martes, 27 de septiembre de 2016

49- El templo de los lamas, la escuela de Confucio y concierto en Houhai.



49- El templo de los lamas, la escuela de Confucio y concierto en Houhai

21 de agosto

*Admito que últimamente tengo la escritura del blog en standby, principalmente porque la carga de trabajo este último mes ha sido intensa y secundariamente por pereza. El poco tiempo libre que me queda he preferido dedicarlo a otras cosas. Sin embargo, ya que he decidido centrarme en escribir únicamente cosas interesantes, realmente tengo poco que contar. Aprovechando que me han dado el día libre, compensaré la falta de publicaciones en el blog con este capítulo, hablando de varios temas interesantes. Espero que quede bien.*
Un consejo que me dio mi padre antes de venir a Beijing fue que no me diera prisa por visitar todos los monumentos las primeras semanas, que esperara a hacer amigos aquí para que me acompañaran y me hicieran de guías turísticos. Resultó ser un consejo muy acertado, lo cual es sorprendente viniendo de alguien que ha hecho poco turismo por el extranjero. En mi caso, tuve la inmensa suerte de conocer a una china que además de acompañarme a los sitios me explicaba todos los detalles en español. No es que yo entienda mal el inglés, pero el nivel que tienen los chinos deja bastante que desear.

El plan que tenía para el domingo era ir de noche con Victoria a la calle de bares que había visitado anteriormente con los españoles, situada en el lago Houhai. Me referí al sitio como Sanlitun en un capítulo previo, pero Victoria me aclaró que eso está en la otra punta de la ciudad. Antes de ir a la zona de bares podíamos aprovechar la tarde para visitar algún otro sitio. Sugerí que fuéramos al templo de los lamas, que está relativamente cerca y era el último sitio conocido de la ciudad que me quedaba por visitar (conocido por mí, se entiende). Llegar no es difícil, ya que hay una estación de metro con ese nombre que está a escasos 100 metros de la entrada. El templo se sitúa en un barrio de casas tradicionales, con aspecto de hutong, plagado de tiendas de accesorios budistas. Desde estatuas del tamaño de una persona a incienso pasando por abalorios y ropa.
El templo de los lamas, también conocido como templo Yonghe, es un conjunto de santuarios budistas y un importante monasterio lama. Se construyó en el siglo XVII y originalmente no era un monasterio, sino la residencia de los eunucos imperiales, lo cual implica que también era la residencia de las concubinas. El cuarto hijo del emperador Kangxi, Yongzheng, nació ahí fruto de la relación entre el emperador y una de sus concubinas. Yongzheng, pese a no ser el hijo más destacado de Kangxi, lo sucedió como emperador y su reinado fue próspero aunque un poco despótico. Uno de los edificios del complejo es un museo, donde se relata tanto la historia del templo como la vida del emperador Yongzheng. Durante su reinado, la mitad del complejo fue transformado en monasterio lama. Tras su muerte, todo el complejo adquirió el estatus de recinto imperial y las tejas de los edificios fueron cambiadas, de las originales de color verde a las actuales de color dorado. Esto tiene relevancia en la cultura china, así como el número de tejados de un edificio o el número de estatuas guardianas que hay en las cornisas de los tejados. Los restos del emperador descansan en el templo.
