49- El templo de los lamas, la escuela de Confucio y
concierto en Houhai
21 de agosto
*Admito que últimamente tengo la escritura del blog en
standby, principalmente porque la carga de trabajo este último mes ha sido
intensa y secundariamente por pereza. El poco tiempo libre que me queda he
preferido dedicarlo a otras cosas. Sin embargo, ya que he decidido centrarme en
escribir únicamente cosas interesantes, realmente tengo poco que contar.
Aprovechando que me han dado el día libre, compensaré la falta de publicaciones
en el blog con este capítulo, hablando de varios temas interesantes. Espero que
quede bien.*
Un consejo que me dio mi padre antes de venir a Beijing fue
que no me diera prisa por visitar todos los monumentos las primeras semanas,
que esperara a hacer amigos aquí para que me acompañaran y me hicieran de guías
turísticos. Resultó ser un consejo muy acertado, lo cual es sorprendente
viniendo de alguien que ha hecho poco turismo por el extranjero. En mi caso,
tuve la inmensa suerte de conocer a una china que además de acompañarme a los
sitios me explicaba todos los detalles en español. No es que yo entienda mal el
inglés, pero el nivel que tienen los chinos deja bastante que desear.
El plan que tenía para el domingo era ir de noche con
Victoria a la calle de bares que había visitado anteriormente con los españoles,
situada en el lago Houhai. Me referí al sitio como Sanlitun en un capítulo
previo, pero Victoria me aclaró que eso está en la otra punta de la ciudad.
Antes de ir a la zona de bares podíamos aprovechar la tarde para visitar algún
otro sitio. Sugerí que fuéramos al templo de los lamas, que está relativamente
cerca y era el último sitio conocido de la ciudad que me quedaba por visitar (conocido
por mí, se entiende). Llegar no es difícil, ya que hay una estación de metro
con ese nombre que está a escasos 100 metros de la entrada. El templo se sitúa
en un barrio de casas tradicionales, con aspecto de hutong, plagado de tiendas
de accesorios budistas. Desde estatuas del tamaño de una persona a incienso
pasando por abalorios y ropa.
El templo de los lamas, también conocido como templo Yonghe,
es un conjunto de santuarios budistas y un importante monasterio lama. Se
construyó en el siglo XVII y originalmente no era un monasterio, sino la
residencia de los eunucos imperiales, lo cual implica que también era la
residencia de las concubinas. El cuarto hijo del emperador Kangxi, Yongzheng,
nació ahí fruto de la relación entre el emperador y una de sus concubinas.
Yongzheng, pese a no ser el hijo más destacado de Kangxi, lo sucedió como
emperador y su reinado fue próspero aunque un poco despótico. Uno de los
edificios del complejo es un museo, donde se relata tanto la historia del
templo como la vida del emperador Yongzheng. Durante su reinado, la mitad del
complejo fue transformado en monasterio lama. Tras su muerte, todo el complejo
adquirió el estatus de recinto imperial y las tejas de los edificios fueron
cambiadas, de las originales de color verde a las actuales de color dorado.
Esto tiene relevancia en la cultura china, así como el número de tejados de un
edificio o el número de estatuas guardianas que hay en las cornisas de los
tejados. Los restos del emperador descansan en el templo.
