45- El Antiguo Palacio de Verano
5 de agosto
*Pensaba que se llamaba Palacio de Invierno hasta que he
buscado la historia en internet para incluirla en el capítulo. Menuda confusión
más tonta, el Palacio de Invierno es el de los zares de Rusia, conocido por el
asalto de 1917. Que conste que la historia de su destrucción, a grandes rasgos,
ya la conocía de antes.*
El plan del día era visitar la Tsinghua University, la
Peking University y el Antiguo Palacio de Verano. O a lo que queda de él, más
bien. Cogimos un autobús enfrente a mi hotel, con lo cual no tuve que
desplazarme, y nos movimos dos paradas. Desde el sitio donde nos bajamos se
veían a cierta distancia las dos torres de las residencias femeninas de la BFU.
Igual podíamos haber ido andando, pero bueno. Fuimos bordeando un lateral de la
Tsinghua University (pasamos al lado de un museo de arte perteneciente a la
universidad que estaban construyendo) hasta que encontramos una puerta. Tenía
un aspecto bastante clandestino y el guardia de seguridad no nos dejó pasar,
debíamos ir a la puerta principal. Recordemos que en mi anterior visita
(capítulo del 4 de junio) no nos habían puesto ninguna pega en la visita,
porque de hecho estábamos simplemente de paso. Cogimos dos taxis para ir a la
puerta principal y allí nos informaron de que el horario de visitas había
terminado una hora antes (eran casi las 11:00). Decidimos ir hasta el Antiguo
Palacio de Verano, que está muy cerca, y regresar por la tarde.
En este capítulo voy a hacer un repaso histórico a la destrucción
del Antiguo Palacio de Verano, puesto que es necesario para comprender por qué
desapareció y porque el capítulo me parecería corto si simplemente contara que
visitamos unas ruinas y un parque. El que fue el Palacio de Verano original,
donde el Emperador residía durante los meses calurosos, se construyó a
principios del siglo XVIII. La mayor parte del complejo estaba formado por
edificios de estilo tradicional chino, es decir, de madera. Sin embargo, una
parte de los palacios fueron construidos en piedra. Son las ruinas de esos
edificios las que sobreviven a día de hoy. La extensión de los jardines
imperiales en su época de mayor expansión fue de 3,5 kilómetros cuadrados, casi
5 veces el tamaño de la Ciudad Prohibida. Además de los palacios y galerías, en
los jardines había varios lagos artificiales y canales. Según diversas fuentes,
la cantidad de obras de arte que se encontraba en el Antiguo Palacio de Verano
era abrumadora. Las reconstrucciones de los palacios de piedra son
espectaculares y se ganaron el sobrenombre de “el Versalles chino”. Una
verdadera lástima que fuera destruido.
En 1860, durante la Segunda Guerra del Opio (librada por
Francia y Gran Bretaña contra China por la legalización del comercio del opio,
que favorecía a las potencias europeas), los británicos enviaron una delegación
a negociar las condiciones de una tregua con China. Los miembros de la
delegación, británicos e indios, fueron terriblemente torturados y algunos
murieron. Ese fue el motivo por el que los británicos decidieron arrasar el
Palacio de Verano, como represalia por el trato que recibió la delegación. Es
decir, no se trató de un pillaje no premeditado sino de algo deliberado. No se pretende
con esto defender a uno u otro bando, sólo de explicar los antecedentes. Fuerzas
británicas (también francesas, según algunas fuentes) saquearon y
posteriormente quemaron el palacio en 1860. Se dice que las riquezas eran
tantas y el saqueo fue tan apresurado que muchos adornos de oro fueron quemados
al confundirlos con latón. Apenas 13 edificios sobrevivieron a la destrucción,
la mayoría en zonas periféricas del complejo. Sin embargo, en 1900 y durante la
invasión de la alianza de las ocho naciones tras la rebelión/levantamiento de
los Bóxers, el complejo fue arrasado nuevamente y los edificios supervivientes
se destruyeron. No hubo una “justificación” a esta acción, como en el caso del
asalto de 1860, simplemente volvieron a saquear el lugar y tras eso la guerra
terminó. La rebelión/levantamiento (la diferencia entre esos términos es
parecida a hablar de golpe de estado o alzamiento nacional cuando se hace
referencia a España en el 36, depende de quién lo cuente [porque a algunos
parece que les molesta admitir que hubo un golpe de estado]) fue la siguiente:
cansados de la influencia occidental, una parte de la población china (los
Bóxers) comenzó a masacrar a extranjeros y chinos católicos en el país. El
punto álgido fue un asedio al barrio de las embajadas en Beijing, el cual todas
consiguieron soportar hasta la llegada de las tropas extranjeras salvo la
alemana (se encontraba en otra parte de la ciudad), que fue asaltada y su
embajador asesinado. Eso desencadenó una guerra entre China (la emperatriz Cixi
era favorable a los Bóxers) y ocho potencias extranjeras, incluyendo Japón,
Rusia, los EEUU, Alemania, Francia y Gran Bretaña. Imperialismo contra
imperialismo, quien lo terminó sufriendo fue la población civil y el patrimonio
histórico, como sucede siempre.