Según mi guía turística, situar un importante templo lama en la capital fue una maniobra de contrapeso hacia los sentimientos religiosos-nacionalistas del Tíbet. Es un asunto bastante peliagudo, creo, más aún que el de Taiwán (unos dicen que es una provincia de China un poco “especial”, otros que son un país independiente y ellos siguen reclamando que el Partido Comunista Chino les devuelva el país). En la región del Tíbet hay actualmente cuatro países, que son China, la India, Nepal y Bután. La India y China tienen ciertas disputas territoriales en la región fronteriza al norte y también en la frontera con el Tíbet, como comentaré más adelante. En cuanto a la historia de Nepal y Bután, es curiosa y opuesta. Bután era parte del Raj Británico, que se independizó en 1947 de Gran Bretaña. Dos años más tarde Bután se independizó de la India. Hasta ahí todo de buen rollo. Es una monarquía que tuvo sus primeras elecciones democráticas en el 2008 y su primera constitución poco después. Un dato muy curioso es que en lugar de medir su PIB usan un índice llamado Felicidad Nacional Bruta, que pretende armonizar el estilo de vida budista con la economía. O bien podría ser la forma que tiene el gobierno de decir que les importa tres cominos que la población viva en la miseria. En cuanto a Nepal, es un país realmente interesante. Ocho de las diez montañas más altas de la Tierra se encuentran en Nepal, con el Everest en la frontera entre este país y China. Su bandera es la única del mundo que no tiene forma cuadrada ni rectangular, se compone de dos triángulos superpuestos. Se formó como reino a finales del siglo XVIII y así continuó hasta una guerra civil entre 1996 y el 2006 (¿A alguien le sonaba esto? Yo me acabo de enterar). Los dos bandos eran unos maoístas nepalíes apoyados por China y los partidarios del gobierno monárquico tradicional, apoyados por EEUU, la India y la UE (EEUU metiendo las narices en una guerra civil a medio mundo de distancia, qué raro…). No es por banalizar, pero la guerra parece bastante descafeinada. Para haber durado una década y ser un país con 30 millones de habitantes, las víctimas fueron poco más de 10.000 civiles. El caso es que la monarquía terminó y ahora el país es una república federal democrática. Si eso último es simple tapadera, lo desconozco. Curiosamente, pese a tener una larga tradición cultural budista y ser el lugar de nacimiento de Buda Gautama (al que en Occidente conocemos como “Buda”), el 80% de la población es hinduista. Hasta la república posterior a la guerra civil, Nepal era el único país del mundo como el hinduismo como religión oficial (ahora es una nación laica). Supongo que eso ayudó a que la guerra civil no fuera un baño de sangre, a diferencia de la guerra civil/genocidio ocurrido unas décadas antes en la región de Pakistán que actualmente es Bangladesh. En definitiva, Nepal y Bután son dos países poco conocidos pero muy interesantes.

Regresando a la cuestión del Tíbet, para comprender la situación actual antes hay que comprender su religión e historia. Primero, un símil. En España es de cultura general que el cristianismo tiene varias ramas importantes: catolicismo, cristianismo ortodoxo, protestantismo… así como otras menos conocidas y que comúnmente se denominan “sectas” con afán meramente descalificativo por parte de otros grupos religiosos. Algo parecido sucede en las demás religiones mayoritarias, como en el caso del Islam (chiíes, suníes, magrebíes…) o el budismo. El budismo que se practica en el Tíbet no es único y universal, pero es el mayoritario en Mongolia, el Tíbet, Bután y ciertas regiones de la India. Existen varias escuelas de budismo tibetano, todas con diferente jerarquía, pero todas ellas reconocen como maestro espiritual a una persona, el dalái lama. O dicho de otra forma, es dalái lama a lo largo de la historia es quien ha decidido qué ramas del budismo tibetano siguen el camino correcto y cuáles no. Sin meterme mucho en cuestiones religiosas que sólo conozco de manera superficial, los budistas creen en la reencarnación. El dalái lama es alguien que consigue superar la barrera de la muerte reencarnándose en un nuevo dalái lama, siendo todos ellos reencarnaciones de un buda (no Buda Gautama, otro, el Buda de la compasión). Así pues, el dalái lama es la cabeza jerárquica del budismo tibetano, seguido por el panchen lama. La figura de panchen lama fue establecida por el quinto dalái lama y se le considera la reencarnación de otro buda. La función principal del panchen lama es buscar a la reencarnación del dalái lama cuando este fallece y del mismo modo el dalái lama busca la reencarnación del panchen lama.