Según mi guía turística, situar un importante templo lama en
la capital fue una maniobra de contrapeso hacia los sentimientos
religiosos-nacionalistas del Tíbet. Es un asunto bastante peliagudo, creo, más
aún que el de Taiwán (unos dicen que es una provincia de China un poco
“especial”, otros que son un país independiente y ellos siguen reclamando que
el Partido Comunista Chino les devuelva el país). En la región del Tíbet hay
actualmente cuatro países, que son China, la India, Nepal y Bután. La India y
China tienen ciertas disputas territoriales en la región fronteriza al norte y
también en la frontera con el Tíbet, como comentaré más adelante. En cuanto a
la historia de Nepal y Bután, es curiosa y opuesta. Bután era parte del Raj
Británico, que se independizó en 1947 de Gran Bretaña. Dos años más tarde Bután
se independizó de la India. Hasta ahí todo de buen rollo. Es una monarquía que
tuvo sus primeras elecciones democráticas en el 2008 y su primera constitución
poco después. Un dato muy curioso es que en lugar de medir su PIB usan un
índice llamado Felicidad Nacional Bruta, que pretende armonizar el estilo de
vida budista con la economía. O bien podría ser la forma que tiene el gobierno
de decir que les importa tres cominos que la población viva en la miseria. En
cuanto a Nepal, es un país realmente interesante. Ocho de las diez montañas más
altas de la Tierra se encuentran en Nepal, con el Everest en la frontera entre
este país y China. Su bandera es la única del mundo que no tiene forma cuadrada
ni rectangular, se compone de dos triángulos superpuestos. Se formó como reino
a finales del siglo XVIII y así continuó hasta una guerra civil entre 1996 y el
2006 (¿A alguien le sonaba esto? Yo me acabo de enterar). Los dos bandos eran
unos maoístas nepalíes apoyados por China y los partidarios del gobierno
monárquico tradicional, apoyados por EEUU, la India y la UE (EEUU metiendo las
narices en una guerra civil a medio mundo de distancia, qué raro…). No es por
banalizar, pero la guerra parece bastante descafeinada. Para haber durado una
década y ser un país con 30 millones de habitantes, las víctimas fueron poco
más de 10.000 civiles. El caso es que la monarquía terminó y ahora el país es
una república federal democrática. Si eso último es simple tapadera, lo
desconozco. Curiosamente, pese a tener una larga tradición cultural budista y
ser el lugar de nacimiento de Buda Gautama (al que en Occidente conocemos como
“Buda”), el 80% de la población es hinduista. Hasta la república posterior a la
guerra civil, Nepal era el único país del mundo como el hinduismo como religión
oficial (ahora es una nación laica). Supongo que eso ayudó a que la guerra
civil no fuera un baño de sangre, a diferencia de la guerra civil/genocidio
ocurrido unas décadas antes en la región de Pakistán que actualmente es
Bangladesh. En definitiva, Nepal y Bután son dos países poco conocidos pero muy
interesantes.
Regresando a la cuestión del Tíbet, para comprender la
situación actual antes hay que comprender su religión e historia. Primero, un
símil. En España es de cultura general que el cristianismo tiene varias ramas
importantes: catolicismo, cristianismo ortodoxo, protestantismo… así como otras
menos conocidas y que comúnmente se denominan “sectas” con afán meramente
descalificativo por parte de otros grupos religiosos. Algo parecido sucede en
las demás religiones mayoritarias, como en el caso del Islam (chiíes, suníes,
magrebíes…) o el budismo. El budismo que se practica en el Tíbet no es único y
universal, pero es el mayoritario en Mongolia, el Tíbet, Bután y ciertas
regiones de la India. Existen varias escuelas de budismo tibetano, todas con
diferente jerarquía, pero todas ellas reconocen como maestro espiritual a una
persona, el dalái lama. O dicho de otra forma, es dalái lama a lo largo de la
historia es quien ha decidido qué ramas del budismo tibetano siguen el camino
correcto y cuáles no. Sin meterme mucho en cuestiones religiosas que sólo
conozco de manera superficial, los budistas creen en la reencarnación. El dalái
lama es alguien que consigue superar la barrera de la muerte reencarnándose en
un nuevo dalái lama, siendo todos ellos reencarnaciones de un buda (no Buda
Gautama, otro, el Buda de la compasión). Así pues, el dalái lama es la cabeza
jerárquica del budismo tibetano, seguido por el panchen lama. La figura de
panchen lama fue establecida por el quinto dalái lama y se le considera la
reencarnación de otro buda. La función principal del panchen lama es buscar a
la reencarnación del dalái lama cuando este fallece y del mismo modo el dalái
lama busca la reencarnación del panchen lama.
Sin meterme de lleno todavía en la cuestión de la
independencia del Tíbet, hablar del panchen lama nos lleva a un conflicto
bastante sonado hace unos años. El décimo panchen lama, Lobsang Trinley L. C.
