lunes, 29 de agosto de 2016
46- Tiananmen.
46- Tiananmen
6 de agosto
Otro título alternativo, con permiso de Los Simpsons, podría
ser “el lugar donde nada sucedió en 1989”.
La idea era visitar la Tsinghua University por la mañana,
luego Tiananmen por la tarde y si teníamos tiempo regresar al mercado de la
seda. Fuimos en taxi hasta la universidad sólo para recibir una respuesta
negativa, debido a que había demasiados visitantes. Con esa eran tres veces que
se frustraba nuestro intento de visitar el sitio. Debimos haber probado suerte
en la Peking University, conste que se lo dije, porque me pareció mucho más
bonita cuando fui y teniendo unos jardines tan grandes seguro que no ponían
pegas por el aforo. Decidimos entonces ir a Tiananmen por la mañana y al
mercado de la seda por la tarde.
La plaza de Tiananmen, que en chino significa plaza de la
Puerta de la Paz Celestial, es un enorme sitio vacío que hay frente al
Parlamento de China y a la Ciudad Prohibida. No tiene precedente histórico-cultural,
es simplemente algo que ideó el partido comunista cuando llegó al poder para
reunir a la gente y dar discursos. Debido a eso tiene un gran tamaño, 440.000
metros cuadrados, siendo una de las mayores plazas públicas del mundo. Está
ubicada en el centro geográfico de Beijing y alineada en el eje norte-sur con
la Ciudad Prohibida. Al sur tiene el mausoleo de Mao, al este el Museo Nacional
de Historia y de la Revolución, al norte la Ciudad Prohibida y al oeste el
Parlamento. En su centro se alza un obelisco de casi 40 metros de altura, el
monumento a los héroes del pueblo, inaugurado por Mao. Cuando fuimos a la
plaza, el centro estaba acordonado y el Parlamento no se podía visitar, de modo
que decidimos ir al Museo Nacional. En la propia plaza no hay nada que ver aparte
de un espacio vacío, pero la acumulación de fuerzas de seguridad le quitaba
bastante encanto.
La plaza es conocida por los sucesos de 1989. Un grupo de
terroristas pretendían dar un golpe de estado y derrocar al legítimo gobierno,
así que este se vio obligado a enviar a las tropas revolucionarias para evitar
el golpe. En el enfrentamiento posterior los terroristas fueron neutralizados a
costa de grandes sacrificios por parte de las heroicas fuerzas del ejército
popular. ¿Era lo que esperabais oír? Era la versión que yo esperaba encontrar
en internet, pero han tenido la delicadeza de no censurar la versión realista
de los hechos. El contexto del suceso fue una serie de pasos por parte del
gobierno chino a lo largo de la década de los 80 para liberalizar la economía
del país, lo cual dio lugar a inflación y desempleo (vaya, qué raro… eso nunca
sucede cuando privatizas empresas públicas… *ironía*). Varios sectores de la
sociedad estaban descontentos, especialmente los estudiantes e intelectuales,
que comenzaron a exigir al gobierno más democracia. Por aquellos años el
mandamás del gobierno era Deng Xiaoping, un cacho de pan que estuvo en el poder
20 años. No habéis oído hablar de él pero sí de Mao, ¿por qué? Pues porque Mao
era un comunista malo y Deng era un tipo enrollado. Privatizaba empresas y tal.