Sin meterme de lleno todavía en la cuestión de la independencia del Tíbet, hablar del panchen lama nos lleva a un conflicto bastante sonado hace unos años. El décimo panchen lama, Lobsang Trinley L. C. G. (menudos nombres más raros tiene esta gente) falleció el 1989. El gobierno de China decidió aprovechar la oportunidad y designar ellos al siguiente panchen lama. Cosa que comprendo desde el punto de vista del gobierno, pero que no tiene demasiada lógica, puesto que es un gobierno laico inmiscuyéndose de manera directa en cuestiones religiosas, y más cuando quien debe designar al panchen lama es el dalái lama. El dalái lama recibió un aviso de lo que iba a suceder (quien le avisó fue un político chino que terminó entre rejas ipso facto), así que se adelantó al gobierno chino y designó panchen lama a Gendun Chökyi Nyima, un niño de cinco años, en 1995. La respuesta del gobierno chino fue detener al niño, a su familia y a numerosos monjes en una redada en un templo. Se le considera el preso político más joven del mundo y lleva en paradero desconocido desde entonces (la versión que me creo es la del gobierno chino, que él y la familia viven bajo otra identidad para no levantar sospechas y sin meterse en cuestiones políticas, porque es la versión más sencilla). El gobierno chino utilizó para la designación del panchen lama un método que se había usado en la antigüedad para designar a varios dalái lama, consistente en introducir los nombres de los candidatos en una urna de oro, agitarla y ver qué nombre sale. Una réplica de la urna, junto con varias tablillas con nombres inscritos, se podía ver en el museo del templo Yonghe. No deja de parecerme curioso que, si el dalái lama es una reencarnación y por lo tanto sólo uno de los candidatos puede ser el correcto, en la época imperial se escogieran por “sorteo”. El panchen lama designado por el gobierno chino en 1995 fue Gyaincain Norbu. Se trataba del hijo de una pareja de miembros del partido, mientras que Chökyi era hijo de campesinos pobres. Menuda coincidencia, diría yo. Por supuesto, hubo quejas de que la selección había estado amañada. Así pues, desde 1995 la comunidad budista internacional no reconoce al panchen lama designado por el gobierno chino y el gobierno sigue echando pestes del dalái lama. El gobierno chino en el exilio, el de Taiwán, tampoco reconoce la figura religiosa de Gyaincain como panchen lama. Simplemente por oponerse a todo lo que diga el gobierno comunista de China, como volveré a explicar más adelante.

Toca ahora hablar de historia. Hasta el siglo XX, el Tíbet era una región feudal donde la tierra pertenecía a familias adineradas, terratenientes y monasterios budistas. La mitad de la población vivía como siervos. ¿A qué parte de esa población le interesaba un cambio social hacia un país más moderno? A la inmensa mayoría. ¿A quién interesaba permanecer independientes del exterior y continuar con su modo de vida? A los adinerados, los terratenientes y los líderes budistas. Es complejo dar un trasfondo histórico a la independencia del Tíbet por lo complicado que resulta hablar de “independencia” y “Tíbet” en la antigüedad, ya que el primer término es volátil en el contexto histórico y el segundo en un contexto geográfico. En el siglo XIII los mongoles invadieron y se anexionaron el Tíbet, pero otorgándole cierta independencia debido a afinidades religiosas. En el siglo XVII el primer europeo consiguió atravesar el Himalaya y alcanzar el Tíbet, el portugués Antonio de Andrade (con dous collóns ben postos). En el siglo XVIII China tomó posesión del territorio, al igual que habían hecho antes los mongoles. A principios del siglo XX los británicos metieron sus narices en el asunto, primero anexionando el Tíbet al Raj Británico y posteriormente concediéndole su control a China de nuevo (lo volveré a comentar más adelante). No existió jamás nada parecido a un reino independiente y unificado en el Tíbet, aunque la etnia mayoritaria era y sigue siendo la tibetana y también comparten una religión conjunta, el budismo tibetano, como ya se ha mencionado antes.
A principios del siglo XX se proclamó la República en China, de modo que el ejército abandonó el Tíbet para centrarse en asuntos más importantes en el corazón del país. Como mencioné en el capítulo de la Gran Muralla, los mongoles y los chinos habían estado a hostias entre ellos durante muchos siglos (motivo por el que se construyó la Gran Muralla, de la cual hablé en el capítulo 39), hasta que los mongoles tomaron el poder en china y dio comienzo la dinastía Qing, la última que hubo en China. Tras la consolidación de la república, Mongolia declaró su independencia de China en 1911, pero la capital fue conquistada por los chinos en el 19. Con ayuda del ejército soviético volvieron a ganar su independencia en el 21 y en 1924 consiguieron un gobierno estable. La República Popular de Mongolia fue defendida por la URSS de la invasión japonesa en la IIGM, que pretendían anexionar Mongolia a la nación títere de Manchukuo. En Mongolia sucedió la batalla de Jaljin Gol, poco conocida en Occidente pero que cambió el curso de la IIGM a favor de los soviéticos. Tras la guerra, China reconoció la independencia de Mongolia en 1945. Finalmente, tras la disolución de la URSS, se aprobó una nueva constitución en 1992. Paradójicamente, La República de China (Taiwán) no reconoce de manera oficial a Mongolia como país independiente. Las relaciones son un tanto ambiguas entre ambos países debido a esto.