G. (menudos nombres más raros tiene esta gente) falleció el 1989. El gobierno
de China decidió aprovechar la oportunidad y designar ellos al siguiente
panchen lama. Cosa que comprendo desde el punto de vista del gobierno, pero que
no tiene demasiada lógica, puesto que es un gobierno laico inmiscuyéndose de
manera directa en cuestiones religiosas, y más cuando quien debe designar al
panchen lama es el dalái lama. El dalái lama recibió un aviso de lo que iba a
suceder (quien le avisó fue un político chino que terminó entre rejas ipso
facto), así que se adelantó al gobierno chino y designó panchen lama a Gendun
Chökyi Nyima, un niño de cinco años, en 1995. La respuesta del gobierno chino
fue detener al niño, a su familia y a numerosos monjes en una redada en un
templo. Se le considera el preso político más joven del mundo y lleva en
paradero desconocido desde entonces (la versión que me creo es la del gobierno
chino, que él y la familia viven bajo otra identidad para no levantar sospechas
y sin meterse en cuestiones políticas, porque es la versión más sencilla). El
gobierno chino utilizó para la designación del panchen lama un método que se
había usado en la antigüedad para designar a varios dalái lama, consistente en
introducir los nombres de los candidatos en una urna de oro, agitarla y ver qué
nombre sale. Una réplica de la urna, junto con varias tablillas con nombres
inscritos, se podía ver en el museo del templo Yonghe. No deja de parecerme
curioso que, si el dalái lama es una reencarnación y por lo tanto sólo uno de
los candidatos puede ser el correcto, en la época imperial se escogieran por
“sorteo”. El panchen lama designado por el gobierno chino en 1995 fue Gyaincain
Norbu. Se trataba del hijo de una pareja de miembros del partido, mientras que
Chökyi era hijo de campesinos pobres. Menuda coincidencia, diría yo. Por
supuesto, hubo quejas de que la selección había estado amañada. Así pues, desde
1995 la comunidad budista internacional no reconoce al panchen lama designado
por el gobierno chino y el gobierno sigue echando pestes del dalái lama. El
gobierno chino en el exilio, el de Taiwán, tampoco reconoce la figura religiosa
de Gyaincain como panchen lama. Simplemente por oponerse a todo lo que diga el
gobierno comunista de China, como volveré a explicar más adelante.
Toca ahora hablar de historia. Hasta el siglo XX, el Tíbet
era una región feudal donde la tierra pertenecía a familias adineradas,
terratenientes y monasterios budistas. La mitad de la población vivía como
siervos. ¿A qué parte de esa población le interesaba un cambio social hacia un
país más moderno? A la inmensa mayoría. ¿A quién interesaba permanecer
independientes del exterior y continuar con su modo de vida? A los adinerados,
los terratenientes y los líderes budistas. Es complejo dar un trasfondo
histórico a la independencia del Tíbet por lo complicado que resulta hablar de
“independencia” y “Tíbet” en la antigüedad, ya que el primer término es volátil
en el contexto histórico y el segundo en un contexto geográfico. En el siglo
XIII los mongoles invadieron y se anexionaron el Tíbet, pero otorgándole cierta
independencia debido a afinidades religiosas. En el siglo XVII el primer
europeo consiguió atravesar el Himalaya y alcanzar el Tíbet, el portugués
Antonio de Andrade (con dous collóns ben postos). En el siglo XVIII China tomó
posesión del territorio, al igual que habían hecho antes los mongoles. A
principios del siglo XX los británicos metieron sus narices en el asunto,
primero anexionando el Tíbet al Raj Británico y posteriormente concediéndole su
control a China de nuevo (lo volveré a comentar más adelante). No existió jamás
nada parecido a un reino independiente y unificado en el Tíbet, aunque la etnia
mayoritaria era y sigue siendo la tibetana y también comparten una religión
conjunta, el budismo tibetano, como ya se ha mencionado antes.
A principios del siglo XX se proclamó la República en China,
de modo que el ejército abandonó el Tíbet para centrarse en asuntos más
importantes en el corazón del país. Como mencioné en el capítulo de la Gran
Muralla, los mongoles y los chinos habían estado a hostias entre ellos durante
muchos siglos (motivo por el que se construyó la Gran Muralla, de la cual hablé
en el capítulo 39), hasta que los mongoles tomaron el poder en china y dio
comienzo la dinastía Qing, la última que hubo en China. Tras la consolidación
de la república, Mongolia declaró su independencia de China en 1911, pero la
capital fue conquistada por los chinos en el 19. Con ayuda del ejército
soviético volvieron a ganar su independencia en el 21 y en 1924 consiguieron un
gobierno estable. La República Popular de Mongolia fue defendida por la URSS de
la invasión japonesa en la IIGM, que pretendían anexionar Mongolia a la nación
títere de Manchukuo. En Mongolia sucedió la batalla de Jaljin Gol,
poco conocida en Occidente pero que cambió el curso de la IIGM a favor de los
soviéticos. Tras la guerra, China reconoció la independencia de Mongolia en
1945. Finalmente, tras la disolución de la URSS, se aprobó una nueva
constitución en 1992. Paradójicamente, La República de China (Taiwán) no
reconoce de manera oficial a Mongolia como país independiente. Las relaciones
son un tanto ambiguas entre ambos países debido a esto.
