38- Españoles en Beijing
29 de julio
Un buen amigo mío me aconsejó en una ocasión (en una etapa
de mi vida en la que estaba algo jodido) que lo mejor para encontrar la
felicidad era no buscarla. Porque si buscas algo y no lo encuentras, te
frustras. Sin embargo, si siempre te conformas con lo que tienes o con las
cosas que te van pasando, nunca te frustras y aprecias mejor las cosas buenas
que te suceden. Como aquel día que mi tutor del TFM me dijo si quería hacer con
él una tesis doctoral y le dije que vale. O cuando me propuso, un mes más tarde
y todavía terminando el TFM, si quería ir medio año a China y le dije que vale.
O cuando tenía que buscar piso en Coruña, lo cual creo que es bastante coñazo,
y una amiga me dijo de ir a vivir con ella y le dije que vale. O cuando me
propuse aprender a hablar chino y a la semana siguiente me presentaron a un
chino que quería aprender español. He dejado de ser vago para convertirme en
estoico, que tiene más caché. Soy un punto inmóvil en el espacio, alrededor del
cual suceden cosas muy deprisa y frente a las cuales me limito a sonreír y
decir “vale”. Cuando, hace unas semanas, Wasson me comentó que un estudiante
español vendría a Beijing y me agradecería que le hiciera de traductor, os
podéis imaginar mi respuesta.
El trasfondo es bastante sencillo. Un profesor de la BFU que
trabaja con aceite de oliva tiene contacto con la Universidad Politécnica de
Madrid, concretamente con una profesora que trabaja en el mismo campo. Wasson
realizará una estancia de un año en la UPM y esta semana llegó un estudiante de
la UPM para dar una conferencia acerca de su trabajo y asistir a un seminario
impartido por estudiantes de la BFU. El nombre del estudiante es Antonio Hueso
(muy apropiado para alguien que trabaja en la industria del aceite de oliva),
ha venido a Beijing junto con su hermana Teresa y un amigo que se llama Miguel
Ángel. Su idea es quedarse una semana entera y visitar todos los sitios
interesantes de Beijing. Pero no controlan demasiado de inglés, esa es la parte
de la ecuación donde entro yo.
Los españoles llegaron el jueves y el viernes Antonio daba
la conferencia, a la cual Wasson nos invitó a Aini y a mí. La conferencia fue
en el mismo hotel donde se alojan, uno de cuatro estrellas cerca de la BFU
(donde se alojaba el Prof. Alpert). El nivel del sitio es bastante alto, tiene
un edificio con un restaurante enorme y salas de conferencias en las plantas
superiores. Alojarse una noche allí sale por 65 euros, que en China es bastante
dinero. La conferencia era a las 14:00 y debimos ser puntuales, pero cuando me
encontraba recogiendo mis cosas en la oficina un ruido extraño me entretuvo.
Era como un helicóptero intentando despegar con el rotor trasero estropeado, o
tal vez como una cigarra medio muerta intentando alzar el vuelo. Tras buscar un
buen rato la encontré y la coloqué debajo de un tupper, dejando un hueco para
que entrara aire. Ni siquiera se mantenía en pie, creo que me la quedaré para
mi colección de insectos. Así es la vida, pequeña.
Llegamos al hotel a tiempo para la conferencia y Wasson hizo
las presentaciones. Estaban allí otros estudiantes, de máster o doctorado, del
mismo departamento (incluyendo su brother), así como el profesor (es una
lástima que no recuerde el nombre, es de los más importantes de la BFU) y la
traductora (una estudiante de la carrera de lengua española recién graduada,
que hablaba muy bien el idioma). Aini no se enteró de mucho, pues Antonio
hablaba en español y una traductora traducía directamente al chino. Le traduje
en inglés alguna cosa que no entendió y le ayudé a formular preguntas. En el
descanso tras la primera presentación (fueron tres en total), Wasson le comentó
discretamente que no hiciera preguntas, porque al formularlas en inglés y
traducir las respuestas yo al inglés el profesor no se enteraba de qué iba la
cosa.
La charla fue excelente. La primera parte consistió en los
factores que afectan a la cantidad y calidad del aceite de oliva producido,
especialmente el riego. La segunda parte fue un enfoque histórico al cultivo de
la oliva en España y un repaso a los experimentos que se están realizando en el
departamento de Antonio. Finalmente, la tercera parte consistió en la
fertilización de los olivares. Nada de echar abono con una pala, se trata de
analizar qué elementos químicos necesitan los árboles y aplicar esos elementos
en disoluciones con agua. La traductora era tan buena que no tuve que ayudar en
ningún momento, pese a que Wasson me lo había pedido.