  Bien, regresemos al Tíbet.
Tras la proclamación de la República China, Tíbet y Mongolia se separaron de China y reconocieron mutuamente su independencia. Pero mientras que los mongoles contaban en su frontera norte con los soviéticos para que los ayudaran a mantener su independencia, los tibetanos tenían como única frontera al Raj Británico, que no estaba precisamente a favor de la independencia de nadie. Los británicos firmaron con los tibetanos (supongo que con el dalái lama que tenían entonces, ya que era lo más parecido a un gobierno) un acuerdo por el cual los británicos reconocían la independencia del Tíbet a cambio de una porción significativa de terreno que pasaría a formar parte del Raj. Este territorio se denomina Arunachal Pradesh, equivale a un 10% del terreno del Tíbet y se encuentra actualmente en disputa entre la India y China (aunque lo controla la India). El motivo es simple: si Tíbet no era una nación independiente no podía ceder parte de sus territorios a los británicos, por ello China los reclama como propios. India por su parte los reclama como parte de los territorios que les corresponden tras la independencia de Gran Bretaña. En 1962 se produjo una guerra entre dichos países debido a este conflicto fronterizo.
Durante la IGM, el Tíbet perdió interés para el mundo exterior y el dalái lama aprovechó para toma el control del país. Posteriormente nace el actual dalái lama, Tenzin Gyatso, figura ampliamente conocida en Occidente y premio Nobel de la Paz. Nació en 1935 y a los cuatro años fue nombrado dalái lama. En 1950 el regente del Tíbet delegó todos sus poderes políticos en el dalái lama, que sólo contaba con 16 años. Es decir, en 1950 el poder político en el Tíbet lo tenía un adolescente que decía ser la reencarnación de Buda. En aquella época la sociedad en el Tíbet todavía era feudal, por lo que el dalái lama se encontraba en una posición similar a la de una monarquía europea medieval, pero con la diferencia de que se trataba de una sociedad budista en lugar de cristiana. Se trataba de una teocracia, el poder lo ostentaba un monarca por derecho divino. Hay que tener todo esto en cuenta a la hora de hablar de la independencia del Tíbet, tanto la parte histórica (que en ningún momento nos habla de un Tíbet independiente o unificado) como la parte de mediados del siglo XX (una región controlada de facto por un solo hombre y en donde gran parte de la población vivían como siervos).
En 1950 representantes del gobierno chino (el comunista) firmaron un acuerdo con el dalái lama y el panchen lama para gobernar conjuntamente el Tíbet. Hay que recalcar que la propiedad de las tierras en el Tíbet no las tenían los campesinos, que eran la mayoría de la población, sino los monasterios budistas. El gobierno chino concedió la propiedad a los agricultores y a cooperativas de trabajo, tal y como había hecho en el resto del país. Este fue el desencadenante de la primera revolución por la independencia del Tíbet. En 1959 la revolución alcanzó Lhasa, la capital de la provincia del Tíbet, y el gobierno la reprimió con dureza. Hubo incluso intervención de la CIA, financiando a los grupos rebeldes y enviándoles material por medio de aviones (qué raro…). El dalái lama y numerosos seguidores escaparon a la India, mientras que el gobierno puso al mando del Tíbet al panchen lama. Este contaba con el apoyo de Zhou Enlai, figura muy destacada del movimiento comunista chino (que merece un capítulo aparte), pero no con el de Mao. Finalmente fue encarcelado durante varios años, hasta que se consideró que había sido “reeducado” y fue liberado para poder reincorporarse a la política china. Hay bastante controversia acerca de su muerte. Posteriormente se produjo el conflicto relacionado con su sucesor, que ya he explicado.