Bien, regresemos al Tíbet.
Bien, regresemos al Tíbet.
Tras la proclamación de la República China, Tíbet y Mongolia
se separaron de China y reconocieron mutuamente su independencia. Pero mientras
que los mongoles contaban en su frontera norte con los soviéticos para que los
ayudaran a mantener su independencia, los tibetanos tenían como única frontera
al Raj Británico, que no estaba precisamente a favor de la independencia de
nadie. Los británicos firmaron con los tibetanos (supongo que con el dalái lama
que tenían entonces, ya que era lo más parecido a un gobierno) un acuerdo por
el cual los británicos reconocían la independencia del Tíbet a cambio de una
porción significativa de terreno que pasaría a formar parte del Raj. Este
territorio se denomina Arunachal Pradesh, equivale a un 10% del terreno del
Tíbet y se encuentra actualmente en disputa entre la India y China (aunque lo
controla la India). El motivo es simple: si Tíbet no era una nación
independiente no podía ceder parte de sus territorios a los británicos, por
ello China los reclama como propios. India por su parte los reclama como parte
de los territorios que les corresponden tras la independencia de Gran Bretaña.
En 1962 se produjo una guerra entre dichos países debido a este conflicto
fronterizo.
Durante la IGM, el Tíbet perdió interés para el mundo
exterior y el dalái lama aprovechó para toma el control del país.
Posteriormente nace el actual dalái lama, Tenzin Gyatso, figura ampliamente
conocida en Occidente y premio Nobel de la Paz. Nació en 1935 y a los cuatro
años fue nombrado dalái lama. En 1950 el regente del Tíbet delegó todos sus
poderes políticos en el dalái lama, que sólo contaba con 16 años. Es decir, en
1950 el poder político en el Tíbet lo tenía un adolescente que decía ser la
reencarnación de Buda. En aquella época la sociedad en el Tíbet todavía era
feudal, por lo que el dalái lama se encontraba en una posición similar a la de
una monarquía europea medieval, pero con la diferencia de que se trataba de una
sociedad budista en lugar de cristiana. Se trataba de una teocracia, el poder
lo ostentaba un monarca por derecho divino. Hay que tener todo esto en cuenta a
la hora de hablar de la independencia del Tíbet, tanto la parte histórica (que
en ningún momento nos habla de un Tíbet independiente o unificado) como la
parte de mediados del siglo XX (una región controlada de facto por un solo
hombre y en donde gran parte de la población vivían como siervos).
En 1950 representantes del gobierno chino (el comunista)
firmaron un acuerdo con el dalái lama y el panchen lama para gobernar
conjuntamente el Tíbet. Hay que recalcar que la propiedad de las tierras en el
Tíbet no las tenían los campesinos, que eran la mayoría de la población, sino
los monasterios budistas. El gobierno chino concedió la propiedad a los
agricultores y a cooperativas de trabajo, tal y como había hecho en el resto
del país. Este fue el desencadenante de la primera revolución por la
independencia del Tíbet. En 1959 la revolución alcanzó Lhasa, la capital de la
provincia del Tíbet, y el gobierno la reprimió con dureza. Hubo incluso
intervención de la CIA, financiando a los grupos rebeldes y enviándoles
material por medio de aviones (qué raro…). El dalái lama y numerosos seguidores
escaparon a la India, mientras que el gobierno puso al mando del Tíbet al
panchen lama. Este contaba con el apoyo de Zhou Enlai, figura muy destacada del
movimiento comunista chino (que merece un capítulo aparte), pero no con el de
Mao. Finalmente fue encarcelado durante varios años, hasta que se consideró que
había sido “reeducado” y fue liberado para poder reincorporarse a la política
china. Hay bastante controversia acerca de su muerte. Posteriormente se produjo
el conflicto relacionado con su sucesor, que ya he explicado.