El cultivo de la oliva en China es un tema fascinante (y del
cual controlo un poco ahora que he asistido a charlas y seminarios al
respecto). Comenzó hace un par de décadas de manera experimental, apenas hay
una empresa que comercializa el aceite de oliva. Los investigadores se
esfuerzan por determinar qué variedades son las más productivas aquí en China
(en España hay un par de cientos), según la temperatura y precipitaciones (i.e.,
la cantidad anual de lluvia) de cada provincia. Las tres en las que hay más
cultivos son Gansu, Sichuan (donde supongo que las aceitunas salen picantes,
como todo cuanto brota de la tierra) y Yunnan. En esas provincias las
temperaturas y precipitaciones son parecidas a las de España, mientras que en
el resto las precipitaciones son el doble o el tripe y los inviernos fríos
dañan los cultivos de oliva. Sin embargo, los chinos no tuvieron en cuenta que
en las distintas partes de España hay diferentes temperaturas y precipitaciones
y que debido a eso se cultivan diferentes variedades. Se limitaron a escoger
las variedades más productivas y plantarlas por todas sus provincias, siendo
que en algunas sólo sobreviven árboles de manera puntual. Tampoco saben qué es
eso del cultivo de secano, el mejor para la calidad del aceite, ya que ellos
consideran que lo mejor es maximizar la producción. No usan el estándar de
calidad del Consejo Oleícola Internacional sino uno nacional, de peor calidad,
debido a que el comercio en el propio país es escaso y en el extranjero es
nulo. El día del seminario, cuando comenté la clasificación española (“virgin
and extra virgin”) alguna asistente se sonrojó. Sin embargo, creo que es un
error querer implementar directamente los mismos cultivos que en otros países
sin haber realizado estudios a largo plazo. Ahí es donde entra la investigación
de Wasson, tremendamente laboriosa y que comentaré en el capítulo del día 31 de
julio.
La conferencia, como digo, estuvo muy bien. En los descansos
aproveché para presentarme a los españoles y resolver las dudas de Aini. Al
terminar nos sacamos bastantes fotos y Antonio intercambió obsequios con el
profesor chino. Trajo consigo tal cargamento de aceite de oliva “extra virgin”
que me pregunto cómo pasó la aduana. Nos regaló a cada uno una botella pequeña
de muestra y a Wasson y al profesor varias botellas grandes. Muchas de las
fotos fueron publicitarias, enseñando la mercancía (la familia de Antonio se
dedica al cultivo de la oliva, la marca era de su pueblo, en Jaén). Tras la
conferencia bajamos a cenar al restaurante del hotel, a donde Aini y yo fuimos
invitados. Fue bastante gratuito, valga la redundancia, teniendo en cuenta que
Aini simplemente era un asistente casual a la charla y que yo no traduje nada.
La cena supuso un intercambio cultural muy interesante, pues
Aini hablaba en chino con el profesor mientras yo conversaba en español con
Antonio y Victoria (la traductora). Hicimos una cata de aceite en las copas de
la cena. Antonio comentó, punto importante, que las catas se hacen siempre en
copas azules para que el color del aceite (verde o amarillo) no sugestione el
sentido del gusto. El aceite que probamos era bastante fuerte, suave en la boca
pero picante al bajar por la garganta. La comida estaba deliciosa, compuesta
por una cantidad de platos abrumadora. Tuvieron cuidado de no pedir nada que
llevara carne de cerdo por deferencia hacia Aini. No detallaré la lista
completa de platos porque a estas alturas es tontería repetirme, las novedades
fueron unas bolas de carne de pollo que tenían dentro cartílago (comí una y no
más), vainas de ocra (Abelmoschus
esculentus) en salsa de wasabi (no la pasta japonesa de color verde, era
una salsa líquida parecida a la de soja, que no picaba demasiado) y una carne
marrón de textura crujiente que según Victoria era de una seta, aunque no
recuerdo el nombre. Era como la carne de zanahoria pero de sabor ligeramente
picante. Las bebidas fueron aceite de oliva y té de flores.
Tras la cena nos despedimos formalmente del profesor, hubo
un intercambio de números de teléfono (acompañados por puntapiés y risas mal
disimuladas de Aini) y acotamos un plan de turismo para el día siguiente,
sábado. Wasson tenía examen de español y Aini clase de francés, por lo que no
pudieron asistir. Yo me apunté de cabeza, no podía dejar pasar la ocasión de
visitar…
¡La Gran Muralla!
(A ver, tampoco es para tanto, es como la muralla de Lugo.
Sólo que con adoquines en lugar de grava. Y un pequeño fuerte cada 100 metros.
Y unas 1.000 veces más larga… Vale, sí, sí es para tanto)
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