El hecho es que las protestas y las huelgas se fueron
poniendo cada vez peor, los estudiantes estaban bien organizados y llegó a
reunirse un millón de personas en Tiananmen protestando contra el gobierno. La prensa
extranjera se estaba preparando para cubrir una visita de Gorbachov, así que
pudieron informar de lo que sucedía en la capital. Pero el camarada Deng no
estaba dispuesto a dejarse amedrentar por unos estud- terroristas, así que
decretó la ley marcial y ordenó que el ejército desalojara la plaza. Una cosa
en la que hay que darle la razón al gobierno chino fue que en la plaza no murió
nadie, ya que la noche de autos las manifestaciones habían sido canceladas por
sus propios dirigentes. Sin embargo, en el resto de la ciudad se produjeron
graves enfrentamientos entre estud- terroristas y el ejército, produciéndose
numerosas bajas en ambos bandos. Más entre los estudiantes, por supuesto. A día
de hoy no está claro cuanta gente murió, puesto que estaba decretada la ley
marcial y la prensa fue duramente censurada en los días siguientes. La Cruz
Roja estimó las muertes entre los manifestantes en 2.600, mientras que el
gobierno chino mantiene que fueron menos de 1.000 y años más tarde archivos de
la CIA respaldaron esto último. Los heridos fueron unos 7.000-10.000.
Posteriormente se produjo una represión masiva acompañada de detenciones y
ejecuciones de los cabecillas de las protestas. Bien jugado, camarada Deng, así
es como se consigue desaparecer de los libros de historia de Occidente. Si
aplastas a la disidencia nadie puede quejarse de ti, mientras que si la dejas
en paz pasas a la historia como un déspota.
Después de sacarnos varias fotos en los alrededores de la
plaza y tomar unos helados decidimos que merecía la pena hacer la enorme cola
que desfilaba lentamente hacia la entrada del Museo Nacional. Tardamos una
media hora en entrar en el perímetro del museo, a continuación debimos hacer
una segunda cola, ir a coger las entradas mostrando nuestros pasaportes y una
última cola para entrar al museo. Con todo, mereció la pena. Creo que la
entrada salió gratis, aunque no estoy seguro. Al entrar pasamos las mochilas
por un escáner y nos cachearon. Pero bien cacheados. Las policías parecían
satisfechas de realizar su trabajo. En ese momento se produjo un incidente
bastante estúpido, pues está prohibido usar palos de selfies dentro del museo
[supongo que alguien le dio un golpe a una estatua con uno] y Antonio llevaba
encima uno de esos artilugios. Las dos opciones eran dejarlo en la entrada y
darlo por perdido o bien regresar al principio de la cola y dejarlo en unas
taquillas. Bella, siempre dispuesta a sacrificarse por el equipo, cogió el
palo-selfie y se dirigió al principio de la cola. Pero salió sin teléfono, por
lo que comenzamos a preocuparnos a medida que pasaba el tiempo y no aparecía.
Al cabo de una hora empezamos a sospechar que no había podido entrar de nuevo y
nos estaba esperando fuera. Cuando ya estábamos valorando salir del museo a
buscarla, apareció. Ni que decir tiene que cuando se va en grupo y alguien se
separa debe llevar el móvil encima.
El museo es un edificio enorme que cuenta con varias
exposiciones permanentes y otras temporales. Se pueden ver desde los restos del
hombre de Yuanmou, un fósil humano de 1,7 millones de años de antigüedad, hasta
los regalos de cumpleaños que le hicieron a Mao, haciendo un repaso a toda la
historia de China entre medias. Lo primero que llamó mi atención al entrar fue
una estatua en bronce de Charles de Gaulle, que era perfectamente distinguible
desde la distancia por su característico semblante. Estaba rodeada de… cosas
hechas por Dalí. Eran unas auténticas aberraciones. Una masa informe que tenía
por título “señora que sujeta las llaves” no dejaba entrever ni a la señora ni
a las llaves. El contraste con la estatua del mariscal francés era enorme. En
el ala opuesta de la entrada había otra serie de estatuas que representaban el
sufrimiento humano. Un anciano llevando en brazos el cadáver de un niño, un
bebé chupando el pecho de su madre muerta o un hombre cerrando los ojos al
cuerpo inerte y esquelético de un niño. Las expresiones de los rostros estaban
muy logradas. En cuanto Bella se incorporó nuevamente al grupo exploramos el
resto de salas del museo.