Tras entrar en el parque (precio de la entrada, 15 yuanes),
cogimos un micro-bus para que nos llevara hasta la parte donde se encuentran
los restos de los palacios. A su alrededor hay construidas pasarelas que
circulan sobre el pantano donde reposan las rocas de mármol tallado, entre
tallos de loto que alzan sus flores al cielo. Un cementerio precioso. Tras
contemplar los restos de los edificios y los museos donde se exhiben los restos
arqueológicos más importantes del lugar (así como reconstrucciones, antiguas
fotografías y restos de las vigas de madera quemadas) fuimos a los lagos imperiales.
Hay tres cosas en el complejo que merece la pena destacar. La primera de ellas,
un laberinto construido con muros de piedra de un metro de altura en cuyo
interior se alza un majestuoso edificio de mármol blanco. La segunda, un busto
del escritor Victor Hugo que se encuentra en uno de los jardines. Tras la
primera destrucción del palacio en 1860, el autor fue muy crítico con el gobierno
de Francia por ese suceso, de ahí que se lo agradecieran de manera simbólica.
El tercer punto notable de interés es la fuente Haiyantang, un
reloj de agua que estaba originalmente rodeado por doce cabezas de bronce,
simbolizando cada una un animal del horóscopo chino. Cada una de las cabezas
escupía agua en una hora diferente y cada 12 horas todas escupían agua de forma
simultánea. La fuente fue destruida en 1860 y las cabezas robadas; la fuente
que se puede ver en la actualidad está rodeada por doce estatuas de los
animales correspondientes. En la tienda de souvenirs del palacio, muy completa
y con cosas interesantes a la venta, hay una sala donde se exponen réplicas de
las cabezas de bronce originales y donde se pueden adquirir copias a distintas
escalas. La historia posterior de las cabezas es interesante. En el año 2009,
la casa de subastas Christie’s sacó a subasta un lote de obras de arte
pertenecientes al difunto Yves Saint Laurent, entre las que se encontraban la
cabeza de la rata y la del conejo. Esto desató mucha polémica en China, ya que
la gente vio como una ofensa que bienes culturales robados fueran subastados en
lugar de ser devueltos a China. El que era dueño de las obras de arte, lejos de
calmar los ánimos, dijo que las entregaría de buena gana a China si a cambio
devolvían la independencia al Tíbet. Con un par, oye, como si la posesión de
bienes robados se justificara por la política interior del país al que han sido
sustraídos. El gobierno chino se negó rotundamente a pagar por algo que había
sido robado, pues supondría legitimar el robo. En el año 2013, ambas cabezas
fueron donadas a China por otro coleccionista de arte. China ha recuperado
también otras cinco cabezas: buey, tigre, caballo, mono y cerdo. Tres de ellas
fueron adquiridas en subasta por una empresa china especializada en obras de
arte, llegando a pagar 80 millones de dólares por la del buey. Las otras dos fueron compradas por un filántropo chino y
donadas a museos. Las cabezas de dragón, serpiente, cabra, gallo y perro llevan
desaparecidas más de 150 años, aunque el gobierno chino espera recuperarlas.
Tras la visita fuimos a almorzar a un restaurante que estaba
a medio camino entre el Antiguo Palacio de Verano y la Tsinghua University. A
Bella se le fue la mano pidiendo la comida, fuimos incapaces de terminar todos
los platos por mucho empeño que pusimos. Los platos más deliciosos fueron el
pollo kung pao y unas tiras de carne de cerdo acompañadas de zanahoria frita,
que se comían de forma similar al pato a la pekinesa y con una salsa parecida.