Llegamos por fin a la parte presente de la historia. El
actual dalái lama era hasta hace pocos años la cabeza del gobierno tibetano en
el exilio. Es decir, la monarquía teocrática tibetana, puesto que ese es el
gobierno que había en Tíbet inmediatamente antes de la llegada de los
comunistas. Los dos principales países que apoyan estas demandas son EEUU y
Taiwán, la República Nacional de China. No me detendré a hablar de Taiwán
puesto que no tiene demasiada relevancia en este caso. Perdieron la guerra
civil bajo el mando de un dictador, les tocó sufrir a dicho dictador gobernando
durante varias décadas más y actualmente reclaman el territorio continental de
China como suyo. Nótese que apoyan la causa independentista del Tíbet
simplemente por perjudicar al actual gobierno Chino, no porque ellos estuvieran
de acuerdo con la independencia del Tíbet tras la proclamación de la República
China a principios del siglo XX. Si el gobierno de Taiwán no admite la
independencia de Mongolia de China tras haber pasado más de 70 años, tampoco
tendrían por qué admitir que el Tíbet se independizara si ellos controlaran la
China continental.
En cuanto a los EEUU, del mismo modo que se posicionaron en
su día a favor de Taiwán para contrarrestar a los comunistas (recordemos que
les vendieron cuantiosas cantidades de armamento tras la revolución… igual que
a Corea del Sur tras la división política de la península o a la Indochina
francesa cuando se enfrentaron a los comunistas en Vietnam) se posicionan a
favor del Tíbet porque con ello perjudican la postura internacional de China. A
los EEUU les importan tanto los derechos humanos como al propio gobierno chino,
es decir, poco o nada. Se trata del juego geopolítico que se lleva jugando
desde la época colonial, ya que no tienen nada que ganar en Asia, intentan que
las otras superpotencias en la zona (anteriormente la URSS y ahora China)
pierdan lo máximo posible. No deja de ser llamativo, volviendo a las reclamaciones
del dalái lama, que sus principales apoyos sean la camarilla de perdedores de
Taiwán y los EEUU, adalid de los derechos humanos, la democracia, las minorías
étnicas… vale, paro de reírme y vuelvo a relatar lo del templo de los lamas.
Como decía antes de hablar de la cuestión de la
independencia del Tíbet, durante la dinastía Qing se fundó el templo Yonghe
para acercar el poder de los lamas a la capital. Durante varios siglos funcionó
de maravilla, al menos hasta la caída del Imperio. El monasterio no sólo es un
lugar de visita turística y de oración, como todos los templos budistas, sino
de estudio. Cuenta con varios edificios destinados a la oración y meditación,
así como otros con filas de cojines y mesas con lámparas de lectura. El
Pabellón de la Rueda de Ley contiene numerosas mesas de estudio rodeando una
enorme estatua del buda Je Tsongkhapa, fundador de la escuela budista Geluk.
Como curiosidad, es la primera estatua de un buda con gorro que veo. La
traducción de su nombre sería “hombre del valle de la cebolla”. Según Victoria,
se trata del buda que encierra al rey mono Sun Wukong bajo una montaña en la
novela Viaje al Oeste, aunque no he encontrado ninguna información que lo
confirme. Unas ventanas situadas sobre la estatua permiten que la luz exterior
ilumine su rostro. Ese mismo pabellón contiene también la “colina de los
quinientos arhats”. Se trata de una obra de arte de bastante importancia, un
grabado en madera de sándalo rojo con estatuas de arhats en oro, plata, cobre o
hierro. Un arhat es alguien con un conocimiento profundo de la naturaleza, que
ha alcanzado el Nirvana y por lo tanto (según el budismo) ha abandonado la
rueda de reencarnaciones.
Otro edificio importante en el recinto es el Pabellón de la
Armonía y la Paz, donde se encuentran tres estatuas de bronce simbolizando a
los budas de las tres edades: Gautama Buda (el del presente, en el centro),
Kasyapa Matanga (el del pasado, a la derecha) y Maitreya Buda (el del futuro, a
la izquierda). En los laterales del pabellón hay estatuas de 18 arhats (vaya,
por fin me entero de qué son las estatuas que rodean a los budas principales en
los templos budistas, ya iba siendo hora). Sin duda alguna, el edificio más
impresionante del monasterio es el último, el Pabellón de las Diez Mil
Felicidades, donde se encuentra una estatua de Maitreya Buda. Al entrar por la
puerta lo primero que vi fueron las rodillas del buda, a la altura de la
primera planta. Se trata de una estatua esculpida en madera de sándalo, a
partir de una única pieza, de 18 metros de altura y con otros 8 metros
enterrados. Esta colosal estatua fue un obsequio del séptimo dalái lama al
Emperador Qianlong, tardaron tres años en transportarla desde el Tíbet hasta
Beijing. La estatua figura en el libro Guinness de los récords, el certificado
del récord se encuentra en el museo del monasterio. Resulta impresionante estar
bajo la estatua, contemplando las cintas de tela que caen desde sus brazos y
comparando su envergadura con el edificio de varias plantas que fue construido
alrededor del buda. No alcanzo a imaginar cómo debía ser el sándalo antes de
que lo talaran.
