martes, 6 de septiembre de 2016

47- Osos panda.



47- Osos panda

7 de agosto

El domingo los españoles fueron a visitar un parque cercano al Parque Olímpico, donde hay esculturas referentes a la diversidad cultural y étnica de China. Suena entretenido, pero yo tenía otros planes para ese día. Pude por fin dormir hasta tarde, sana costumbre que temía perder con tanto madrugón para hacer turismo. Había quedado para almorzar con Victoria, la traductora que había asistido a la conferencia de Antonio la semana anterior. Aini le había comentado que yo necesitaba clases de chino y a ella le apetecía mejorar su español con un hablante nativo. Conste que su nivel de español es muy bueno, aunque comencé a notar algo raro a medida que hablábamos. Me aclaró que había estado viviendo en México durante un año, de ahí que se le hubiera pegado el acento. Una china que habla español con acento mexicano, ¿se puede ser más exótica?
Habíamos quedado en la estación de metro que se encuentra próxima al hotel de los españoles, para que yo no tuviera que ir solo en metro hasta el centro de la ciudad. Comimos en un restaurante cercano, un sitio de aspecto moderno aunque sencillo. La comida estaba deliciosa, especialmente una sopa de arroz con habichuelas de color morado, que sabía muy dulce. Tras el almuerzo decidimos a dónde ir a continuación, yo propuse el templo de los lamas y el zoo por ser los dos únicos sitios que me quedaban por visitar. Tal y como se adivina por el título del capítulo, optamos por el zoo. Cuando había buscado en internet las instrucciones para ir se mencionaba que era necesario coger un metro y después un autobús. Curioso, teniendo en cuenta que hay una estación de metro debajo del propio zoo que se llama “estación del zoo”. El zoo de Beijing se encuentra en el distrito de Xicheng, al lado del distrito de Haidian, aunque eso no significa que ambos sitios estén próximos. Tuvimos que hacer un transbordo en el metro, pero el viaje se nos hizo corto.
La historia del sitio es larga y accidentada. Comenzó siendo un jardín imperial para pasar a convertirse en una granja de animales exóticos. Durante la guerra sino-japonesa casi todos los animales murieron y posteriormente se hicieron esfuerzos para abrir la granja de nuevo, hasta que se le cambió el nombre a zoo de Beijing. Ocupa una superficie de 89 hectáreas y en él se exhiben unos 15.000 animales pertenecientes a casi 1.000 especies diferentes. La entrada nos costó unos 30 yuanes, más otros 5 por acceder al recinto de los osos panda. El sitio es bastante grande, de hecho nos quedamos lejos de verlo por completo. Se divide en tres secciones diferentes, el recinto de los pandas se encuentra próximo a la entrada principal.
Fuimos dando un paseo al lado de un riachuelo hasta la parte de las aves exóticas. Vimos jaulas enormes con bandadas de flamencos y unos pájaros bípedos con un pico puntiagudo bastante largo y una bolsa de carne, arrugada y peluda, colgándoles bajo la cabeza. Desconozco el nombre de la especie del pájaro-escroto. Un edificio próximo contenía jaulas con diferentes especies de loros y cacatúas, las jaulas tenían una parte en el interior del edificio y otra en el exterior, para que los animales pudieran descansar del calor o tomar el sol. Me impresionó cómo eran capaces de usar sus garras para trepar por la reja de la jaula, cuando en la naturaleza no existe nada parecido a una reja. Los loros, junto con los cuervos, son las aves más inteligentes del reino animal. En el interior del edificio había también una jaula con varios tucanes.
Pasamos frente al recinto de las jirafas [majestuosas, aunque tuvimos que conformarnos con verlas desde cierta distancia] y nos dirigimos a ver a los simios. Había diferentes especies en enormes jaulas con paredes y techo de malla, para que los animales pudieran trepar. Algunos monos se mantenían sujetos al techo, donde atrapaban con destreza la comida que los visitantes les arrojaban. La gente, por su parte, golpeaba con entusiasmo el cristal que había por fuera de la jaula. Hay quien no sabe comportarse en ciertos sitios. Junto con los monos había lémures, esos graciosos animales procedentes de la isla de Madagascar y que tuvieron un papel destacado en la película de animación con el mismo nombre. Los lémures de cola alargada con franjas blancas y negras son increíblemente ágiles, incluso cuando las madres llevan a sus crías agarradas en la espalda. Debían tener sobrepoblación de lémures, pues había tantos individuos como del resto de especies de primates juntas. Supuestamente pasamos frente al recinto de los chimpancés, rodeado por un foso y una verja electrificada, pero no conseguimos ver nada moviéndose dentro. Supongo que estarían excavando un túnel bajo el foso. Creo recordar que también hay gorilas en el zoo, pero no los vimos.
