43- Primera baja
3 de agosto
El miércoles el plan era visitar el Palacio de Verano, pero
como yo ya había ido y necesitaba un día de la semana para ocuparme de mis
plantas, me escaqueé de la visita turística.
Aproveché para dormir hasta las 9, pues estaba cansado de
tanto caminar y de madrugar los días anteriores. Fui al laboratorio a preparar
las disoluciones de hormona (fitohormona, pues es vegetal) y control en los
pulverizadores y de ahí me dirigí al invernadero. Mientras revisaba las plantas
y aplastaba todos los Agasicles que
se estaban comiendo los rametos basales (los pulgones comenzaban ya a ser una
molestia, también) me percaté de que una planta había muerto. Planta apical de
tratamiento Agasicles desconectado,
como era de esperar. En la remesa inicial de insectos había machos y hembras,
por lo que habían puesto huevos y entre adultos y larvas se habían cebado en la
pobre planta, que no contaba con ayuda de su parte basal. No quedaba ni una
hoja, el tallo era un triste palillo seco al que las orugas habían comido la
parte exterior.
Después de aplicar los tratamientos con normalidad me fui a
almorzar con Lu, que también estaba en el invernadero. Fuimos a un restaurante
cercano, en las afueras de la BFU, que me recordó al típico bar de pueblo en
España. Una cortina con canicas de madera en la puerta, mesas y sillas de hacía
décadas, un ventilador que movía el aire pero no refrescaba y hasta tenías que
rapiñar servilleteros o los recipientes de la salsa en otras mesas. Nos comimos
unos dumplings de carne mojados en salsa de soja, así como sopa de dumplings de
camarones con algas. Todo muy rico. Hablamos de los planes que teníamos después de terminar el doctorado y esas cosas. Yo no lo
tengo claro, todavía me quedan dos años para eso. O uno. O tres.
Por la tarde hablé con el Dr. Bi-Cheng, pues yo pensaba que
era el momento de cosechar las plantas tras haber sufrido la primera baja. Era
mala fecha, con la de planes que tenía yo para hacer turismo. Sin embargo, me
aseguró que no pasaba nada aunque varias de las plantas murieran y que podíamos
alargar el experimento hasta las seis semanas (llevábamos 3). Me dijo también
que debería ir diseñando la metodología para los análisis químicos del
experimento. Me dejó a cuadros. Ya que él había planteado el diseño
experimental, con sus objetivos, hipótesis y parámetros que se iban a medir, yo
interpretaba que él sabía cómo realizar las medidas. Claro que tampoco sabía
cómo aplicar el ácido jasmónico a las plantas. Pues resulta que como es mi
experimento tengo no sólo que realizar yo los análisis químicos, sino buscar el
procedimiento para cada análisis. Que vale, soy alumno de doctorado y debería
encargarme de diseñar y ejecutar mis propios experimentos, pero es un cambio
bastante brusco respecto a la dinámica que tenía en España, que era… enviar un
documento y esperar un mes a recibir alguna respuesta.
Los análisis van a ser: contenido de nitrógeno total,
proteínas solubles, azúcares solubles, almidón, celulosa, hemicelulosa,
lignina, taninos condensados y fenoles condensados. De esos dos últimos se
puede medir también la concentración total. Opcionalmente se planteó medir
clorofilas, procedimiento que es muy simple y que yo realicé en las prácticas
de la carrera con un espectrofotómetro, pero el doctor dijo algo de que la
máquina que hace falta se la había llevado alguien y no podíamos hacerlo.
Vamos, que ni idea de medir clorofilas. Se planteó medir la resistencia
mecánica de las hojas y presencia/ausencia de pelos en la cutícula, pero
finalmente se descartaron por no tener relación (al menos directa) con los
parámetros químicos. La superficie foliar, que se mide con una especie de
escáner, así como la longitud total de todos los rametos de la planta, las
consideramos innecesarias. Finalmente, ya que tampoco vamos a medir la tasa
respiratoria, se planteó medir el “maximun quantum yield”, que es una medida de
la actividad fotosintética, el propio día de la cosecha. 168 plantas, menuda
pereza me da sólo de pensarlo.
Habíamos hablado de ir a cenar los españoles, Bella y Wasson
a un restaurante que sirve comida de su provincia natal. Pero hubo algún fallo
de comunicación y se fueron al restaurante sin mí. No me molestó eso, pero sí
que fuera un restaurante de insectos, ya que me hacía mucha ilusión probar las
crisálidas y gusanos fritos. En fin, en otra ocasión será. El plan para el
jueves, pues la semana fue un no parar, era ir al Templo del Cielo por la
mañana y al célebre mercado de la seda por la tarde.
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