Llegamos por fin a la parte presente de la historia. El actual dalái lama era hasta hace pocos años la cabeza del gobierno tibetano en el exilio. Es decir, la monarquía teocrática tibetana, puesto que ese es el gobierno que había en Tíbet inmediatamente antes de la llegada de los comunistas. Los dos principales países que apoyan estas demandas son EEUU y Taiwán, la República Nacional de China. No me detendré a hablar de Taiwán puesto que no tiene demasiada relevancia en este caso. Perdieron la guerra civil bajo el mando de un dictador, les tocó sufrir a dicho dictador gobernando durante varias décadas más y actualmente reclaman el territorio continental de China como suyo. Nótese que apoyan la causa independentista del Tíbet simplemente por perjudicar al actual gobierno Chino, no porque ellos estuvieran de acuerdo con la independencia del Tíbet tras la proclamación de la República China a principios del siglo XX. Si el gobierno de Taiwán no admite la independencia de Mongolia de China tras haber pasado más de 70 años, tampoco tendrían por qué admitir que el Tíbet se independizara si ellos controlaran la China continental.
En cuanto a los EEUU, del mismo modo que se posicionaron en su día a favor de Taiwán para contrarrestar a los comunistas (recordemos que les vendieron cuantiosas cantidades de armamento tras la revolución… igual que a Corea del Sur tras la división política de la península o a la Indochina francesa cuando se enfrentaron a los comunistas en Vietnam) se posicionan a favor del Tíbet porque con ello perjudican la postura internacional de China. A los EEUU les importan tanto los derechos humanos como al propio gobierno chino, es decir, poco o nada. Se trata del juego geopolítico que se lleva jugando desde la época colonial, ya que no tienen nada que ganar en Asia, intentan que las otras superpotencias en la zona (anteriormente la URSS y ahora China) pierdan lo máximo posible. No deja de ser llamativo, volviendo a las reclamaciones del dalái lama, que sus principales apoyos sean la camarilla de perdedores de Taiwán y los EEUU, adalid de los derechos humanos, la democracia, las minorías étnicas… vale, paro de reírme y vuelvo a relatar lo del templo de los lamas.

Como decía antes de hablar de la cuestión de la independencia del Tíbet, durante la dinastía Qing se fundó el templo Yonghe para acercar el poder de los lamas a la capital. Durante varios siglos funcionó de maravilla, al menos hasta la caída del Imperio. El monasterio no sólo es un lugar de visita turística y de oración, como todos los templos budistas, sino de estudio. Cuenta con varios edificios destinados a la oración y meditación, así como otros con filas de cojines y mesas con lámparas de lectura. El Pabellón de la Rueda de Ley contiene numerosas mesas de estudio rodeando una enorme estatua del buda Je Tsongkhapa, fundador de la escuela budista Geluk. Como curiosidad, es la primera estatua de un buda con gorro que veo. La traducción de su nombre sería “hombre del valle de la cebolla”. Según Victoria, se trata del buda que encierra al rey mono Sun Wukong bajo una montaña en la novela Viaje al Oeste, aunque no he encontrado ninguna información que lo confirme. Unas ventanas situadas sobre la estatua permiten que la luz exterior ilumine su rostro. Ese mismo pabellón contiene también la “colina de los quinientos arhats”. Se trata de una obra de arte de bastante importancia, un grabado en madera de sándalo rojo con estatuas de arhats en oro, plata, cobre o hierro. Un arhat es alguien con un conocimiento profundo de la naturaleza, que ha alcanzado el Nirvana y por lo tanto (según el budismo) ha abandonado la rueda de reencarnaciones.