Aprendí durante la visita por qué en los templos budistas
queman incienso. Lo hacen para que las plegarias asciendan al cielo junto con
el humo y así los dioses las atiendan. Aquel día las plegarias no subían al
cielo, se quedaban en los patios ahumando a los visitantes. Había dentro del
recinto varias estatuas de perros de fu, también conocidos como leones de buda
o leones guardianes chinos. Son unas criaturas mitológicas originales de la
tradición budista que se encuentran en las puertas de lugares importantes, como
los templos o palacios de la nobleza, alejando a los malos espíritus. Tras
visitar todos los edificios y el museo del monasterio, y después de comentar
con Victoria las similitudes y diferencias que había notado entre los templos
budistas y los católicos (adoración de tallas de madera, quemar ofrendas
aromáticas, ponerse de rodillas para pedir favores…) decidimos visitar el
templo de Confucio, que se encuentra a poca distancia. El término “templo” no
es demasiado apropiado, pues no se trata de un lugar religioso, pero la
traducción del nombre chino sería esa. Se trata del recinto donde se llevaban a
cabo los exámenes imperiales y donde los emperadores impartían clases a sus
discípulos. Tuvimos que pagar por la entrada unos 30 yuanes.
Confucio fue un chino que vivió hace 2500 años y que se hizo
famoso por inventar la confusión, que posteriormente derivó en una escuela
filosófica y casi religiosa (aunque las enseñanzas de Confucio son seculares)
llamada confucianismo. Se basa en una serie de preceptos morales que buscan
armonizar al hombre con el cosmos, y por consiguiente con la familia y la
sociedad. Su regla de oro era “no hagas a los demás lo que no quieras que te
hagan a ti”. El confucianismo en Europa suena por el nombre y podría parecer un
código ético altamente desarrollado, pero no deja de estar basado en ritos
tradicionales chinos y en conceptos que en Europa carecen de sentido, como que
los gobernadores deben obedecer el “Mandato del Cielo”. Puede que fuera
revolucionario en su época, pero me sorprende que a día de hoy siga teniendo
algún seguidor. Quiero decir, la filosofía europea ha dado origen a códigos
morales bastante completos y que no necesitan de ritos ni fábulas para
sostenerse.
Los exámenes imperiales chinos sí merecen cierta atención.
Se trata de los precursores de lo que en España se conoce como “oposiciones”.
En la antigua China se realizaban exámenes para comprobar los conocimientos de
los candidatos a trabajar en la administración pública. Curiosamente, en lugar
de basarse en conocimientos técnicos que pudieran ser útiles a los futuros
administradores, los candidatos se examinaban de gramática y cultura, principalmente
los escritos derivados de la filosofía de Confucio (digo derivados porque se
escribieron posteriormente a su muerte). Era común, por ejemplo, preguntar
acerca de una frase concreta de Confucio o pedir que se reprodujera de manera
literal un capítulo de alguno de sus libros. Carácter por carácter, todos tal
cual. Estos exámenes aparentemente absurdos sirvieron para unificar la cultura
del país y para que la gente tuviera la impresión de que los conocimientos en
cultura eran meritorios para un buen gobernante. Había diferentes categorías de
los exámenes, desde exámenes de distrito a examen de capital y por encima de
ellos el examen de palacio. Los aspirantes que aprobaban estos últimos (habiendo
aprobado previamente todos los anteriores) se convertían en oficiales de alto
rango dentro de la corte real. Estos exámenes eran evaluados personalmente por
el emperador. Sin embargo, ya desde sus comienzos los exámenes imperiales
fueron objeto de duras críticas, al no tratar sobre otra cosa que cultura
general. Este fue el motivo por el que terminaron desapareciendo, aunque esto
no sucedió hasta 1905. Los primeros emisarios extranjeros copiaron en parte
este sistema para replicarlo en sus países de origen, aunque cambiando la
temática de los exámenes por otra de carácter más práctico. De ahí derivan los
exámenes actuales para acceder a diferentes puestos en la administración.