Como mencioné antes, el museo también es de la Revolución. Ascendiendo
unas escaleras frente a la entrada del museo se accede a una sala cuyas paredes
están cubiertas por enormes cuadros. El principal de ellos, tanto por tamaño
como por lo que muestra, ocupa por completo una de las paredes. En el cuadro,
pintado con gran detalle, está plasmado el discurso de Mao al finalizar la
guerra civil. Mao se encuentra rodeado por los principales miembros del partido
y en lo alto vuelan palomas blancas, simbolizando el fin de la guerra. El resto
de cuadros, así como las estatuas del centro de la sala, hacen referencia a la
revolución y a los logros posteriores. El que más me impresionó fue uno con los
retratos de importantes figuras del mundo contemporáneo. Admito que la mayoría no
los reconocí, especialmente los asiáticos. En el centro del cuadro, sonriendo
bajo su prominente barba, Karl Marx devuelve la mirada al espectador. Una cosa
notable del museo es que se pueden sacar fotos a todas las obras expuestas, a
diferencia de todos los museos de arte que he visitado fuera de China.
Ascendimos a la segunda planta para ver una exposición de
arte africano. La mayoría de obras expuestas eran tallas de madera y máscaras. Una
de las estatuas representaba a Mizaru, Kikizaru e Iwazaru, sentados formando
una torre. No tenéis ni idea de quienes son, me imagino. ¿Os suenan tres monos,
uno que se tapa los ojos, otro la boca y el tercero las orejas? Esos son. No se
trata de algo cultural chino, para variar, sino japonés. Hubo cierta confusión
cuando el concepto de los tres monos se trasladó a Occidente. Comúnmente se
relaciona a los tres monos con no intervenir en asuntos que no incumben a uno,
aunque implique dejar a una víctima indefensa. Originalmente el mensaje que
transmitían era “don’t speak evil, don’t see evil, don’t listen evil”, que
significa que no se debe hablar, escuchar ni ver cosas indecentes o impropias.
Había también figuritas talladas en madera de hombres en embarcaciones,
talladas de manera muy tosca. Evidencias arqueológicas de los primeros intentos
de habitantes del continente que fue la cuna de la humanidad para cruzar el
Mediterráneo en patera. En esas siguen.
La siguiente sala que visitamos contenía artefactos
metálicos de antiguas dinastías chinas. Una mitad de la sala contenía
estatuillas de distintos budas, algunos con varias manos o cabezas. En la otra
mitad había expuestos objetos de diverso tipo, desde antiguas espadas de bronce
parecidas a las que usaban los romanos a vasijas o cajas ornamentadas. La
última sala por la que pasamos exhibía regalos que Mao había recibido de
diversos dignatarios extranjeros. Al menos tuvieron la delicadeza de poner su
tesoro personal en un museo. Algunos de los regalos eran posteriores a Mao
(como un busto de Rafael Miranda entregado por el camarada Chavez) y habían
sido entregado a sus sucesores en el cargo. Cada regalo estaba acompañado por
el nombre del destinatario y el país perteneciente. Había varias espadas y
sables con vainas de oro y empuñadura enjoyada, la mayoría procedentes de países
árabes. En una gran vitrina había dos cisnes que parecían disecados, aunque
según la placa eran de porcelana, regalo de Richard Nixon. Los estantes estaban
llenos de todo tipo de esculturas de plata, metal o marfil. En algunos casos
era sencillo adivinar el país de origen, como en un busto de Lincoln o una
estatua en bronce de Rómulo y Remo mamando de las tetas de una loba. De entre
todos los ostentosos objetos allí expuestos, el que más llamó mi atención fue
un sobrio cristal de roca entregado por el presidente de Suiza a Jiang Zemin,
ahora expresidente de China. No vimos ningún regalo procedente de España, pero
eso no quiere decir que no lo hubiera. La cantidad de objetos expuestos en la
sala era abrumadora y según Bella había otra sala similar que
no visitamos.