Otro edificio importante en el recinto es el Pabellón de la Armonía y la Paz, donde se encuentran tres estatuas de bronce simbolizando a los budas de las tres edades: Gautama Buda (el del presente, en el centro), Kasyapa Matanga (el del pasado, a la derecha) y Maitreya Buda (el del futuro, a la izquierda). En los laterales del pabellón hay estatuas de 18 arhats (vaya, por fin me entero de qué son las estatuas que rodean a los budas principales en los templos budistas, ya iba siendo hora). Sin duda alguna, el edificio más impresionante del monasterio es el último, el Pabellón de las Diez Mil Felicidades, donde se encuentra una estatua de Maitreya Buda. Al entrar por la puerta lo primero que vi fueron las rodillas del buda, a la altura de la primera planta. Se trata de una estatua esculpida en madera de sándalo, a partir de una única pieza, de 18 metros de altura y con otros 8 metros enterrados. Esta colosal estatua fue un obsequio del séptimo dalái lama al Emperador Qianlong, tardaron tres años en transportarla desde el Tíbet hasta Beijing. La estatua figura en el libro Guinness de los récords, el certificado del récord se encuentra en el museo del monasterio. Resulta impresionante estar bajo la estatua, contemplando las cintas de tela que caen desde sus brazos y comparando su envergadura con el edificio de varias plantas que fue construido alrededor del buda. No alcanzo a imaginar cómo debía ser el sándalo antes de que lo talaran.
Aprendí durante la visita por qué en los templos budistas queman incienso. Lo hacen para que las plegarias asciendan al cielo junto con el humo y así los dioses las atiendan. Aquel día las plegarias no subían al cielo, se quedaban en los patios ahumando a los visitantes. Había dentro del recinto varias estatuas de perros de fu, también conocidos como leones de buda o leones guardianes chinos. Son unas criaturas mitológicas originales de la tradición budista que se encuentran en las puertas de lugares importantes, como los templos o palacios de la nobleza, alejando a los malos espíritus. Tras visitar todos los edificios y el museo del monasterio, y después de comentar con Victoria las similitudes y diferencias que había notado entre los templos budistas y los católicos (adoración de tallas de madera, quemar ofrendas aromáticas, ponerse de rodillas para pedir favores…) decidimos visitar el templo de Confucio, que se encuentra a poca distancia. El término “templo” no es demasiado apropiado, pues no se trata de un lugar religioso, pero la traducción del nombre chino sería esa. Se trata del recinto donde se llevaban a cabo los exámenes imperiales y donde los emperadores impartían clases a sus discípulos. Tuvimos que pagar por la entrada unos 30 yuanes.
Confucio fue un chino que vivió hace 2500 años y que se hizo famoso por inventar la confusión, que posteriormente derivó en una escuela filosófica y casi religiosa (aunque las enseñanzas de Confucio son seculares) llamada confucianismo. Se basa en una serie de preceptos morales que buscan armonizar al hombre con el cosmos, y por consiguiente con la familia y la sociedad. Su regla de oro era “no hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti”. El confucianismo en Europa suena por el nombre y podría parecer un código ético altamente desarrollado, pero no deja de estar basado en ritos tradicionales chinos y en conceptos que en Europa carecen de sentido, como que los gobernadores deben obedecer el “Mandato del Cielo”. Puede que fuera revolucionario en su época, pero me sorprende que a día de hoy siga teniendo algún seguidor. Quiero decir, la filosofía europea ha dado origen a códigos morales bastante completos y que no necesitan de ritos ni fábulas para sostenerse.

Los exámenes imperiales chinos sí merecen cierta atención. Se trata de los precursores de lo que en España se conoce como “oposiciones”. En la antigua China se realizaban exámenes para comprobar los conocimientos de los candidatos a trabajar en la administración pública. Curiosamente, en lugar de basarse en conocimientos técnicos que pudieran ser útiles a los futuros administradores, los candidatos se examinaban de gramática y cultura, principalmente los escritos derivados de la filosofía de Confucio (digo derivados porque se escribieron posteriormente a su muerte). Era común, por ejemplo, preguntar acerca de una frase concreta de Confucio o pedir que se reprodujera de manera literal un capítulo de alguno de sus libros. Carácter por carácter, todos tal cual. Estos exámenes aparentemente absurdos sirvieron para unificar la cultura del país y para que la gente tuviera la impresión de que los conocimientos en cultura eran meritorios para un buen gobernante. Había diferentes categorías de los exámenes, desde exámenes de distrito a examen de capital y por encima de ellos el examen de palacio. Los aspirantes que aprobaban estos últimos (habiendo aprobado previamente todos los anteriores) se convertían en oficiales de alto rango dentro de la corte real. Estos exámenes eran evaluados personalmente por el emperador. Sin embargo, ya desde sus comienzos los exámenes imperiales fueron objeto de duras críticas, al no tratar sobre otra cosa que cultura general. Este fue el motivo por el que terminaron desapareciendo, aunque esto no sucedió hasta 1905. Los primeros emisarios extranjeros copiaron en parte este sistema para replicarlo en sus países de origen, aunque cambiando la temática de los exámenes por otra de carácter más práctico. De ahí derivan los exámenes actuales para acceder a diferentes puestos en la administración.