Tan antiguos como los exámenes son las trampas y tan antigua
como es la burocracia son los chanchullos, ni siquiera en la antigua China se
libraban de esto. La seguridad que rodeaba el proceso de examinación de los
candidatos era muy estricta para evitar cualquier tipo de artimaña. Algunos
exámenes eran bastante largos y duraban varios días, motivo por el cual los
aspirantes debían llevar comida, bebida, saco de dormir y orinal, así como su
propio material de escritura. Todo esto era revisado minuciosamente en dos controles
sucesivos. Si los guardias del primer control encontraban algún material
prohibido, como hojas escritas o dinero (que se podía utilizar para realizar
sobornos), eran recompensados. Sin embargo, si eran los guardias del segundo
control quienes descubrían un objeto prohibido, los guardias del primer control
sufrían un castigo. Los examinados permanecían recluidos en unas casetas
individuales mientras durase el examen, sin comunicación con el exterior. Para
evitar que los examinados copiasen entre ellos, cada cierto tiempo eran
estampados sellos en las hojas del examen. Si entre dos sellos se había escrito
un texto sospechosamente largo, el examen quedaba anulado. Finalmente, para
evitar que los correctores pudieran favorecer a un examinado si reconocían su
letra en el examen, estos eran copiados con una tinta de color diferente, de
modo que los correctores no tenían acceso a los originales. Las copias y
originales eran comparados antes y después de la corrección. Como se ve, era un
proceso sumamente complejo que nada tiene que envidiar a los exámenes actuales
de cualquier administración pública española, salvo por su temario. Aunque, por
otro lado, en el caso de España es necesario estudiar la Constitución, que
tiene escaso valor práctico.
En la antigua China se valoraba sobremanera la excelencia
académica, motivo por el cual el alumno que sacara la nota más alta en un
examen imperial era tratado con preferencia. Por ejemplo, en el templo de
Confucio había un arco de piedra formado por un arco central y dos arcos
laterales de menor tamaño. Únicamente el emperador y aquellos que hubieran
sacado la nota más alta en un examen imperial podían atravesar el arco central.
Esto se repetía en otros muchos edificios importantes, no sólo en las
instituciones académicas. Además, se les solía ofrecer la mano de una de las
hijas del emperador. Visitamos también el pabellón desde el cual el emperador
ofrecía clases a los alumnos de la academia imperial. El emperador se sentaba
en un trono en el interior del edificio y leía los textos que formaban parte de
la materia del examen, dos ayudantes con voz potente transmitían las palabras
del emperador a la multitud de alumnos que se situaban en el patio del
edificio, tomando nota de todo. Otra parte interesante, situada detrás de este
edificio, es un puente con una ventana (a falta de un término más exacto) de
vidrio en el suelo. Los visitantes atravesaban el puente por parejas y saltaban
sobre la ventana para obtener buenos resultados académicos.
A lo largo de los jardines hay losas con una gran cantidad
de nombres grabados en ellas. Se trata de aquellos que aprobaron los exámenes
imperiales, cuyos nombres pasaron a formar parte del templo. En total hay más
de 51.000 nombres. Por otra parte, en una especie de tienda de recuerdos,
atravesamos un pasillo cuyas paredes y techo estaban cubiertas de cintas de
color rojo con nombres escritos en ellas. Los visitantes colocan las cintas
para tener buenos resultados en sus exámenes y poder entrar en una buena
universidad. A día de hoy los estudios son una piedra angular en las familias
chinas, de carácter tradicional. Los hijos deben esforzarse por sacar buenas
notas o deshonrarán a su familia. La mayor parte de visitantes que encontramos
llevaban a sus hijos pequeños a ver el templo, para que comprendieran la
importancia que tenían los exámenes en la China antigua y así se motivaran para
estudiar. En China tienen la gran ventaja de que la mayoría de estudiantes
consiguen trabajo en los seis meses siguientes a terminar sus estudios universitarios.
Ya que la educación está controlada por el gobierno, se mantiene un control del
número de licenciados en base a las plazas que haya que cubrir en cada campo.