Tras terminar y esperar un rato para que reposara la comida, regresamos
caminando a la puerta de la universidad, sólo para recibir la misma respuesta
que por la mañana. La cola de gente esperando a entrar era impresionante. Los
estudiantes, por cierto, entran usando una puerta lateral en la que enseñan sus
carnets. A continuación fuimos bordeando la universidad hasta topar una parada
de autobús.
Como todavía era temprano para regresar al hotel, decidimos
visitar un parque que se encuentra cerca de la BFU y del Palacio de Verano. Un
cartel anunciaba que el parque, junto con otros ocho repartidos por el distrito
de Haidian, se había creado para aliviar las épocas de sequía en la ciudad y
acumular el agua de lluvia en lagos. Construir los nueve parques requirió
apenas seis meses. Estos chinos son unos maestros de la planificación
urbanística. En un merendero había un hombre tocando una especie de violín,
compuesto por dos cuerdas de metal. Nos entretuvimos escuchándole hasta que fue
la hora de regresar. Al lado del parque, cosa curiosa, se asomaba entre los
tejados el campanario de una iglesia. De camino al hotel decidimos ir por la
noche a Wang Fu Jing para ver la zona comercial en su máximo esplendor, por lo
que pasé por el hotel para ducharme y cambiarme de ropa.
Tras la cena cogimos el metro para ir al centro de la
ciudad. Tanto la avenida de grandes centros comerciales como el laberinto de
calles estrechas son espectaculares por la noche. Al menos hasta las
22:30-23:00, que es cuando las luces comienzan a apagarse. Esta vez me animé a
probar los escorpiones fritos, una brocheta con tres pequeños escorpiones
dorados. En la mayoría de puestos los vendían por 30 yuanes, pero en la visita
anterior había visto alguno donde se podían comprar por 20. Fui regateando
infructuosamente por todos los puestos hasta que di con uno que los ofrecía al
precio deseado. Estaban vivos hasta el minuto antes de que yo les hincara el
diente, cuando los frieron. Seguramente os preguntéis a qué sabe un escorpión.
En el caso de la variedad pequeña, pues los que son negros y grandes pueden
saber diferente, es como comerse un camarón frito. No notas el sabor de la
carne, que es escasa, sino el del exoesqueleto frito. También compré un ajedrez
chino, con las fichas talladas en madera, por 45 yuanes. Igual podía haberlo
sacado por menos, aunque en Taobao están más caros. Ya de vuelta en el hotel me
percaté de que no era un ajedrez chino, sino uno europeo con las piezas y la
caja de estilo asiático. Me sentí un completo idiota por no haberme dado cuenta
al echar en falta los dos cañones y ver una reina en lugar de dos consejeros.
Cuando cogimos el metro de vuelta eran casi las 23:00, la
estación estaba atestada y las máquinas no funcionaban, por lo que debimos
sacar los billetes en ventanilla. La empleada que nos atendió dijo que el
billete no era hasta la parada a la que queríamos ir, porque no había metro,
sino a la parada anterior. No entendimos muy bien lo que quiso decir. Así pues,
en lugar de hacer dos transbordos, decidimos bajarnos en la estación del
segundo transbordo. Fue una mala decisión, pues desde la calle vimos pasar el metro
que supuestamente “no había” y que nos hubiera llevado a la universidad. Todos
los taxistas a los que pedimos indicaciones nos dijeron que la carrera serían
100 yuanes, un completo robo. Los taxistas piratas eran incluso peores. Puesto
que estábamos al lado de una estación de autobuses decidimos alejarnos y parar
un taxi en plena calle. Alguien dijo que podríamos ir andando, sin tener en
cuenta que no sabíamos llegar al hotel y que podía llevarnos varias horas. Conseguí
por fin parar un taxi y que, tras enseñarle el papel con la dirección de la BFU
que llevo siempre encima (pensando en ese tipo de situación) y preguntarle el
precio, se limitara a señalar el taxímetro y el asiento de atrás. Da gusto
encontrarse con gente honrada. El viaje nos salió por apenas 30 yuanes.
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