Tan antiguos como los exámenes son las trampas y tan antigua como es la burocracia son los chanchullos, ni siquiera en la antigua China se libraban de esto. La seguridad que rodeaba el proceso de examinación de los candidatos era muy estricta para evitar cualquier tipo de artimaña. Algunos exámenes eran bastante largos y duraban varios días, motivo por el cual los aspirantes debían llevar comida, bebida, saco de dormir y orinal, así como su propio material de escritura. Todo esto era revisado minuciosamente en dos controles sucesivos. Si los guardias del primer control encontraban algún material prohibido, como hojas escritas o dinero (que se podía utilizar para realizar sobornos), eran recompensados. Sin embargo, si eran los guardias del segundo control quienes descubrían un objeto prohibido, los guardias del primer control sufrían un castigo. Los examinados permanecían recluidos en unas casetas individuales mientras durase el examen, sin comunicación con el exterior. Para evitar que los examinados copiasen entre ellos, cada cierto tiempo eran estampados sellos en las hojas del examen. Si entre dos sellos se había escrito un texto sospechosamente largo, el examen quedaba anulado. Finalmente, para evitar que los correctores pudieran favorecer a un examinado si reconocían su letra en el examen, estos eran copiados con una tinta de color diferente, de modo que los correctores no tenían acceso a los originales. Las copias y originales eran comparados antes y después de la corrección. Como se ve, era un proceso sumamente complejo que nada tiene que envidiar a los exámenes actuales de cualquier administración pública española, salvo por su temario. Aunque, por otro lado, en el caso de España es necesario estudiar la Constitución, que tiene escaso valor práctico.
En la antigua China se valoraba sobremanera la excelencia académica, motivo por el cual el alumno que sacara la nota más alta en un examen imperial era tratado con preferencia. Por ejemplo, en el templo de Confucio había un arco de piedra formado por un arco central y dos arcos laterales de menor tamaño. Únicamente el emperador y aquellos que hubieran sacado la nota más alta en un examen imperial podían atravesar el arco central. Esto se repetía en otros muchos edificios importantes, no sólo en las instituciones académicas. Además, se les solía ofrecer la mano de una de las hijas del emperador. Visitamos también el pabellón desde el cual el emperador ofrecía clases a los alumnos de la academia imperial. El emperador se sentaba en un trono en el interior del edificio y leía los textos que formaban parte de la materia del examen, dos ayudantes con voz potente transmitían las palabras del emperador a la multitud de alumnos que se situaban en el patio del edificio, tomando nota de todo. Otra parte interesante, situada detrás de este edificio, es un puente con una ventana (a falta de un término más exacto) de vidrio en el suelo. Los visitantes atravesaban el puente por parejas y saltaban sobre la ventana para obtener buenos resultados académicos.
A lo largo de los jardines hay losas con una gran cantidad de nombres grabados en ellas. Se trata de aquellos que aprobaron los exámenes imperiales, cuyos nombres pasaron a formar parte del templo. En total hay más de 51.000 nombres. Por otra parte, en una especie de tienda de recuerdos, atravesamos un pasillo cuyas paredes y techo estaban cubiertas de cintas de color rojo con nombres escritos en ellas. Los visitantes colocan las cintas para tener buenos resultados en sus exámenes y poder entrar en una buena universidad. A día de hoy los estudios son una piedra angular en las familias chinas, de carácter tradicional. Los hijos deben esforzarse por sacar buenas notas o deshonrarán a su familia. La mayor parte de visitantes que encontramos llevaban a sus hijos pequeños a ver el templo, para que comprendieran la importancia que tenían los exámenes en la China antigua y así se motivaran para estudiar. En China tienen la gran ventaja de que la mayoría de estudiantes consiguen trabajo en los seis meses siguientes a terminar sus estudios universitarios. Ya que la educación está controlada por el gobierno, se mantiene un control del número de licenciados en base a las plazas que haya que cubrir en cada campo. Aunque, por otro lado, la forma de acceder a la universidad es un poco rara. Por lo visto realizan una serie de exámenes y según sus calificaciones se les da a escoger entre tres carreras diferentes. Desconozco hasta qué punto esto los condiciona, si por ejemplo es posible ignorar esos resultados y acceder a otra carrera. Supongo, por lo que me han comentado anteriormente, que si lo hacen no podrán acceder a buenas universidades como la Tsinghua o la Peking University. Al menos en China quienes estudian en la universidad encuentran fácilmente trabajo al terminarla.