A continuación fuimos a la parte del zoo donde se encuentran los animales comestibles. Es decir, todo tipo de antílopes, ciervos, cabras, muflones y cosas semejantes. La mayoría de especies eran africanas o endémicas de Asia, aunque estas últimas eran parecidas a sus homólogos europeos. Por ejemplo, el Pere David’s deer es muy parecido al ciervo europeo. Había también varios ciervos almizcleros, de pequeño tamaño, que se distinguen fácilmente por sus dos largos dientes que sobresalen de la boca, como si de un ciervo-vampiro se tratase. Unos corzos que habían perdido sus cuernos jugaban al despiste, pues parecían caballos. Había varias especies de oryx, antílopes con aspecto de caballo que poseen cuernos largos y afilados. También vimos un rebaño de cebras, esos simpáticos caballos en pijama con muy mala leche. La mayoría de recintos estaban rodeados por varias barras metálicas para evitar que la gente metiera la mano dentro de las jaulas. Lo que más me gustó fue sin duda alguna el takin, animal cuya existencia desconocía antes de la visita al zoo. Son como enormes búfalos de pelo largo y dorado, con pequeños cuernos y un aspecto afable en la mirada. Habitan únicamente en el Himalaya. Tenían un aspecto adorable, la gente les daba briznas de hierba entre los barrotes y los animales la comían plácidamente. Los que vimos en el zoo creo que pertenecían a la subespecie de takin dorado. ¿Os suena el mito del vellocino de oro, dentro de la historia griega de Jasón y los argonautas? Supuestamente el origen de la leyenda fue la piel de uno de esos animales dorados. Son animales parientes de las ovejas y carneros, de hecho, así que la hipótesis tiene cierta consistencia.
Se estaba haciendo tarde, pues el zoo cerraba sus puertas a las 18:00 y faltaba apenas media hora. Habíamos visto sólo una pequeña parte de los animales; nada de pingüinos, reptiles, osos y grandes depredadores, así como la parte de animales acuáticos. Pero lo primero era lo primero: ver a los osos panda. Fuimos con paso acelerado hacia la entrada y dimos varias vueltas hasta que encontramos su recinto. Cuando compramos las entradas nos advirtieron de que el zoo cerraba en 10 minutos, pero conseguimos llegar a tiempo. ¿Qué estaban haciendo esos animales majestuosos, parientes del mayor depredador terrestre de la Tierra, el oso polar, y símbolo nacional de China? Estaban sentados comiendo bambú. Todos, sin excepción. Es un animal gordo y perezoso que se pasa el día sentado sobre sus cuartos traseros y llevándose a la boca tallos de bambú.
Voy a ser franco, no me gustan los osos panda. Es más, los detesto. Contrariamente a lo que se piensa debido al “pulgar del panda” [una especie de callo que tienen en las manos y que usan para llevarse el bambú a la boca, como si de un dedo pulgar se tratara], estos animales no han evolucionado hacia un estado mejor adaptado, sino que involucionaron desde lo alto de la cadena alimenticia hasta lo más bajo. Los osos son carnívoros, como es bien sabido. Los hay que pescan truchas, cazan focas en el Ártico o roban cestas de picnic en el parque Yellowstone. Los osos pandas “evolucionaron” de ser carnívoros a ser vegetarianos, lo cual en términos energéticos resulta nefasto. Pero el despropósito no termina ahí, pues decidieron comer exclusivamente una de las plantas con menor poder calórico de la naturaleza: el bambú. Debido a su rápido crecimiento, el bambú está compuesto por agua e hidratos de carbono, sin apenas proteínas. Los animales necesitan proteínas, por lo que deben procurárselas en su dieta. Así, se conjuga que estos animales tienen un sistema digestivo pobremente adaptado a alimentarse de vegetales y a que su dieta es desastrosa, con lo que se pasan la inmensa parte del día comiendo. Por si esto fuera poco, las hembras tienen dos crías y en la naturaleza únicamente se encargan de una, condenando a la otra a morir. ¿Se puede ser más desastroso? Pues sí, ya que la principal causa de muerte de las crías es que las madres las aplasten por descuido. Criar a estos animales en cautividad es un desvivir, los cuidadores deben intercambiar discretamente a las dos crías para que la madre cuide a ambas. A todo esto hay que sumarle que es uno de los animales que más muertes provocan en zoológicos, porque son muy monos y parecen inofensivos pero siguen siendo osos.
Total, sacamos un par de fotos a los osos panda mientras comían y nos fuimos del zoo. Regresamos a la estación donde habíamos quedado por la mañana y almorzamos en otro restaurante cercano. Este estaba especializado en noodles, pero tenían una carta sorprendentemente extensa de los mismos. Me pedí unos con tomate y carne asada, que fue de las más deliciosas que he probado hasta ahora. Tras la cena estuvimos hablando de la situación política en China. Fue muy útil que ambos habláramos español, pues no tuvimos que preocuparnos que alguien estuviera escuchando y pudimos hablar con franqueza. El nombre de Orwell salió varias veces a lo largo de la conversación, a partir de eso podéis adivinar el resto. Aunque, como me decía Victoria, aquí la gente está demasiado preocupada con pagar las facturas y el alquiler como para meterse en temas políticos. En cierto modo se parece a la situación de España, supongo… claro que en España la mayoría de los problemas derivan de la mala gestión del gobierno y la gente debería interesarse más. En China no hay mucha opción de cambio, al menos por ahora.
Tras la agradable cena nos despedimos y cada uno se marchó por su lado.

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