30 yuanes.

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