Antes de dirigirnos a Houhai decidimos cenar cerca del templo de Confucio. La calle más próxima estaba atestada de restaurantes, que tenían en común el marisco como plato principal. Se trataba de los cangrejos de río que había probado en Wuhan (capítulo 10, Cruzando el Yangtsé), esos que estaban intolerablemente picantes. Frente a algunos restaurantes se habían formado colas de gente esperando su turno para cenar, que esperaban pacientemente sentados en taburetes en la calle. Entramos en el primer restaurante que encontramos que no sirviera cangrejos, ya que a ninguno nos gustaban especialmente. Cenamos unas brochetas de carne de cordero, setas asadas estilo barbacoa y pollo kung pao. Es de los pocos platos que todavía se resisten a mi arte manejando los palillos, pues el pollo se escapa por el plato cuando lo intento pescar. La comida estaba bastante rica, especialmente el cordero. Me mosqueó, eso sí, que a la hora de pedir las bebidas el camarero me convenció para probar una cerveza que costaba 5 euros y supuestamente estaba exquisita, para terminar bebiendo una cerveza china con sabor aguado. Esta gente de comida bien, pero de bebidas alcohólicas no tienen mucha idea. O se quedan cortos o se pasan de largo, como en el “vino blanco” de 55 grados.
Cogimos el metro para ir hasta Houhai, que está a unas pocas paradas del templo de los lamas. El lago es precioso durante el día, pero la noche saca su verdadero encanto. En ambas orillas hay numerosos locales de fiesta con la fachada cubierta de luces y neones multicolores, que se reflejan sobre la superficie del lago. A través del agua navegan embarcaciones tradicionales transportando a turistas y parejas jóvenes. Además, en los parques que se sitúan en los márgenes del lago hay gente tocando instrumentos musicales, jugando al tenis de mesa (que es deporte nacional aquí en China, le gusta a todo el mundo) o pescando. Todos los locales sin excepción ofrecen conciertos en vivo, aunque el estilo varía según cada local. Victoria resultó ser una crítica musical con el oído bastante fino, de modo que estuvimos dando vueltas un rato hasta que decidimos en qué sitio merecía la pena entrar. Pero era obligatorio pedir consumiciones y no resultaron nada baratas. Pagué doce euros por dos cervezas, que ni siquiera eran Guinness o Estrella Galicia. La música, eso sí, era estupenda. Coincidió que retransmitían por la televisión la final olímpica de balonmano femenino, entre Serbia y China. La gente se animó bastante cuando su país se llevó el oro en la competición.
Nos hubiéramos quedado embelesados escuchando la música, pues la cantante lo hacía realmente bien, pero no queríamos perder el último metro para regresar. De camino a la estación nos cruzamos con un joven artista que tocaba un extraño instrumento musical, una especie de violín largo con dos cuerdas y una cabeza de caballo en el extremo del mástil. Se trataba de un Morin khuur, un instrumento tradicional mongol bastante común en China. Su nombre en inglés es “violín de cabeza de caballo” y en chino, según Victoria, “piano de cabeza de caballo”. El sonido que emitía era excelente y además el músico tocaba bien. Tenía dentro de la funda del instrumento varios discos con sus canciones para que la gente se los comprase. De buena gana me hubiera llevado uno, pero me había quedado sin dinero con la broma de las cervezas. Le dejamos una propina y grabé un par de vídeos. Especialmente bonita fue la versión que tocó del tema principal de la película La lista de Schindler.
Llegamos a tiempo para coger uno de los últimos metros, Victoria se bajó en el centro de la ciudad y a mí me esperó un largo camino hasta la última parada de la línea que recorre las universidades y la villa olímpica.

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