La mañana se había pasado volando, entre hacer la cola del
museo y esperar a Bella, así que tuvimos que irnos antes de ver todo lo que nos
hubiera gustado. Pienso volver al museo en otra ocasión para verlo todo con más
calma. Cogimos el metro para ir al mercado de la seda. Antes de adentrarnos en
la jungla de tiendas pasamos por un McDonalds que había cerca para almorzar. En
esas estábamos cuando entró un vendedor de relojes y vino a enseñarnos la
mercancía. Se trataba de unos Rolex, que mostró en un fajo atado por gomas. No
soy experto en estas cosas, pero algo en la situación me hizo sospechar que
podrían ser falsos. Quién sabe, es la primera vez que me intentan vender
relojes de lujo mientras me como una hamburguesa. Miré los relojes sin prestarles
mucha atención, pero cuando los españoles comenzaron a regatear Bella puso cara
de alarma y me dijo que no valían nada, que 20 yuanes como mucho. Entonces
pensé que 3 euros por un Rolex falso me los podía permitir. Entre bocados a la
hamburguesa repetí una y otra vez el precio sin mirar siquiera al vendedor,
mientras este alzaba la voz cada vez más y bajaba poco a poco el precio.
Terminó aceptando, pero a marcharse gritó algo a Bella. Los vendedores se toman
como una traición a la patria que un chino ayude a un extranjero a regatear.
Por este motivo Bella evitó todo contacto visual con el hombre, así como con el
resto de vendedores en el mercado de la seda aquella misma tarde.
En el mercado de la seda visitamos las mismas tiendas que en
la visita anterior, pero esta vez comenzamos el recorrido por la última planta,
la de souvenires. Es mucho más caro comprarlos aquí que en otros sitios y no
tiene mucho sentido hacerlo, la verdad. Los precios están mucho más inflados
que en Taobao. Bella tenía una aplicación con el móvil gracias a la cual sacaba
una foto a un objeto (de manera muy disimulada) y comparaba los precios de esa
cosa en Taobao. Supongo que es por ese motivo que muchos comerciantes no dejan
fotografiar lo que venden. Pasamos de nuevo por la tienda donde los españoles
habían comprado calzado en la visita anterior. Las dependientas todavía se
acordaban de lío tremendo que se había montado en la otra ocasión, pero esta
vez no hubo tanta suerte en la negociación y nos marchamos sin comprar nada.
Ellos compraron gafas de sol y algunos polos, yo preferí no comprar nada. La
ropa de marca no llama mi atención lo más mínimo.
Para coger el metro fuimos hasta la estación a través de una
conexión subterránea con el propio mercado de la seda. La cena de esa noche en
el hotel fue excelente. Uno de los platos tenía cubos de color blanco con una
textura gomosa y sabor a marisco, otro estaba compuesto por lo que parecían
sombreros de seta rellenos y resultaron ser bolas de miga de pan espolvoreadas
con cacao. De regreso en mi hotel me encontré a Aini trabajando en un curioso
proyecto. Durante los últimos días había acumulado una cantidad impresionante
de peces en pequeñas peceras repartidas por la habitación. Cuando llegué al
hotel por primera vez únicamente tenía una pecera en la mesilla de noche, con
un pez de color naranja y una planta acuática de cuyas raíces el pez se
alimenta. Ambos organismos viven en una preciosa harmonía y la pecera está
siempre limpia. Pues bien, había comprado otra pecera mayor y estuvo un par de
horas llenando el fondo con diferentes capas de arena y guijarros, en los que
plantó algas. Una vez terminado el trabajo liberó a los peces en su nuevo
hogar.
[Todos los peces terminaron muriendo excepto dos que ahora
viven con el otro pez naranja y un hermoso pez azul que vive en una pecera
pequeñita. Aini sospecha que los peces murieron porque la bomba de agua era
demasiado potente y se agotaban nadando a contracorriente. No obstante, los
peces pusieron huevos y casi un mes después tenemos alevines en la pecera, a la
que ha retirado la bomba de agua asesina.]
sábado, 27 de agosto de 2016
Suscribirse a:
Entradas (Atom)