Aunque, por otro lado, la forma de acceder a la universidad es un poco rara.
Por lo visto realizan una serie de exámenes y según sus calificaciones se les
da a escoger entre tres carreras diferentes. Desconozco hasta qué punto esto
los condiciona, si por ejemplo es posible ignorar esos resultados y acceder a
otra carrera. Supongo, por lo que me han comentado anteriormente, que si lo
hacen no podrán acceder a buenas universidades como la Tsinghua o la Peking
University. Al menos en China quienes estudian en la universidad encuentran
fácilmente trabajo al terminarla.
Antes de dirigirnos a Houhai decidimos cenar cerca del
templo de Confucio. La calle más próxima estaba atestada de restaurantes, que
tenían en común el marisco como plato principal. Se trataba de los cangrejos de
río que había probado en Wuhan (capítulo 10, Cruzando el Yangtsé), esos que
estaban intolerablemente picantes. Frente a algunos restaurantes se habían
formado colas de gente esperando su turno para cenar, que esperaban
pacientemente sentados en taburetes en la calle. Entramos en el primer
restaurante que encontramos que no sirviera cangrejos, ya que a ninguno nos
gustaban especialmente. Cenamos unas brochetas de carne de cordero, setas
asadas estilo barbacoa y pollo kung pao. Es de los pocos platos que todavía se
resisten a mi arte manejando los palillos, pues el pollo se escapa por el plato
cuando lo intento pescar. La comida estaba bastante rica, especialmente el
cordero. Me mosqueó, eso sí, que a la hora de pedir las bebidas el camarero me
convenció para probar una cerveza que costaba 5 euros y supuestamente estaba
exquisita, para terminar bebiendo una cerveza china con sabor aguado. Esta
gente de comida bien, pero de bebidas alcohólicas no tienen mucha idea. O se
quedan cortos o se pasan de largo, como en el “vino blanco” de 55 grados.
Cogimos el metro para ir hasta Houhai, que está a unas pocas
paradas del templo de los lamas. El lago es precioso durante el día, pero la
noche saca su verdadero encanto. En ambas orillas hay numerosos locales de
fiesta con la fachada cubierta de luces y neones multicolores, que se reflejan
sobre la superficie del lago. A través del agua navegan embarcaciones
tradicionales transportando a turistas y parejas jóvenes. Además, en los
parques que se sitúan en los márgenes del lago hay gente tocando instrumentos
musicales, jugando al tenis de mesa (que es deporte nacional aquí en China, le
gusta a todo el mundo) o pescando. Todos los locales sin excepción ofrecen
conciertos en vivo, aunque el estilo varía según cada local. Victoria resultó
ser una crítica musical con el oído bastante fino, de modo que estuvimos dando
vueltas un rato hasta que decidimos en qué sitio merecía la pena entrar. Pero era
obligatorio pedir consumiciones y no resultaron nada baratas. Pagué doce euros
por dos cervezas, que ni siquiera eran Guinness o Estrella Galicia. La música,
eso sí, era estupenda. Coincidió que retransmitían por la televisión la final olímpica
de balonmano femenino, entre Serbia y China. La gente se animó bastante cuando
su país se llevó el oro en la competición.
Nos hubiéramos quedado embelesados escuchando la música,
pues la cantante lo hacía realmente bien, pero no queríamos perder el último
metro para regresar. De camino a la estación nos cruzamos con un joven artista
que tocaba un extraño instrumento musical, una especie de violín largo con dos
cuerdas y una cabeza de caballo en el extremo del mástil. Se trataba de un Morin
khuur, un instrumento tradicional mongol bastante común en China. Su nombre en
inglés es “violín de cabeza de caballo” y en chino, según Victoria, “piano de
cabeza de caballo”. El sonido que emitía era excelente y además el músico
tocaba bien. Tenía dentro de la funda del instrumento varios discos con sus
canciones para que la gente se los comprase. De buena gana me hubiera llevado
uno, pero me había quedado sin dinero con la broma de las cervezas. Le dejamos
una propina y grabé un par de vídeos. Especialmente bonita fue la versión que
tocó del tema principal de la película La lista de Schindler.
Llegamos a tiempo para coger uno de los últimos metros,
Victoria se bajó en el centro de la ciudad y a mí me esperó un largo camino
hasta la última parada de la línea que recorre las universidades y la villa
olímpica.
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